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Fuertes tensiones por la posible llegada de un fabricante japonés

El sector español de la motocicleta atraviesa por fuertes tensiones ante el anuncio de la próxima llegada de un fabricante japonés. La asociación que agrupa a los fabricantes de motocicletas, Sermoto, ha manifestado públicamente su rechazo, por entender que la entrada de Yamaha en España lesionaría gravemente la deteriorada industria nacional. Los vendedores, a través de GANVAM, están a favor de la entrada. Mientras, los importadores de motos japonesas, paralizadas sus importaciones en un sector liberalizado por los acuerdos bilaterales con Japón, parecen haber iniciado una estrategia para que estas motos puedan llegar a este país a través de Estados Unidos.

El grito de Sermoto parece haber sido una respuesta al anuncio del acuerdo firmado entre uno de los más importantes fabricantes japoneses de motocicletas Yamaha -segundo de su país, y por lo tanto del mundo, tras Honda, en cuanto a cifra de producción anual- y una sociedad bancaria española. El acuerdo prevé la absorción de dos de las fábricas españolas, Mototrans -fabricante de las motos Ducati- y Sanglas, pertenecientes ambas al mismo grupo bancario, que atravesaban desde hace tiempo una fuerte crisis.Curiosamente, las dos fábricas españolas habían denunciado con anterioridad, a través de Sermoto, la importación de motocicletas japonesas, por entender que éstas ponían en peligro la industria española. Pero es que esta política de denunciar la presencia de los japoneses en España, mientras se intenta llegar a un acuerdo con una firma japonesa, también la practicaban entonces el resto de los fabricantes españoles, que siguen aún intentando esos acuerdos y, al mismo tiempo, denunciando la entrada ahora de Yamaha.

Pero la situación de crisis prolongada por la que atraviesan, desde hace tiempo, las fábricas de motocicletas españolas -con raras pero importantes excepciones, como es el caso de Vespa- tienen difícil arreglo. En la mayoría de los casos se trata de fábricas con procesos de fabricación casi artesanales, con tecnologías obsoletas, muy bajas cifras de producción y excedentes de mano de obra para producción tan reducida.

El proteccionismo seguido por la Administración con esta industria -como con tantas otras en otros sectores- no ha dado los resultados esperados. La tutela no ha servido, porque durante mucho tiempo la previsión por parte de los fabricantes ha sido escasa. El éxito logrado por los fabricantes españoles en las máquinas de fuera de carretera -ahora en recesión-, actividad en la que las motos españolas son líderes mundiales, parece haber ocultado la realidad de que estas motos tienen un campo muy limitado, mientras las de carretera, cuya explosión pudo sorprender en Europa hace unos años pero no en España, con la perspectiva del tiempo jugando a favor, tienen un campo de actuación muy superior.

En otros países, como es el caso de Italia, el proteccionismo ha cubierto durante años las motos de cilindradas inferiores a 380 centímetros cúbicos. Por debajo de éstas, los fabricantes italianos han estado protegidos por la Administración italiana, forzándose a los japoneses a instalarse en aquel país para poder comercializar máquinas pequeñas. Las motos grandes eran recibidas sin problemas, pese a que la poderosa y prestigiosa industria de la motocicleta italiana fabrica tradicionalmente motos de grandes cilindradas.

La industria española, huérfana de motocicletas grandes, podría haber sido incluso estimulada con la entrada de motos japonesas -las más baratas, de mejor resultado y mayor número de ventas en todo el mundo- de grandes cilindradas y a precios reducidos. Al no haberse hecho así, el segmento de las motos grandes de importación ha estado en poder de las europeas, mucho más caras y menos atractivas, con lo que el posible estímulo para los jóvenes de comprar motos españolas de cilindradas inferiores para llegar posteriormente a las grandes se perdió por completo. Aunque para ello, obviamente, los precios de esas motos españolas pequeñas habrían tenido que ser muy inferiores a lo que son en la actualidad, situación que tampoco habría gustado a los fabricantes españoles.

En esta situación, los importadores se aprestan ahora a iniciar la batalla de la entrada de máquinas japonesas a través de Estados Unidos. Algunos de los colosos nipones tienen ya fábricas montadas en Estados Unidos, con lo que las motocicletas fabricadas allí pueden eludir la prohibición de importar productos japoneses en una industria globalmente liberalizada. Estos importadores, que se centran en las máquinas de mayores cilindradas por ser las que les dejen mayores márgenes comerciales, no desdeñarán tampoco las más pequeñas, con lo que la industria española volverá a ponerse en evidencia por su falta de capacidad competitiva.

La asociación de fabricantes españoles con japoneses, una de las pocas salidas que aquéllos ven para su deteriorada industria, es lenta y difícil. El carácter del industrial japonés y la mala situación en todos sus aspectos de las industrias españolas aumentan las complicaciones.

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