La JOC
El actual conflicto de la jerarquía católica con la Juventud Obrera Católica (JOC) nos obliga a las siguientes reflexiones.En la década de los sesenta existió una fuerte confrontación entre un sector importante de la jerarquía católica y los llamados movimientos apostólicos: HOAC, JOC, AC, FECUM... Entonces, los representantes del episcopado, monseñores Morcillo y Guerra Campos, acusaron a los movimientos de temporalistas y, en conclusión, destituyeron a consiliarios y dirigentes. Gran parte de la polémica quedaba determinada por la distinta concepción de la función ética y social de la fe cristiana. Mientras que para aquellos obispos la fe debía servir a la legitimación del orden político existente (la dictadura franquista), los movirnientos cristianos consideraron -y así lo hicieron- que debían convertirse en espacios de disentimiento cívico y hogares de libertad para quienes aspiraban al cambio político y social.
La falta de reconocimiento de la necesaria autonomía de los laicos cristianos en su actividad evangélica, a los que se pretendía acólitos de la jerarquía, causó la deserción de muchos y la paralización de unos movimientos de fuerte vitalidad. El golpe asestado a esos grupos determinó que durante muchos años la Iglesia española sufriera un déficit irreparable de laicos creyentes, activos y organizados. Todavía experimentamos los efectos de aquellas depuraciones y la desconfianza allí surgida entre jerarquía y militantes.
Cuando aquellos lamentables hechos parecían una página triste de la Iglesia española, definitivamente superada, tenemos noticia ahora de actitudes similares de algunos obispos en relación a la JOC.
En primer lugar se revocan las decisiones del consejo nacional de la JOC celebrado en Alicante en julio pasado. Y en segundo término se decide unilateralmente el cese del comité central y de la comisión nacional, incluidos presidente y consiliario.
Esta vez se varía nominalmente el núcleo de la acusación, frente al temporalismo anterior se critica la indefinición cristiana de la JOC actual. Sin embargo, aunque el vocabulario se modifique, los contenidos son semejantes.
La JOC es un movimiento de larga tradición y con una positiva presencia cristiana en favor de la promoción y de la ayuda a los jóvenes obreros, a fm de que tomen conciencia de sus condiciones humanas y sociales. Y esto realizado por los mismos jóvenes. Actitudes como las narradas sólo sirven para desmoralizar y sofocar el difícil trabajo de unos militantes cristianos que tendrían derecho a esperar de la Iglesia aliento y ayuda. Y esto, sobre todo, cuando la crisis de la Iglesia se percibe también en la escasez de este tipo de militantes y movimientos.
Por desgracia, hay una novedad en el presente con relación al pasado mencionado: la llamada por el secretario de la Conferencia Episcopal a la policía con el fin de que desalojara de sus locales a los que se sentían legitimados en sus puestos por el apoyo democrático de sus bases. El bochorno del espectáculo consecuente nos parece un signo de la pérdida de la mesura elemental de quienes deberían reducir los conflictos en vez de exacerbarlos. No juzgamos corno un método precisamente evangélico dirimir las disensiones entre hermanos de fe con la ayuda de la fuerza policial.
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La decepción de ver reiterados los antiguos errores, la incapacidad mostrada de aprender a la vista del grave daño que se hizo a la militancia cristiana en el pasado y el ataque concreto a la JOC, avanzada de la escasísima presencia de la Iglesia en el mundo obrero, motivan esta carta de disconformidad y protesta./ (Comunidad parroquia universitaria), Rafael Hernández (presidente del MAS), Isabel Navarro (presidenta del MCE), José Manuel Ribera (presidente de FECUM) y Carmela Paz (presidenta de VOS). .
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