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García Remón y Juanito impulsaron al Madrid

El Madrid recuperó el domingo parte de su potencia, pero quien puso en marcha el motor fue Mariano García Remón. En un encuentro en el que la estrella indiscutible fue Juanito, García Remón, a mi entender, contribuyó al triunfo en un porcentaje superior. Con el empate en el marcador el guardameta madridista tuvo que resolver el peor compromiso de la tarde. Al detener un penalti lanzado por Yiyi el Madrid se encorajinó y encarriló el partido. El Sevilla no fue un enemigo fácil, pero, por una vez, los de Chamartín supieron mejorar el mediocre nivel en que se habían sumido.

El portero, ante el penalti, es siempre una figura goyesca del 3 de mayo. Está ante el paredón dispuesto a recibir el tiro de gracia. Y las más de las veces levanta los brazos instintivamente porque no sabe cómo evitar la muerte, que en su caso es justamente detener el tiro. García Remón no salió a preguntarle a Yiyi por dónde iba a lanzar, ni usó de ninguna treta psicológica. Sumisamente se situó en el centro de la portería. Su gesto aparentemente era de conformismo. Iba a tirar un zurdo, que siempre es menos transparente en sus intenciones. Yiyi le dio al balón sin demasiada fuerza, pero esquinó el disparo lo suficiente. García Remón tuvo la intuición necesaria para adivinar la dirección del esférico y logró despejarlo. El partido iba a ponerse cuesta arriba para el Madrid. Y no se puso gracias a Mariano, al que creo que el público madridista no ha valorado hasta la fecha en toda su dimensión.

Mariano García Remón tuvo, como todos los porteros, un par de dudas, pero estuvo acertado en el momento crucial y ello sobra para catalogarle como un guardameta providencial. Es, además, de los pocos que en la actualidad es capaz de blocar un balón.

Pero si la acción de García Remón fue el acicate que necesitaba el Madrid para despertar, Juanito fue el feliz realizador de la tarde. No se prodigó en exceso el exterior madridista, pero como en sus mejores tardes usó la cabeza. ¡Ya era hora! Juanito supo jugar para el equipo. No fue el avaricioso que busca la pelota en la zona de nadie para evitarse compromisos. La soltó con inteligencia para que, entre otras cosas, volviéramos a ver a Santillana en tono distinguido. Juanito, además, logró dos disparos que fueron dos goles de antología. Uno de ellos me recordó al viejo Oscar Mas, el último jugador capaz de empalmar sobre la marcha y desde fuera del área.

El Madrid fue más equipo que otras tardes, y, sin embargo, acabó apuradamente. El Sevilla dio mucha más guerra que en su visita al Manzanares. Y sobre todo en el segundo tiempo. El Sevilla fue menos incisivo con Morete que con López, y Alvarez contribuyó a darle al ataque un mayor empuje. Los cambios realizados por Miguel Muñoz tuvieron un sentido más práctico que el de Boskov, que envió a Gallego a la caseta para que Pérez García reforzara la cobertura. Boskov se asustó cuando el Sevilla se decidió a buscar la portería madridista con más ahínco. Hasta entonces Camacho jugó en una posición móvil para seguir de cerca a Montero, y Angel, por perseguir a Joaquín, se colocó más de una vez de auténtico lateral izquierdo. La anómala situación defensiva produjo algún boquete en el centro de la defensa del Madrid, que no se tradujo en nada práctico porque Morete fue casi nulo. El refuerzo de Pérez García me pareció inocuo, porque lo que necesitaba el equipo era seguir creando juego, y Gallego, aunque parece que ha bajado sensiblemente su tono de futura estrella, supo servir balones a los delanteros con precisión e inteligencia.

Madrid y Sevilla estrellaron, una vez cada uno, el balón en el palo, y tanto Buyo como Remón tuvieron que realizar grandes paradas para evitar más goles. El partido tuvo interés, rachas de buen juego y goles. Entre el público hubo satisfacción general.

Tras una serie de tardes tediosas, el fútbol vivo volvió a renacer. Los mejores momentos del Madrid fueron aquellos en los que, pese a marcar hombre a hombre, se quedó con sólo tres jugadores atrás. El miedo, la precaución, está más que demostrado que encorsetan el juego. Por eso seguiré sin entender la tendencia de Boskov a sumar defensas. El Madrid en casa no puede ser un conjunto encogido.

Muñoz, del que se habla como futuro entrenador madridista, planteó el encuentro con habilidad. Con escasez de recursos llegó a hablarle de tú a un equipo que no quiere despedirse aún del triunfo final.

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