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Reportaje:

La colonia francesa de Madrid eligió a Giscard d'Estaing por abrumadora mayoría

Con un tono de voz grave y monocorde, Dominique Gaffory, cónsul general de Francia en Madrid, anuncia, a las 20.30 horas del domingo, los resultados de los comicios presidenciales celebrados en los locales del consulado francés en la capital de España: Valéry Giscard d'Estaing, 780 votos; François Mitterrand, 377. Como ocurre casi siempre, los franceses residentes en el extranjero -en España mayoritariamente ejecutivos de las multinacionales francesas- han votado más a la derecha que sus conciudadanos de la metrópoli.

En Madrid, como en los otros nueve consulados galos de España (Alicante, Barcelona, Bilbao, Málaga, Palma de Mallorca, San Sebastián, Sevilla, Tenerife y Valencia), los electores censados entre los 44.000 franceses registrados en nuestro país, que no hubiesen ya votado otorgando un poder, pudieron ejercer el domingo su derecho al voto.De hecho, de los 5.100 franceses en edad de votar, residentes en Madrid y las once provincias de su entorno, sólo 1.576 figuraban en la lista electoral, y tan sólo 1.188 depositaron su papeleta en la urna instalada en el moderno edificio de L'Union des Assurances de Paris (UAP), en el paseo de la Castellana.

La participación alcanzó un 75%, 16 % menos que al norte de los Pirineos. Claro está, que algunos electores tuvieron que recorrer varios centenares de kilómetros desde su lugar de residencia, Cáceres, Salamanca o Valladolid, por ejemplo, hasta el colegio electoral.

Después de someterse a un doble control de identidad y nacionalidad a cargo de un personal voluntario del consulado y en bajada, incluidos varios gendarmes de paisano, el elector francés subía al primer piso donde, bajo el eslogan alentador Français de l'etranger: Votez! (Franceses en el extranjero: Votad!) y los carteles de un Mitterrand y Giscard sonrientes, cumplía con su deber.

Rafael, español casado con una francesa, echa pestes de los compatriotas de su mujer: no le han dejado franquear la entrada del edificio. Sólo los ciudadanos franceses, si se exceptúa a los dos guardias civiles de guardia ante la puerta, tienen acceso a los locales del consulado.

Incredulidad

Media hora antes de que el cónsul leyese los resultados madrileños, los curiosos apiñados en torno a los transistores habían comunicado a voces la noticia al centenar largo de personas reagrupadas en el hall del consulado: ¡Mitterrand ha vencido!Si se exceptúan algunas lágrimas de emoción y escasos brotes de entusiasmo, la mayoría de los asistentes acogen con evidente desagrado la victoria del candidato socialista. Pero, más aún que el disgusto, predomina un sentimiento de incredulidad, casi de estupefacción.

Sin embargo, las proyecciones electorales de las distintas emisoras francesas se afinan y coinciden. No cabe duda: Mitterrand será presidente.

A medida que la noticia se confirma, los ánimos se serenan. Dos ejecutivos de las sociedades Saint-Gobain y Rhône-Poulene ironizan incluso sobre la próxima nacionalización de sus empresas, prevista en el programa de Mitterrand, y, entre los curiosos congregados, más de uno anuncia, medio en broma medio en serio, su intención de cambiar el lunes sus francos en el banco. Todos, eso sí, se interrogan con preocupación sobre la posible entrada de los comunistas en el Gobierno.

Dos funcionarios, de evidentes simpatías socialistas, se refugian en una habitación, lejos de las miradas de sus superiores, para poder dar rienda libre a su alegría, mientras una española casada con un francés y que posee la doble nacionalidad se pregunta en voz alta si no se ha equivocado votando a Mitterrand, «porque ha declarado que no concederá la extradición de terroristas vascos y restablecerá el estatuto de refugiado».

En la mesa electoral, las caras austeras y tensas no expresan el menor comentario, aunque se puede suponer que el éxito socialista no les satisface. «Casi todos los integrantes de la mesa son destacadas personalidades de la Cámara de Comercio, de ahí su ideología derechista y mi enérgica protesta durante la primera vuelta por la designación parcial de sus miembros», afirma Michel Combes, catedrático del Liceo Francés y representante en Madrid del Partido Socialista.

Champaña socialista

Pero ahora ya no merece la pena quejarse -incluso en Madrid Mitterrand ha obtenido más sufragios de los esperados- y Michel Combes, sonriente, invita a su casa a descorchar el champaña.

El cónsul de Francia, jefe de la colonia francesa en Madrid, ha acabado casi de leer los resultados que serán enviados esa misma tarde por télex a París, mientras la radio francesa transmite unas declaraciones triunfales del líder comunista Georges Márchais.

Los asistentes se separan, en pequeños grupos, rumbo a sus casas, donde seguirán por la radio las peripecias de la noche electoral, y con, el claro sentimiento, expresado frecuentemente en voz alta, de que «algo decisivo ha cambiado en Francia».

«Esto, sin embargo, no es bueno para España», nos dirá un francés residente desde hace largos años en Madrid y que por sus negocios ha tenido un intenso trato con los militares españoles, «porque algunos círculos castrenses se pondrán aún más nerviosos de lo que ya están, al creerse que esta elección es el primer eslabón de una cadena marxista que puede amenazar a la Península».

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