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El Zaragoza no dio guerra en Chamartín

El Zaragoza no dio apenas guerra en Chamartín. Casajús, sobre quien quizá injustamente se ha creado una leyenda de leñero, no dio una mala patada a nadie. Fue amonestado, pero por obstrucción. El Madrid, en un partido con grandes dificultades, por el estado del terreno, supo sobreponerse a las circunstancias adversas, y en el primer período resolvió el encuentro. La temprana baja de Pineda, lejos de ser un obstáculo para el conjunto, fue una ventaja, porque García Hernández fue un rematador mucho más incisivo de lo que habitualmente suele ser su compañero.El terreno de juego, al principio del encuentro, no estaba para florituras. Se temía que ni siquiera se pudiera llegar a las áreas. Era, en todo caso, un encuentro difícil para los porteros. El balón resbalaba sobre la hierba, y todo hacía prever situaciones confusas. La inseguridad con que se movían los jugadores propició ocho córners, cuatro de ellos consecutivos, contra el marco zaragozano en los primeros nueve minutos.

El Madrid no se amilanó ante la tesis de que el charco favorece al que destruye más que al que defiende, y se lanzó sobre la portería de Zubeldia con los naturales trompicones y los consabidos pases, que se quedaban cortos por el impedimento del agua. El Madrid levantó la pelota cuanto pudo, para favorecer los avances, y disparó a gol siempre que se le presentó la ocasión. Del Bosque se olvidó del estado del terreno y jugó con gran sapiencia; Ángel corrió cuanto pudo y Stielike volvió a imponer su genio.

El Zaragoza fió su suerte al contraataque de Valdano y Pichi Alonso; pero tal y como se jugaba era muy difícil llegar a las inmediaciones de Agustín con alguna ventaja. El campo mojado estaba en contra de las avanzadillas con escaso personal. No obstante, Alonso envió fuera, por arriba, un balón en salida falsa del meta madridista, que tampoco el domingo dio sensación de seguridad. Agustín, en ocasiones, parece que se fía en exceso de su altura, y en las salidas se queda corto.

Una de las mejores jugadas del encuentro tuvo como protagonista a García Hernández. Su lanzamiento en plancha produjo un remate que se estrelló en el larguero y que mereció ser gol. El propio García Hernández estuvo a punto de marcar de nuevo cuando el portero ya estaba batido, pero su remate lo desvió un defensor hacia arriba.

El Madrid, en estos momentos, no tiene más que dos delanteros, y ante esa perspectiva es mucho más práctico alinear a García Hernández, que es, por el momento, -mucho más eficiente que Pineda. García Hernández no es hombre que se habitúe a perseguir al contrario en el centro del campo; pero sin esa misión, como falso atacante, dará siempre más resultado que Pineda.

García Hernández, que no ha sido titular nato, que ha perdido una serie de encuentros por una intervención quirúrgica, es en estos momentos el mejor goleador del equipo. Aunque Juanito figura por delante, con diecinueve tantos, nueve de ellos los ha obtenido de penalti, y Santillana, el centrodelantero del conjunto, ha logrado diez dianas, una menos que García Hernández. La elección, pues, para Boskov no debe ser dudosa.

El encuentro fue tranquilo para los madridistas. Dos goles en el primer período les proporcionaron la suficiente tranquilidad para no realizar esfuerzos excesivos sobre un campo que ponía plomo en las piernas. El penaltí que no acertó a marcar Juanito pudo haber puesto el encuentro en disposición de goleada; pero, contrariamente a la costumbre de la casa, no aumentó el marcador sobre la puerta sur.

El Zaragoza, conseguida la tranquilidad de la salvación, no hizo en Chamartín el encuentro ardoroso del Manzanares. Quizá acusó la baja de Víctor, pero quizá tuvo bastante menos ambición que en la jornada anterior.

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