Luis de Carlos no acepta cenas con "botifarra"
Luis de Carlos le dijo a Alfonso Cabeza que de grandes cenas están las sepulturas llenas. Y, naturalmente, no compartieron mesa y mantel las directivas del Madrid y el Atlético la vispera del derby. Luis de Carlos quiso mantener las costumbres de Santiago Bernabéu de no mezclarse con el enemigo. Pero sí cometió el error de acudir al palco que nunca pisó su antecesor. De Carlos tuvo que soportar gritos del público y gestos del presidente adversario. Afortunadamente para él, los cortes de manga de Cabeza fueron para mí. Pero hizo bien con no acudir a la cena. La «botifarra», de noche, puede ser indigesta.
Alfonso Cabeza estuvo la pasada semana en América y, por tanto, leyó EL PAIS del martes con varios días de retraso. Y, por lo visto, los curritos con retraso duelen más. A Cabeza le dolió que le reprochara el corte de mangas al penalti fallido de Kempes. Pero le debió sentar peor que le mentara a un directivo de la etapa anterior con el que forzosamente había de resultar comparado dado su afán protagonista. Y Cabeza, que es joven apuesto, con flequillo, dicharachero, marchoso y cómico-taurino-musical, se mosqueó conmigo.Pero el causante de la ira del patrón atlético -si fuera madridista su ira sería santa- no fui yo, que fue Luis de Carlos, que no quiso cenar con él en la víspera del partido. Alfonso Cabeza no conoce la tradición. No sabe que, por ejemplo, Raimundo Saporta la única vez que aceptó recibir a Santos Campano lo tuvo más de media hora haciendo antedespacho, y que Santiago Bernabéu no iba nunca al Manzanares. Entre otras cosas, porque ese campo, con Calderón, quiso compartir las finales de Copa, que eran un buen negocio, y hasta los primeros de mayo, que proporcionaban influencias.
Luis de Carlos se sacó la excusa de que tenía comprometida la velada con una peña. Cabeza lo tomó muy a mal. Tanto que se pasó todo el domingo repitiendo a los informadores que, de haber sabido que no había costumbre de reunirse a cenar, habría preparado una merienda. El presidente del Atlético encajó muy mal el desaire del Madrid, que podía haber quedado mejor de echarle la culpa a la próstata, que es tema que Cabeza habría entendido mejor, dada su condición de médico. Además, porque al director de La Paz le gustan los temas escatológicos. Y como prueba la reacción que tuvo cuando le marcaron el gol a Aguinaga. Según Cabeza, a su guardameta le hicieron una testiculoctomía. Hay que tener mucha práctica en los reconocimientos oculares para calibrar a casi cien metros de distancia que a un portero le han dado en uno. Claro que Cabeza, que es médico forense en Alcalá de Henares, debe de ser ducho en certificar defunciones por pérdida de atributos.
Luis de Carlos se tuvo que poner a mirar hacia el fondo norte cuando Cabeza, con el micrófono de José María García delante, se puso a hacerme cortes de manga. Iñigo Cavero, ministro del deporte, se puso a mirar hacia el lado contrario para no enterarse de lo que ocurría. Luis de Carlos llegó a pensar que, naturalmente, las repetidas «botifarras» que me mandó tenían alguna intencionalidad madridista.
Y Luis de Carlos se limitó a definir el suceso con una palabra: «lamentable».
José María García se quedó de una pieza cuando vio cómo a Cabeza se le quedaba una especie de tic en el brazo. Por la noche nos reunió a los dos en Radio Madrid y le dio un repaso al doctor. Pero tuvimos piedad con él. Como la tuvo Héctor del Mar cuando, a las once de la noche, me hizo intervenir en su programa de Radio Intercontinental con Cabeza en el estudio.
Y es que con el presidente del Atlético no se puede uno tomar las cosas en serio. Toda su preocupación cuando nos vimos en Radio Madrid era preguntarme: ¿Te has cabreado? Me cansé de decirle que no, y que ya nos veríamos para tomar unas copas. Pero José María sí le tiró un par de andanadas. Una de ellas, ésta: «Resulta que me he pasado el tiempo protestando por los presidentes del puro y ahora nos ha venido uno "botifarra" en ristre».
La verdad es que a mí Cabeza no me irrita. Pero conviene darle algún cachete. Esta semana se queda sin postre; es decir, su nombre no sale en los titulares. Este sí es un ataque directo a su vanidad. Y basta por hoy.
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