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La Begun

y el Aga Khan, jefe espiritual de quince millones de musulmanes, no fueron invitados a la boda de los príncipes de Gales. El palacio de Buckingham sólo se dio cuenta de esto el domingo, cuando el Aga Khan apareció en un partido de polo en Windsor. La familia real brítánica, cuando viaja en el Britannia por el Mediterráneo, suele visitarle en su mansión de Cerdeña, pero los recién casados esta vez no pararán allí.Mientras la primera ministra Margaret Thatcher ofreció ayer un almuerzo a 150 jefes de Estado en el Banco de Inglaterra, en el palacio de Buckingham. se celebraba el desayuno nupcial, al que sólo habían sido invitadas 120 personas. Entras éstas estaban dos antiguas novias del príncipe Carlos, Sabrina y Davina, y familiares y allegados de ambas familias. Como invitados especiales figuraban los reyes belgas, Fabiola y Balduino; el rey de Noruega, Olaf, y sus herederos;la reina Margarita de Dinamarca y su marido; los reyes de Suecia, Carlos Gustavo y Silvia; la reina Beatriz y el príncipe Claus de Holanda, los grandes duques de Luxemburgo y los príncipes de Liechtenstein. La princesa Gracia de Mónaco llegó acompañada de su hijo Alberto, ya que el príncipe Rainiero permaneció en el Principado. Se piensa que este es un empujón que le ha prestado a Alberto su padre, de cara a una posible sucesión. (Alberto, de veintitrés años de edad, durmió, como su madre, en el palacio de Buckingham). Los invitados estaban sentados en mesas cubiertas con manteles blancos. Carlos y Diana ocuparon la mesa central, siendo servidos al mismo tiempo, para que no se diga. Posteriormente, cortaron la inmensa tarta, de casi dos metros de alto, con la espada del príncipe de Gales. Por la noche, el ministro de Asuntos Exteriores británico, lord Carrington, ofreció una recepción para los políticos extranjeros presentes en la capital británica.

El presidente francés, François Mitterrand, se las arregló para mantener dos importantes conversaciones en privado. Ayer, desayunó con el presidente portugués, Ramalho Eanes, con el que discutió el problema de la inmigración portuguesa en Francia y la política europea en Africa. Por la tarde, conversó durante una hora con Margaret Thatcher, con la que discutió un futuro encuentro bilateral al más alto nivel, y la cuestión de Polonia.

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