Tarancón afirma que el Estado no puede alterar la fisonomía de la familia
El cardenal Tarancón, arzobispo de Madrid, y el arzobispo de Santiago, Angel Suquía, han elegido el tema del matrimonio y la familia en su carta cristiana semanal y ante el sínodo de los obispos que se celebra en Roma, respectivamente. En estos días de inicio en el Parlamento de los trabajos de elaboración de la ley del divorcio, prolifera la expresión del interés por los temas matrimoniales y familiares por parte de los representantes de la Iglesia española.
Tarancón se centra en su carta en la consideración de los derechos familiares primarios, «que nadie puede suplir: ni el colegio, ni la Iglesia ni, mucho menos, el Estado», y afirma que, para cumplir su misión, la familia «tiene unos derechos inalienables, anteriores a los de cualquier otra sociedad mayor, que el Estado tiene la obligación de reconocer y de proteger». El cardenal agrega que «es cierto que el Estado también habrá de proteger los derechos de quienes, por razones distintas, no tienen un hogar o no pueden formarlo». Cita a «los hijos sin padres legítimos, las madres sin esposo» y opina que «merecen ayuda y protección del Estado. Son ciudadanos -personas humanas- que, por su especial abandono, necesitan de una mayor atención. Pero la atención a lo "anormal", que no sólo es legítima, sino obligatoria», sigue el arzobispo de Madrid, «no puede hacer olvidar la protección a lo que es la base de la misma sociedad: la familia legítimamente constituida».Para Tarancón, la seguridad en el trabajo y la libertad para escoger escuela son derechos primarios de la familia que el Estado debe potenciar con los medios adecuados. Señala que hasta ahora se había hablado de la misión subsidiaria del Estado en la economía y la educación, mientras la iniciativa correspondía a la sociedad, pero opina que esto es actualmente inviable. Tras apuntar la creciente intervención del Estado en todos los órdenes de la vida, Tarancón dice que esa intervención «ni puede ahogar la iniciativa personal en ningún orden de cosas, ni pueden anular los derechos de los padres, ni puede alterar la fisonomía propia de la familia».
Angel Suquía, arzobispo de Santiago de Compostela, pidió ayer ante el Sínodo de los obispos, en Roma, que éste diga «con valentía a la sociedad en general, y en particular a sus responsables, que es preciso reconocer los derechos de la familia en la teoría y en la práctica cotidiana de cada día».
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