¿Bosteza España?
Juan Luis Cebrián nos ha ofrecido un libro de reflexiones suyas sobre el proceso de la transición, el contenido de la reforma política y los problemas pendientes de la actualidad. Escribe el autor, a vuela pluma, con pasmosa agilidad y selecto vocabulario, analizando las situaciones de España. Cebrián sugiere más que dogmatiza. Incita al examen de los temas, esperando que el lector aporte sus puntos de vista. Todo buen libro político debe insinuar e inquietar, más que asentarse en dogmatismos o apololéticas. Lo que ha motivado la redacción de este libro es, seguramente, el profundo desengaño que en muchos sectores puede observarse hoy día respecto a la cosa pública y a las instituciones de la democracia. Se habla del desencanto general. Un agudo comentarista me decía que era en realidad un desencuentro lo que motiva el escepticismo ambiente. Una falta de congruencia entre lo que la sociedad espera y lo que el régimen ofrece. De esa distonía proviene el clima enrarecido en que vivimos. Hoy no se toma en serio por mucha gente lo que se expone como programa o como proyecto. El reciente referéndum del Estatuto gallego, con su escandaloso porcentaje de abstención, que lo descalifica en cuanto al soporte popular -menos del 20% del censo de votantes-, es una prueba evidente del anterior aserto. La gente no vota porque lo que se le pide que apruebe o rechace no va con ellos o no les interesa. Síntoma que revela una mala salud política básica.Se habla en el libro de las responsabilidades de la clase política, tema que ahora aflora cada momento en la Prensa cotidiana. Pienso que esta atribución de culpas es simplista e infantil, y podía extenderse con las mismas argumentaciones a los demás estamentos del país. ¿Pues qué es una clase política sino una radiografía de la estructura sociológica nacional? Los políticos son el refleio del brote natural de las tendencias existentes a la opinión como la mano humana es el quíntuple y flexible remate del brazo. Pensar que a ellos solos corresponde la culpabilidad de lo que no va bien en la situación pertenece a ese género de atribuciones tan frecuentes en nuestra idiosincrasia de buscar un culpable de las cosas. ¿Quién tiene la culpa de los males de la situación presente? ¡Los políticos!, se contesta. ¿Y los demás sectores corresponsables de la marcha equivocada o peligrosa de la cosa pública? ¿Se quedarían tan satisfechos de esa identificación? Cebrián no entra en ese tiro al blanco contra los líderes y se limita a señalar las contradicciones que observa en sus distintas actitudes a lo largo del último cuatrienio, y en especial a partir del retroceso de las libertades de expresión, visible desde 1979 a esta parte así como de un ambiente inequívoco que se percibe de autoritarismo difuso y creciente. Señala, asimismo, el tema visible de la crisis de los partidos y de sus abultadas tensiones internas. Felipe González, que asistía a la reunión en que se presentaba el libro, opinaba que ya era mucho pedir que la clase política y los partidos hubieran podido protagonizar el tránsito a la democracia con un mínimo de violencias y llegar a consensuar la Constitución y el pacto de la Moncloa, después de cuatro décadas de inexistente vida democrática.
¿Qué soluciones propugna el libro de Juan Luis Cebrián? Pocas de orden concreto. Ni siquiera que cristalice el fantasmagórico partido radical, refugiumpeccatorum de liberales, republicanos de izquierda y azañistas laicos y críticos, juntamente con otros sectores marginados y algunos libertarlos intelectuales; importante y numerosa grey hoy desparramada en círculos de vida interior o en columnas de meditación. El mensaje final del libro es el mismo de la emancipación norteamericana de hace doscientos años: «The pursuit of happiiness». El logro de la felicidad. O el derecho a lograrla en el ámbito de «una democracia joven, progresista y nueva, en vez de consolidar una democracia controlada y obsoleta, atenazada por los profesionales del poder; una democracia antipática y antigua». La moral de felicidad popular que sugiere Cebrián es «una que esté exenta de temores en su construcción y en su definición». Es decir, que contenga también el principio wilsoniano del freedom from fear, la liberación del miedo, de ese temor que todavía constriñe de modo ostensible los intentos de profundización democrática de la sociedad española.
