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Entrevista:

Konchalovski: "En la URSS el director de cine es un niño mimado"

Mil doscientos millones de pesetas, movimientos de 3.000 extras, 10.000 toneladas métricas de petróleo, consumidas en veinte minutos para rodar unas escenas, y un año entero de trabajo, más los dos que requirió elaborar el guión. Este es el total de recursos invertidos en la superproducción de Siberiada, que contabilizó su director, Andrei M. Konchalovski en el encuentro con la Prensa que celebró ayer, aprovechando su estancia en Madrid con motivo del estreno de su película. Su segunda parte se proyectó minutos antes en una sesión especial.

«El director en la URSS es un verdadero niño mimado», contestó lacónico y sonriente Konchalovski. «Yo quería hacer El jardín de los cerezos, con Gina Lollobrigida, pero me enteré de que el comité de cine, que funciona con rango de Ministerio, tenía en proyecto realizar un gran filme sobre Siberia y el hallazgo de petróleo. La idea me interesó y me ofrecí como director. Me aceptaron inmediatamente, pero Gina, cuando le comunique el cambio de planes, me echó las botas a la cabeza».La crítica ha definido Siberiada como una película épica y simbólica, epopeya del pueblo ruso relatada a través de la historia de dos familias siberianas. La ha tachado de filme oficialista y propagandístico, y, al mismo tiempo, los que han visto la segunda parte descubren en ella algunos rasgos de antisovietismo. También se ha comparado con la Iliada, la Odisea y una obra de arte más reciente, Novecento, del italiano Bertolucci.

«Siberiada tiene amigos y enemigos», matiza su director. «En Cannes fue muy bien acogida, y en Rusia, un país enorme y de ritmo lento, todavía es pronto para mediar un impacto, aunque las primeras reacciones han sido polémicas. Por mi parte, nunca pretendí hacer una película contradictoria, sino expresar algo en armonía y de acuerdo conmigo mismo». «En cuanto al paralelismo con Novecento, ambas películas se empezaron a rodar simultáneamente, pero yo intenté tomar en cuenta los errores de Bernardo en cuanto a la duración y a la arquitectura emocional».

«No, no se me ha impuesto la división de la película en dos bloques por motivos comerciales», responde Konchalovski. «Yo mismo insistí en ello porque hay que ser humano con el público y respetar además sus necesidades biológicas».

«Sí; es evidente un cambio de estilo entre la primera y la segunda parte, aunque sin rupturas, dentro de un mismo proceso evolutivo: el pasado está mas concentrado para explicar con mayor detalle el presente».

El cine y la música

Nieto y bisnieto de pintores, hijo de un matrimonio de poetas y hermano de un realizador, Andrei Konchalovski, músico de profesión, afirma componer sus películas como piezas sinfónicas, siguiendo las pautas y la estructura de las obras musicales. «El cine y la música tienen una importante cualidad en común: ambas se desarrollan en el tiempo», dice. «Sin embargo, la música no es siempre imprescindible. Algunas de mis películas no tienen ni un compás musical. Algunas veces, los directores utilizan la banda sonora para disimular sus fallos. Es como la salsa que oculta la ausencia de carne. Pero en Siberiada la música es absolutamente necesaria por la simbología de las imágenes».Precisamente sobre este tema, la utilización de la música en el cine, Konchalovski ha escrito un libro de gran difusión en la URSS, que, según cuenta, causa gran consternación entre les profesores de la escuela oficial de cine, pues los estudiantes lo consultan para combatir las teorías académicas.

Una muestra de la formación musical del director de Siberiada es su consagración a un ambicioso proyecto en el que lleva trabajando cuatro años: el montaje de una ópera-rock inspirada en Crimen y castigo, de Fedor M. Dostoievski.

«En Occidente existe un cliché del cine soviético que lo caracteriza corno un tipo de cine didáctico, aburrido y propagandístico », apunta Konchalovski en torno a la producción cinematográfica en su país. «Es cierto que gran parte de las películas que se producen en la URSS confirman esa idea, pero entre las doscientas que se hacen, por término medio, cada año, más de diez poseen un nivel internacional».

«El cine soviético no es un poste telegráfico. Es una rama más del árbol del cine mundial. También somos personas nosotros», añade irónicamente el director ruso.

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