Operación peligrosa
El Levante pudo superar en Vallejo el trauma que le supuso abandonar el viejo campo del Camino Hondo. El Levante no ha podido solventar el trance de perder el entrañable y familiar Vallejo por un campo de cierto respeto. El Levante con su cambio de casa se desclasó. Los hinchas levantinistas estaban más cerca del mar que del secano. En el Nuevo Estadio perdió la cosecha de incondicionales. Su vida en los últimos años ha sido de depauperación.El sino del Levante desde el viejo grito de «Agustinet bombetja», es decir, de la fórmula del balón alto para entrar al remate en tromba con el estallido de las gradas al unísono, ha sido querer y no poder. En los viejos tiempos de Augusto, Tur, Dolz, Alepuz, Navarro y Morera el Levante era una cosa auténticamente familiar. Y se mantenía discretamente porque había gente que hacía profesión de fe con los colores azulgrana. Con los Rodri, Céspedes, Pedreño, Calpe, Castelló, Camarasa, Vall, Domínguez, Wanderley, Currucale y Serafín se vivió en Vallejo los momentos de mayor gloria. Y continuó siendo el club cosa de familia.
La fortuna del Levante cambió con la llegada de ciertos advenedizos que lo llevaron a la ruina económica y deportiva. Ahora quiere, con Cruyff, reeditar el fichaje de Wilkes. Es una operación peligrosa. Con Cruyff corre incluso el riesgo de ascender a Primera, y no parece éste momento oportuno. Al Levante no le van las grandezas, y lo del holandés errante es un delirio.
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