Cebrián observa y escribe desde la atalaya específica de un director de periódico. Es un punto de vista privilegiado y condicionante. Como en el relativismo de la física de Einstein, el observador de un fenómeno influye con sus propias coordenadas de espacio y tiempo en la descripción de lo que ve. No hay crítica químicamente pura de los hechos políticos de una época. El prejuicio es inevitable y necesario. El hombre que escribe en la Prensa y que asume la responsabilidad de un diario tiene una visión de la política distinta de la del que protagoniza esa actividad abajo, en el ruedo de las pasiones de cada día. El electorado, luego, sigue o no sigue las opiniones de unos y otros. Con frecuencia ocurre, como recientemente en Estados Unidos, que los dos o tres grandes periódicos de la nación apoyari públicamente al presidente saliente y el arrollador resultado se inclina del lado opuesto. No son análoc,as las razones que incitan a escribir un editorial político que a pronunciar un discurso parlamentario o mitinero. Alguien calificó al libro de Juan Luis de efitista, de escrito por y para el aristocratismo sutil de los selectos. Puede que sea cierto, desde el punto de vista formal de no ser un panfleto. La poética cita que rotula el volumen quizá llegue a inducir a error en cuanto a suponer que es simplemente un bostezo lo que califica el talante de los españoles en estos momentos.
¿Bosteza realmente la España presente? «La France est une nation qui s'ennuie», exclamaba Alplionse de Lamartine en la Cámara de los Diputados, en enero de 1839, bajo el orleanismo. Eran otros tiempos y otras circunstancias. Puede que incite al bostezo el contenido de muchas sesiones de nuestro Parlamento, donde los grandes temas nacionales aparecen solamente a ráfagas y quedan hibernados enel congelador reglamentista. Aburridos son también muchos planteamientos públicos de partidos y de sectores sociales formulados en lenguaje anfibológico y ajeno a las realidades vivas, que ésas sí son perfectamente inteligibles. Bostezables son, asimismo, muchas páginas de la prosa oficial dte los boletines. Pero esa parcela que incita al hastío y a la d'orsiana oceanografía del tedio no cubre sino solamente una limitada parte de la actividad pública nacional.
La inmensa mayoría del pueblo español no bosteza ni se aburre. Lucha por sobrevivir en condiciones difíciles y patéticas, que pueden llegar a cifras límites del desempleo en los próximos meses. Adivina un túnel sombrío de agobios económicos, de carencias energéticas, de precios disparados que podría prolongarse durante varios años, en medio de un mundo circundante afectado de los mismos males. Siente en su piel un estremecimiento que viene de fuera y que le revela el alto grado de tensión internacional que se comunica a todos los pueblos en la interdependiente comunidad en que vivimos. Piensa o intuye que solamente dentro de sí encontrará la fuerza que necesita para salir adelante de tales trances, y que, en último término, nadie sino nosotros mismos habremos de buscar las soluciones, aunque éstas sean ásperas, difíciles y coyunturales en muchos aspectos.
El libro de Cebrián es un alegato en favor de la modernidad de nuestro Estado, de la modernización de nuestra mentalidad social. Si no se supera la miseria ideológica no se logrará el progreso de la sociedad de libertades. Hay que aceptar las grandes transformaciones que traen las crisis: la energética, la tecnológíca, la del poder internacional, la del desequilibrio Norte-Sur, la del Tercer Mundo, y asumirlas en lo que tengan relación con nuestro contexto nacional. ¡Qué enorme tarea! No habrá en ella sitio para el bostezo ni para el aburrimiento. Sí, en cambio, para la solidaridad de la que tanto se habla y que se genera, esencialmente, en el empeño de socializar los proyectos comunes y de integrar en estas tareas a la gran mayoría de la colectividad.
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