El magisterio y el divorcio
No sabemos que la Iglesia haya enseñado nunca de una manera absoluta que el divorcio «es el mal mayor». Porque la ley del divorcio responde siempre a circunstancias muy concretas de cada tiempo y lugar, y, por tanto, es falso decir que el divorcio constituye siempre en cuanto a espacio y tiempo el mal mayor. Por lo mismo que la legislacíón sobre el divorcio depende del aquí y del ahora de cada nación, hay que tener en cuenta muchos datos para pronunciarse en cada situación concreta. Datos que, en gran parte, provienen de las ciencias humanas, en las que la Iglesia no es experta ni es autoridad, sino súbdita del saber y del poder humanos.Como consecuencia de lo anterior, tampoco nos consta que la Iglesia haya reivindicado nunca el ser juez y árbitro del bien común. cuando esta función compete a la autoridad civil dentro de su autonomía temporal, y es, por consiguiente, la autoridad civil la que tiene la última palabra al enjuiciar y decidir lo conveniente al bien común. ¿Desde cuándo la Iglesia goza de poder para recortar a la autoridad civil sus legítimas atribuciones? No entendemos que un cardenal se atreva a sostener que la autoridad temporal no puede realizar una gestión o decisión que considera exigida por el bien común de todos sus ciudadanos. Porque, aun en la hipótesis de una mayoría de católicos auténticos en España, con la ley del divorcio, no se obliga a los creyentes a cumplirla; se les deja en absoluta libertad de conciencia para que sigan el dictamen de su fe. Pero, a los que no aceptan su doctrina, la autoridad civil debe brindar para los casos límite una solución a su problema, mejor incluso para los hijos que el hacerles vivir en un infierno doméstico.
Por otra parte, la enseñanza de un obispo no afecta más que a los católicos de su diócesis, y solamente les vincula en la medida en que acepten dicha enseñanza, de acuerdo a su conciencia adulta y formada. No creemos que el cardenal de Toledo pretenda invadir la jurisdicción de los demás obispos españoles, intentando ejercer su autoridad magisterial fuera de la diócesis de Toledo, fuera de la cual no goza de ninguna autoridad ni para enseñar, y mucho menos, para vincular a ninguna conciencia./
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