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A la Real siempre le faltó suerte

Hace cincuenta años, la Real Sociedad de Izaguirre, Marculeta, Cholín y Cuqui Bienzobas obtuvo el tercer puesto de la Liga, empatada a puntos con el Rácing y el Athlétic de Bilbao, que le procedieron. El Real Madrid, hace cincuenta años, fue sexto entre diez, a pesar de que en la puerta tenía a Zamora. Hace cincuenta años, Pedro Escartín, que era árbitro de Primera, no hacía primores con los reglamentos, como ahora, pero ya tenía categoría internacional. Hace cincuenta años fue en el Sardinero donde los hinchas invadieron el terreno de juego. No cuentan los cronicones si los entrenadores, como García Traid, lloraban por la pérdida de puntos.

A la Real Sociedad de hace medio siglo le faltó fortuna para ganar el Campeonato de Liga. Como el año pasado. Como se teme que le suceda ahora, cuando en lugar del mítico Cuqui Bienzobas tiene al pequeño diablo López Ufarte. Por entonces, la Primera División solamente la componían Athlétic de Bilbao, Rácing de Madrid, Real Sociedad, Barcelona, Arenas de Guecho, Real Madrid, Real Unión de Irún, Alavés, Español y Europa. En Segunda se produjo el triunfo del Valencia que estuvo escoltado por Sevilla, Atlético de Madrid, Castellón, Spórting, Betis, Oviedo, Murcia, Coruña e Iberia. Ahora, con el tiempo, están mezclados unos y otros y con diversa fortuna.Hace cincuenta años hubo un final de campeonato tan reñido como el actual. Y las gentes ya comenzaban a zurrarse la badana por un gol en fuera de juego o un penalti no señalado. Escartín, Areces, Arribas, Balaguer, Comorena, Coll, Isaustin, Melcón, Montero,Ledemas, Ostalé, Serrano, Quinta, Steimborn, Vallana y Villalta, que eran los árbitros de entonces, también supieron lo que era sufrir con los forofos. Escartín, que ha publicado recientemente el mejor libro de su serie sobre El reglamento del fútbol, biblia balompédica que deberían revisar algunos de los que acuden cada domingo a los estadios para poder opinar con conocimiento de causa, compartió durante años el liderazgo del arbitraje con Melcón. Y, posteriormente, el de la crónica deportiva. Escartín, el sabio del arbitraje, tuvo su jornada aciaga en Alcoy, cuando los jugadores de este club todavía no tenían la moral que les hizo famosos. Quizá fue por eso.

Hace medio siglo, Nogués, Zabalo, Arocha, Sagibarba, Piera y Samitier eran menos famosos que Schuster en Barcelona, pero le echaban al juego coraje y ciencia cada tarde. No necesitaban a Quini, como ocurre ahora, para ganar los partidos. Porque el Barcelona, sin Quini, se quedó en la nada, y con él ha vuelto, incluso, a golear fuera de casa.

Hace cincuenta años no se gritaba el «así, así gana el Madrid», pero los Zamora, Quesada, Prats, Bonet, Leoncito, Lazcano, Olaso y compañia eran gente. Y entre ellos estaba un jugador genial, pero excesivamente peculiar en sus modos vitales, como fue García de la Puerta. El Madrid, que ya entonces se manejaba económicamente -poco después-, se trajo del Alavés a Ciriaco y Quincoces. El Madrid ganó de carrerrilla en 1932 y 1933. Al Madrid nunca le han perjudicado los cambios de régimen.

Hace medio siglo, los entrenadores como Amadeo García Salazar tenían un talante muy distinto al de los actuales. Entonces hasta llevaban sombrero y parecían los lores del banquillo. No lloriqueaban por las derrotas, como García Traid, que se ha puesto en plan plañidera, incluso después de haber empatado en Valencia y de haberse enterado de que el domingo el Madrid no podrá contar con Ángel y Juanito. El Madrid se presentará en su campo, el domingo, debilitado. Al finalizar el encuentro contra el Zaragoza me quedé esperando a la salida del campo para ver si José Vicente Puente, Rafael Gil, Rafael Azcona y Juanito Padilla se encerraban en los Jerónimos por lo de las tarjetas a su equipo, pero se fueron a casa. Ramón Mendoza tampoco pensó en el encierro, porque para eso ganó en la Zarzuela los premios mas importantes.

El Atlético aún puede ser campeón, pero a Cabeza le ha dado por ponerse despreciativo ante tal posibilidad. Su última salida de pata de banco ha tenido como motivo el feliz nacimiento del tercero de sus hijos. Tanto la madre como el bebé -tal y como decían las viejas crónicas de sociedad- gozan de buena salud; pero el sarcasmo del padre alcanza niveles insospechados. Ahora le ha dado por decir que bautizará a la recién nacida como «María de la Federación».

Hace cincuenta años, los futbolistas no habían alcanzado el reconocimiento popular de nuestros tiempos. Los presidentes de entonces tampoco regalaban insignias de oro, como ha hecho Ramos Costa a Cabeza. Había menos histrionismo.

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