Madrid-Hércules, interés en los transistores
Los campos de fútbol son como las playas de los años sesenta; los graderíos se han llenado de transistores. Para paliar los largos ratos de general aburrimiento, los espectadores se colocan el sonotone de «Carrusel» y «Tablero», para ver cómo marchan las cosas en otros sitios, puesto que las que tienen delante no les van. En los viejos tiempos del marcador simultáneo, la gente tenía estrabismo. Ahora se hace el sordo. En el Bernabéu, el domingo, pese a los tres goles, los espectadores acabaron más pendientes de la radio que del juego.Los primeros minutos del encuentro hicieron concebir esperanzas porque el Hércules parecía un equipo dispuesto a dar guerra. En esos primeros compases, el Madrid, que jugaba con once, puesto que Pineda ocupó la plaza de Cunningham, pareció tener dificultades para desenvolverse. Pero no las tuvo para enderezar el rumbo del encuentro por que encontró más facilidades de las esperadas. A la hora de la verdad, el Hércules, que construía bastante buen juego por medio de Vidal, se sentía seguro con Baena atrás y se movía con celeridad delante, entre Megido y Moyano, se mostró endeble en el momento de resolver los apuros en su área. Amigó acabó por ser un gran colaborador de los atacantes madridistas.
En la pasada temporada el Barcelona perdió en el Bernabéu, en un encuentro en el que se mostró más luchador que nunca, precisamente porque Amigó estuvo hecho un flan. El ahora cancerbero herculano repitió en Chamartín aquella floja actuación. Amigo se mostró ágil, pero no realizó ni una sola salida eficaz. Le produce pánico el abandono de los palos y ello le costará al Hércules más de un gol. En el primero se dedicó a cazar moscas y, en el segundo, a un buen remate respondió con una parada en la que no retuvo el balón y tampoco fue capaz de despejarlo.
El Madrid, guste o no a sus más acérrimos seguidores, no anda fino. El domingo se mostró más firme en defensa que de costumbre, porque el panzer Stiellke se mostró segurisimo y con un buen hacer dió más firmeza a sus compañeros de zaga y hasta se permitió arrancar hacia adelante, sin perder nunca el compás.
La seguridad de Stielike, la siempre peligrosa cabeza de Santillana y la afortunada presencia de Pineda, fueron piezas clave en un engranaje con demasiados chirridos. Boskov alineó a tres artistas en el centro del campo. Del Bosque, junto a su natural serenidad y sentido del juego profundo, tuvo momentos de extraño desconcierto y hasta una salida de tono incomprensible. Gallego estuvo más estático de le que sería de desear en él. Quizá porque no se considera todavía hombre importante, y García Hernández buscó, como siempre, el remate desde fuera del área, pero no tuvo la puntería de otras veces.
El público de Chamartín ha comenzado a gritarle a Juanito. El extremo madridista volvió a estar demasiados minutos metido en el burladero. A la arena de la banda se lanzó Camacho más veces que él. Tanto que hubo momentos en que jugó más adelantado el defensa.
El Hércules, que comenzó con buenos ánimos, fue encogiéndose a medida que pasaba el tiempo. Tuvo alguna ocasión para batir a García Remón, pero el disparo mejor dirigido lo envió el meta madridista a córner. El Madrid y el Hércules ofrecieron un juego más simplón del deseado por los espectadores.
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