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Entrevista:

"No creo que los Pulitzer vayan a sufrir un deterioro por el escándalo del «Post»"

Warren L. Lerude, premio Pulitzer de periodismo en 1977 y jurado de este premio en 1980, considera que el falso reportaje escrito por Janet Cooke en The Washington Post, que fue galardonado con el Pulitzer este año, ha mostrado un serio fallo en el proceso para conceder los premios, si bien asegura que este hecho no va a suponer un deterioro de los premios Pulitzer. En una entrevista concedida a EL PAIS, en Pamplona, en donde se encuentra invitado por la Universidad de Navarra, Warren L. Lerude, 43 años de edad, ex director de varios periódicos americanos, colaborador actual del suplemento dominical de The New York Times y profesor de Derecho de la Información en la Universidad de Nevada, considera que el periodista está actualmente en una situación precaria, aunque la Prensa, en su opinión, continúa siendo un medio poderoso.

Pregunta. ¿Qué son los premios Pulitzer y qué incidencia tienen en el periodismo americano?Respuesta. No me atrevo a extremar su importancia. Creo que más vale que me quede un poco corto. El premio Pulitzer en EE UU se considera como el mayor premio que se puede conceder en el periodismo. Pero diciendo esto yo, habiendo ganado uno, me resulta un poco incómodo, molesto. Sin embargo, en el consenso general, es el premio de mayor importancia, sin olvidar que es sólo eso, un premio.

P. El escándalo originado este ano, a raíz del falso reportaje publicado en el Washington Post, que fue galardonado con un Pulitzer, ¿puede modificar estos criterios de este premio?

R. En las ocasiones en que yo he participado como jurado lo que trataba de hacerse es buscar aquellos artículos que nosotros, como periodistas, consideramos que representan un gran esfuerzo profesional entre nuestros colegas. Pienso que el proceso de concesión de los premios Pulitzer de este año nos ha mostrado unos puntos débiles, una mala comunicación entre los miembros del jurado y el consejo consultivo, que es el que establece el veredicto final.

No pienso que a la larga los premios Pulitzer vayan a sufrir un deterioro por el escándalo del Post. Pulitzer seguirán existiendo, se prestarán a la controversia, como ha sucedido hasta ahora, pero el proceso de conceder un premio va a tener que ser fortalecido, tendrá que ser más estricto. Este año, el error ha existido -aunque no sé si error es la palabra más idónea-, y la conclusión es que quizá debe haber una mayor complejidad en el estudio de los trabajos candidatos a un Pulitzer. La situación del Post nos li a mostrado un serio fallo en el proceso de conceder un premio, pero los muchos años de prestigio social de los Pulitzer no van a salir perjudicados.

P. El escándalo originado por la falsa historia publicada en el Washington Post, escrita por la periodista Janet Cooke, ¿puede perjudicar la credibilidad de los periodistas ante sus lectores?

R. Pienso que la credibilidad de los periodistas en todo el mundo, lo mismo en Washington que en Madrid o Pamplona, es lo más importante para los periodistas. Nosotros establecemos nuestra credibilidad con cada uno de los números del periódico que salen a la calle, con cada una de las noticias que se publican, con cada párrafo, con cada frase, con cada hecho. Como periodistas, estamos siendo puestos a prueba constantemente por el público lector, que es escéptico y debe ser escéptico. Por tanto, dejando al margen lo sucedido en el Post, nuestra credibilidad ha estado siempre bajo ataques en muchos frentes, hablando históricamente. Lo del Post va a armar más a nuestros críticos, les va a dar nuevas municiones para atacarnos. Quizá de ahora en adelante tengamos que trabajar un poco más para ganarnos la credibilidad, porque pienso que lo del Post ha significado un duro golpe a nuestra armadura.

P. ¿El hecho de inventarse un artículo de investigación responde a la necesidad de un periodista concreto para abrirse camino en la profesión o es consecuencia de la gran competencia entre las empresas periodísticas americanas?

