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Gente

Un complicado viaje

a través del Atlántico norte, a bordo del fuselaje de un bimotor terminó felizmente ayer para su protagonista, un vendedor de automóviles residente en la República Federal de Alemania, que comenzó su insólito periplo en la RFA, pasó por Escocia, cruzó Groenlandia y la península del Labrador y aterrizó en Terranova (Canadá), para continuar luego viaje a Burlington (Estados Unidos). Ayer se proponía seguir hasta Nueva York, para terminar su largo y gélido viaje en una capital verdaderamente cosmopolita. El viaje ha sido realizado por este personaje atado, de pie, al fuselaje del avión. Se considera un récord.El vendedor de automóviles al que se le ha ocurrido emprender esta hazaña es un checo, Jaromir Wagner, de 41 años, que ha contado en su aventura con el apoyo de dos pilotos y de un traje de buceador, que le protegió contra las increíbles temperaturas que se soportan a lo largo de las diferentes zonas que comprende el viaje, que él realizó en dos etapas.

Sobre el traje de buceador, que convertía a Wagner en un extraño personaje volador con ropa de mar, el protagonista de la hazaña llevaba un pantalón y un chaquetón de cuero. Como era de esperar, Wagner llegó a su destino, «cansado, pero contento». También era previsible que dijera que el viaje no tenía otro propósito que el de la diversión.

Fue una diversión larga y cofripleja, porque se inició el pasado 26 de septiembre en Giessen (República Federal de Alemania) y tuvo que ser interrumpido durante cinco días en Islandia. Desde este país hasta Groenlandía el viaje fue especialmente proceloso, porque el aparato tuvo que remontarse a 4.000 metros de altitud y el extraño pasajero tuvo que soportar las más bajas temperaturas y el aire más enrarecido de todo su recorrido.

El agotamiento no ha arredrado a Jaromir, que en total cubrió siete horas y media de viaje y que, cuando aterrizó, dijo: «La próxima vez, la vuelta al mundo». La próxima vez será cuando vuelva a ahorrar lo suficiente como para hacer un esfuerzo de este calibre; la aventura que acaba de terminar le costó tres años de recopilación de un dinero que se ha quedado, justamente, el fondo perdido del aire.

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