El pronunciamiento
Madrugada en el paseo del Prado, en Recoletos, en el corazón sombrío de Madrid. Unos muchachos, entre pasotas y progres, venden las ediciones nocturnas de EL PAIS. Los faroles, las farolas, agonizan en su luz como un siglo XIX. Hace frío y la Historia, de pronto, otra vez se ha puesto lóbrega. Hago parar el taxi y me dar. un ejemplar del periódico por la ventanilla. «Adolfo Suárez no explica las razones políticas de su dimisión».Un periódico nocturno por cuyo titular corre el doble estremecimiento de la urgencia y la verdad. Un liberalismo casi romántico, como si el periódico hubiera sido hecho en imprentas carbonarias (y carboneras) del bajomadrid. Una cosa para leer de madrugada, a la luz de gas de un siglo de motines, pronunciamientos y asonadas, el XIX, que todavía nos alumbra. El pronunciamiento, si. El pronunciamiento decimonónico, postromántico, valleinclanesco, la revolución industrial burguesa a la inversa, las «fuerzas en la sombra» (Camacho) pronunciándose en un pronunciamiento silencioso, en una pronunciación sin palabras, sin otras palabras que las muy pálidas de Adolfo Suárez por la televisión (una televisión que funcionase también como con luz de gas). Suárez,o la autocompasión. Juan Benet repugnaba el otro día la autocompasión, muy elegantemente, a propósito de Dostoiewski. Dostoiewski, siglo XIX, la gran novela, la gran mentira, la fe fanática en el yo, que aquí desacraliza Valle-Inclán mediante el esperpento globalizador. (Y Suárez se ha quejado de las críticas globales.) ¿Estamos en La Corte de los Milagros, en Viva mi dueño, en Baza de espadas?
La Corte de los Milagros, corazón sagrado del ruedo ibérico, ha dicho un silencioso viva mi dueño, que no sabemos quién es (esos «poderes en la sombra»), y el grito de la majeza/nobleza se nos queda tallado en la cachicuerna del alma. ¿Luces de bohemia, toda la baraja fáctica a Palacio, qué venden estos chicos si hacía medio siglo que no se pregonaban periódicos por Madrid, y menos de madrugada?
Se siente uno, viajando por un Madrid lóbrego, aterido, pre.oyesco, contrarrevoluclonario,dentro del taxi viejo como un simón, se siente uno, digo, personaje secundario y transitorio de la trilogía de Valle. Los relojes de Banco y Correos mantienen un alto pulso de puntualidad inútil, sacando la noche en vilo. En Gran Vía, a la altura de Callao, las ventas espontáneas de EL PAIS son fogatas de actualidad e inquietud. Se siente uno cogido otra vez en la trampa del salto atrás. Fraga ha dicho que esto es normal y necesario en una democracia. La derecha, los Bancos, el sector reaccionario del Gobierno, están tranquilos. ¿Adónde va este taxi, por qué mueréel alma de gas del XIX en cada farol del Prado, quién ha pronunciado este silencioso pronunciamiento? La involución ofrecida siempre como «normalidad».. «Suárez no explica las razones políticas». Sólo autocompasión. La autocompasión es fácil en literaturay fatal en política. Si no ha dado razones, es que no puede darlas. La inmolación perfecta se rubrica siempre con el mutismo de la víctima. ¿Pues qué quería el personal? Una víctima que se explicase sería el escándalo de la Historia. El Rey va a ir de todos modos al País Vasco. ¿Qué palo de la baraja se ha movido en la brisca conspiratoria de casa de Miguel Herrero, mesa camilla galdosiana y gatos capones por decencia católica?
El nacional misticismo, seráfica madre, no hace sino patrocinar la adoración reparadora del capital, de los Bancos, de los empresarios (también muy tranquilos). Dónde vas, Adolfo Suárez; dónde vas, triste de ti. Vuelve uno, cadáver de taxi, como de la gran farra reaccionaria de España. Ya estamos de nuevo en poder del poder. Pero ha sido una noche muy siglo XIX.
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