R. Pienso que no es una cosa ni otra. Durante siglos, y de forma más intensa en las últimas décadas, ha habido un periodismo excelente, no sólo en las guerras mundiales, sino en épocas de paz, mediante el trabajo de profesionales dedicados, honrados, que no han tenido que acudir a invenciones. Que un artículo inventado haya llegado a conseguir un Premio Pulitzer es algo único hasta ahora. En mi experiencia a través de los años como periodista jamás había visto nada parecido hasta el momento. He trabajado con periodistas experimentados y también con novatos, que se encontraban en situaciones duras, y nunca vi nada parecido a lo del Post. No quiero minimizar el tema; considero que es de suma gravedad. Simplemente quiero decir que nunca había visto nada semejante.

P. Usted ha asegurado durante una intervención en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Navarra que el periodismo es una profesión precaria, pero que la Prensa es un medio poderoso. ¿Cómo debe entenderse esta aparente contradicción?

R. Quizá los periodistas no debieran estar en una situación precaria, pero lo están. Un periodista de Los Angeles Times, que escribe artículos y se publican, puede considerarse como una persona influyente, ya que hace circular unas ideas. Pero si ese mismo periodista con ese puesto influyente, y digo influyente en el sentido de que puede poner en circulación ideas, no que tenga una influencia personal sobre los políticos u otras personas, puede sentarse en la celda de una cárcel durante muchos días, quizá eso sí sea una contradicción. Pues bien, este caso tiene nombre: William G. Farr, que pasó 43 o 47 días en la cárcel, no lo recuerdo con exactitud, y todo el poder que se considera que tiene Los Angeles Times no le sirvió de gran ayuda mientras estuvo preso. Farber, de The New York Times, encarcelado en Nueva Jersey, es el mismo caso. Evidentemente, la Prensa tiene una fuerza y un poder extraordinarios, pero al mismo tiempo se limita a ser una institución más en la trama de la sociedad. Tiene unos controles, unas limitaciones que actúan sobre ella, y que esto suceda así me parece correcto.

P. ¿Cuál es el papel del ombudsman en los periódicos americanos?

R. El ombudsman es el llamado representante de los intereses del lector dentro de la estructura de la Prensa. Este es un personaje que ha surgido en la Prensa americana de los últimos años, como consecuencia de su aparición en la Prensa europea. La teoría es que debe haber alguien que sea independiente, es decir, que tenga independencia de criterio frente al diario, a quien pueda recurrir el lector para plantearle los problemas que pueda observar en la publicación. Este es un concepto muy noble, pero en la mayoría de los periódicos del mundo si, por ejemplo, tuviesen veinticinco periodistas de plantilla y el presupuesto les permitiese contratar una persona más, probablemente preferirían contratar a otro periodista que gastarse el dinero en tener un ombudsman. Por tanto, el ombudsman tiende a ser una persona que se encuentra solo en los grandes periódicos metropolitanos y sigue siendo relativamente rara su presencia en los diarios. En la mayoría de los periódicos se fian, de una manera bastante eficaz, de la opinión de los taxistas, de los neurocirujanos, de los carpinteros, de las suegras, de cualquier persona que pueda comunicarse. También, evidentemente, las cartas al director son muy tenidas en cuenta por los directores. Los periodistas son, quizá, la única profesión que no sólo pide críticas al público, sino que, además, las publica y permite su comunicación a todos los lectores del periódico. No hay ninguna profesión que acepte las quejas de su trabajo de esta forma y que las haga circular entre sus propios clientes. ¿Se imagina usted un médico o un abogado que pidieran quejas a sus clientes sobre su trabajo profesional y que luego las enviaran a su clientela a través de una circular? El del periodismo es un caso único. De todos modos, y volviendo al principio, pienso que en los periódicos en los que no existe un ombudsman tienen un proceso crítico muy efectivo.

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