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La exposición del anticuario, un intento de convertir un museo en feria comercial

El madrileño medio que acuda a la exposición del anticuario español, Feriarte IV, inaugurada ayer, no podrá comprar antigüedades de alta época ante el precio prohibitivo que tienen la mayoría de las piezas expuestas. Para equilibrar esta situación, los anticuarios, y sobre todo los almonedistas expositores, han acudido este año con numerosos muebles, pinturas y objetos de los siglos XVIII y XIX y con manifestaciones de arte popular, de forma que la feria no sólo sea un museo donde se pueda apreciar un cuadro de Zurbarán o una cabeza romana del siglo I, sino donde también se pueda apreciar una jarra de vino de Sierra de Gata o una muñeca china de la época de nuestras bisabuelas.

La exposición del anticuario español, que se celebra este año por cuarta vez, es, al parecer, un buen negocio a la vista del interés del sector por este tipo de ferias. Según el presidente del comité organizador de Feriarte IV, Antonio Díaz Casariego, «doce días de feria significan para el expositor una venta similar a la que haría durante tres meses en su negocio».Esta apreciación, según parece, es corroborada, en mayor o menor medida, por los participantes, entre los cuales no faltan los que dicen acudir a Feriarte únicamente por prestigio, ya que no cubren ni los gastos de la caseta. «De todas formas», dice el presidente, «es muy difícil saber lo mucho o lo poco que han ganado, ya que no suelen comentarlo con nadie. Y no hay que olvidar que el fruto de la feria no termina con la exposición, sino que muchos clientes acuden después a los comercios».

La compra de las piezas a coleccionistas privados, a instituciones religiosas o en subastas supone, según los anticuarios, una alta inversión, «entre otras cosas, porque en España no hay muchas piezas que se comercialicen». En esta exposición, a la que acuden 130 anticuarios y almonedistas, el 40% de lo expuesto es importado, según manifestó Díaz Casariego.

A estas inversiones se suman los impuestos de lujo cobrados por el Estado sobre la venta de una obra de arte, que, a partir de ahora, van a ser cobrados escrupulosamente. Según informaron algunos anticuarios, este impuesto se eleva al 26,60% del precio de la obra antigua, lo que supondrá un sensble aumento de los precios.

No es extraño, por tanto, que, junto a anticuarios que exponen un cuadro de Zurbarán representando a san Francisco de Asís, un grupo de porcelanas del Buen Retiro o un busto del siglo II, haya numerosos expositores y almonedistas que han llevado multitud de piezas que, aunque caras, pueden ser compradas por un mayor número de personas. «El anticuario español está poco especializado y por eso este tipo de muestras no son como las que hacen los anticuarios ingleses, en donde no se expone nada posterior al siglo XVIII. Este año, por ejemplo, el 30% de los ex positores son alnonedistas a los que no se les exige tanta antigüedad en sus muebles, aunque desde luego no se les permite que traigan muebles contemporáneos», manifestó el presidente del comité organizador.

Al margen de la antigüedad del objeto, este año se ha notado un descenso en la comercialización del arte religioso y un aumento en la exposición y venta de objetos pequeños, tales como relojes, pipas o figuras de cerámica. La razón podría estar, como comentó uno de los expositores, en que el tamaño de las viviendas no permite tener antigüedades, por lo que los bargueños, secreteres, arcones, bibliotecas o biombos parecen estar únicamente a disposición de aquellos con viviendas señoriales.

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