¿Liberalismo o intervencionismo en lo deportivo?
Las relaciones de la sociedad con los poderes públicos han sido siempre objeto de toda clase de reflexiones. Encontrar la justa frontera entre la acción privada y la pública, entendida en sentido amplio, ha sido permanente aspiración de todo gobernante. El microcosmos deportivo no podía escapar a este dilema. Hoy, frente a situaciones pasadas de índole distinta, corren aires de liberalismo a ultranza en él. La ley del péndulo, desgraciadamente señora de nuestros movimientos sociohistóricos, parece haberse adueñado otra vez del caminar en la configuración de las estructuras deportivas.Dos son los esquemas fundamentales de organización en lo deportivo.
El ejemplo anglosajón es, a grandes rasgos, el reino de la sociedad, con el predominio de pujantes asociaciones y clubes deportivos. Los poderes públicos adoptan en cierta medida una postura abstencionista ante conjunto social tan vivo y pujante. Esta realidad tiene mucho que ver con otras de naturaleza general que caracterizan a este tipo de sociedades.
Por el contrario, en una forma de organización deportiva esencialmente estatista, propia de los países europeo-orientales, los poderes públicos asumen sobre sus hombros la carga del desarrollo deportivo y publican toda esta acción. hasta convertir a sus más destacados practicantes en servidores públicos.
Tales son. en síntesis y con las deficiencias que toda generalización acarrea, los dos grandes ejes por los que transcurren las relaciones entre los poderes públicos y sociedades en el mundo deportivo.
El caso español
Me cuesta acudir a una afirmación que es punto de encuentro. desgraciadamente por lo general. en muchas materias. Pero no queda otro remedio; es la verdad. En efecto, en este extremo el caso español es diferente. Nos encontramos en una situación intermedia y equidistante de las dos esbozadas.
La explosión del fenómeno deportivo se produce en lo fundamental a partir de los años cuarenta. En esta fecha y hasta muy recientemente, fruto de circunstancias muy dispares. nuestras organizaciones deportivas nacieron y crecieron estatalizadas o al menos publificadas, a través en la última fase de su pertenencia al movimiento nacional. Tal penetración de las estructuras paraestatales en las raíces del asociacionismo deportivo, unido a la tradicional debilidad organizativa de nuestra sociedad y a que lo dicho se origina cuando el deporte comienza a adquirir rasgos sociológicos de primera magnitud, trajo consigo, salvo contadas y muy caracterizadas excepciones. un raquitismo en todo lo atinente a organizaciones deportivas -clubes y asociaciones- que no se habían desarrollado o -federaciones- que si lo habían hecho lo fue de la mano y en parte al abrigo de las estructuras paraestatales.
La ley del péndulo
Como este estado de cosas era incompatible con las brisas democráticas y renovadoras que va habían prevalecido. desde hace no muchos años empezó a tomar cuerpo la conveniencia de despublificar las estructuras sociodeportivas y poner en marcha el postulado del deporte desde la sociedad. Esto era muy necesario. Sin embargo, como se ha dicho, la ley del péndulo ha hecho su aparición y por algunos se ha pasado a defender un liberalismo a la vieja usanza en la parcela deportiva, aunque no se emplee este nombre.
Creo, empero, que tal modo de ver las cosas, que si bien empieza a ser frecuente por fortuna es vencible, no favorece al deporte español. Al margen de que el deporte es un acontecimiento socioeconómico de tal entidad que los poderes públicos no pueden desentenderse de él, la acción deportiva en muchas de sus manifestaciones ha sido en España durante años pública o parapública y no procedente de la sociedad, por lo que un liberalismo de repente y a machamartillo crearía desatenciones. La labor de nutrición económica que por otro lado desempeña el sector público lo.hace presente de manera inevitable en lo sociodeportivo. Si a ello se acompaña su cada vez más importante papel de coordinación y planificación y su tarea de suplencia en aquello que la sociedad española y sus organizaciones no realicen, la reacción frente a limitaciones inhibicionistas y a posturas ultraliberales alejadas de lo que ha sido y es nuestra realidad deportiva ha de ser de total rechazo.
Conclusión
Lo deseable es un deporte desde la sociedad, desarrollado por un conjunto social poderoso y emprendedor. Sin embargo, no podemos cerrar los ojos ante los hechos que nos rodean. Esto no se logrará con unos poderes públicos estatales, autonómicos o locales maniatados o inhibicionistas. Por el contrario. su acción ha de ser relevante; de fomento habla la Constitución. A través de ello se ha de lograr que el protagonismo social primero despegue y mas tarde cuaje en frondosa cosecha.
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