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Reportaje:

Una muchacha argelina burla a sus secuestradores y se reúne en Canadá con su marido

Una historia de amor, en la que se mezclan la religión islámica, las costumbres ancestrales del mundo, árabe y la política, al punto de no saberse dónde termina la razón de estado y empieza el drama humano, conmueve actualmente a las mujeres argelinas. Dalila Zeghar, la muchacha argelina secuestrada por su familia, en Canadá, hace dos años, y trasladada por la fuerza a Argelia, para ser ofrecida en nupcias a un musulmán, pudo evadirse esta semana. Un despacho de agencia, fechado en Montreal, revela que consiguió deshacerse de la vigilancia familiar y trasladarse a Canadá, para reunirse con su primer marido, el francés Denis Maschino, a quien conoció cuando eran estudiantes en Argelia.

¿Cuál era el «crimen» de Dalila? Haberse enamorado de un hombre no musulmán, un cristiano, un rumi (término despectivo utilizado para señalar a las personas que no profesan la fe islámica), en contra de la voluntad de su poderoso hermano, Messaud Zeghar, quien sentía como una afrenta humillante para toda su familia el gesto de Dalila.Zeghar, que se llamaba Rachid Casa durante la clandestinidad y fue el hombre de confianza del fundador del primer servicio de inteligencia argelino, Abdelhamid Bussuf, aprovechó tales relaciones para figurar entre los íntimos del fallecido presidente Huari Bumedian y amasar una fortuna colosal. Hombre todopoderoso y temido, propietario de una multitud de empresas y compañías en el extranjero, reinando en pachá sobre su familia, utilizó todos sus recursos para «recuperar» a Dalila. «No puedo más», escribe la muchacha en su cuaderno de notas, «hoy Messaud me ha dicho que mamá está muy grave, que debo volver a Argel para verla antes de que muera; pero yo no le creo. Sé lo que quiere ... ».

En la tarde del 24 de abril de 1978, Zeghar se traslada a Canadá con dos hermanas de Dalila, a bordo de un avión privado. Al día siguiente, los empleados de la policía de fronteras del aeropuerto de Montreal ven llegar a una joven, sentada en una silla de ruedas y con el aspecto de hallarse enferma. Su hermano tiende los pasaportes y explica que Dalila se encuentra mal y sufre físicamente. Toda la familia Zeghar parte para Argel. El rapto se ha consumado.

En realidad no es lícito hablar de secuestro en la medida en que la ley islámica está al lado de Messaud Zeghar. Un secuestro de esa naturaleza es considerado en Argelia como un «asunto privado». En Argelia, como en otros países árabes, el matrimonio entre una mujer argelina con un hombre no musulmán es ilegal. Bajo el código islámico vigente en este país, Messaud Zegliar no ha incurrido en ningún delito y puede, legítimamente, impugnar el matrimonio entre Dalida y Denis. Poco después Zegliar obligará a Dalila a casarse con un profesor argelino.

El secuestro adquiere un cariz político cuando las autoridades canadienses toman cartas en el asunto. Un subsecretario de Estado adjunto canadiense, Georges Blouin, se traslada a Argel para pedir explicaciones al ministro de Asuntos Exteriores, Abdelaziz Buteflika.

Pero las relaciones económicas entre Argel y Ottawa priman sobre el aspecto humanitario. Canadá tiene muy a pecho mantener excelentes relaciones políticas con Argelia.

Dalila consigue hacer llegar una carta a su marido: «¿Qué puedo hacer ahora que estoy entre sus manos?», escribe. «No podré salir de aquí (se refiere a la propiedad familiar situada en el Eulma, cercana a la localidad de Setif); sólo podré salir si acepto el matrimonio que me imponen..., es un ultimátum. No hay ninguna perspectiva para mí, salvo el suicidio... Pero no he dejado jamás de quererte y no te olvidaré... Estoy en prisión..., les odio.... les odio... No confíes en nadie, son muy fuertes y poderosos y me martirizan..., pero antes que saberte muerto prefiero sacrificarme ... ».

Denis Maschino propone convertirse al Islam para recuperar a Dalila, pero su propuesta es rechazada por las autoridades. Una carta personal dirigida a Bumedian no recibe respuesta. Los meses pasan. Dalila es autorizada por su hermano a recibir la visita de un periodista suizo, delante del cual asegura que vive feliz, que nunca fue drogada ni secuestrada y que ha olvidado a Denis... Todo parece entrar en una etapa de normalidad y silencio. El caso Maschino deja de interesar a la Prensa del corazón y las declaraciones del primer ministro canadiense, Pierre Trudeau, en las que reitera que «un crimen cometido en el Canadá no puede justificarse por su absolución ante las leyes ancestrales de otro país... », no suscitan ninguna emoción política. Dalila, con su figura de estudiante serena, sus pantalones vaqueros, sus enormes gafas ahumadas y su hermoso cabello negro, logra burlar la vigilancia el 28 de febrero, reuniéndose con Denis en su hogar de Montreal, estrechamente vigilado por la policía.

. «Para nosotros», aseguró a este corresponsal ayer el encargado de negocios de Canadá, «este asunto no es considerado como un tema susceptible de crear una crisis con Argel, y no pienso que vaya. a suspenderse el viaje del primer ministro Trudeau, previsto para los meses próximos. Nadie nos ha pedido nuestra intervención en este caso». La calma aparente del diplomático puede presagiar, sin embargo, una tormenta política.

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