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Montañismo

Exito de la expedición castellana al Artico

Antonio Guerrero

Hace pocos días regresaron a Madrid los nueve componentes de la expedición castellana a las islas Spitzberg, en el Artico, la cual, a pesar de haber tenido que cambiar de planes precipitadamente, constituyó un éxito total. Consiguió diez picos de considerable dificultad (uno de ellos escalado por una cordada femenina) y recorrió cuatro glaciares. Todo ello con más ilusión que medios, muy escasos, pese a las importantes aportaciones monetarias de cada miembro, de las cuales aún no se han recuperado.

El grupo inicial, formado por ocho miembros (Almudena García, Azucena López, Juan José Tomé, José Luis Ibarzábal, José Manuel Castro, Javier Valero, Javier Novoa y Víctor Manuel Estefanino), se vio engrosado, casi a última hora, por Francisco Granero, también del club Aralar, como el resto de los componentes. Los planteamientos, en principio, no se modificaron y, tal y como ellos mismos dijeron antes de su partida (EL PAIS, 17 de junio de 1980), iban un poco a la aventura, al no contar con todos los datos necesarios. Precisamente debido a esa falta de información tuvieron que cambiar de planes en la misma localidad de Longyearbyen (ya en las islas), al no encontrar ninguna embarcación que les llevara al Cono Sur, que era su objetivo inicial. Por eso, rápidamente contactaron allí mismo con una expedición científica holandesa que, mediante el pago de unas 200.000 pesetas, les llevó en su barco hasta el fiordo Magdalena, situado al norte de las islas. En esta zona estuvieron desde el 12 al 20 de julio, recorriendo el glaciar de Waggoriwaybreen, hasta llegar al macizo de Losvik (de 1.131 metros), donde realizaron la ascensión a tres picos. Uno de ellos, concretamente, fue escalado por una cordada formada por las dos féminas del grupo: Almudena y Azucena. También fueron a la zona de Aue-Fiellet, a la que se accede por el glaciar Brakebreen, donde escalaron el pico Golondrina (rebautizado así por ellos, al desconocer su verdadero nombre), de unos seiscientos metros.Después fueron por los glaciares de Graunesbreen (para escalar el pico Traurollane, seiscientos metros), y de Gullybreen, hasta llegar a los macizos de Knausen (donde subieron a un pico de 750 metros) y Slange (escalando dos cimas de quinientos metros cada una).El día 20, puntualmente, les recogió el mismo barco holandés para llevarles a la localidad de Ny Alesund, donde contactaron con una expedición extremeña que también estaba por la zona y que les prestó ayuda llevándoles en sus barcas neumáticas hasta el fondo del fiordo. Aquí se alojaron en una cabaña de madera que les sirvió de base, desde la cual salieron a escalar los picos Grensefiellet (1.100 metros, y Dronningfiellet (1.265 metros). Al finalizar estas ascensiones regresaron a Longyearbyen, donde embarcaron hacia Tromso, en Noruega, para iniciar el viaje de vuelta a casa.

Dificultades en las escaladas

Hay que destacar que, a pesar de la aparente escasa altura de algunos picos de los escalados por esta expedición, la base de estas montañas parte exactamente del nivel del mar, por lo que serían quinientos metros el total de la escalada (tomando como ejemplo el pico más bajo de los conquistados), lo cual es perfectamente comparable con muchas difíciles paredes de los Alpes, por ejemplo. Además, estas escaladas se pueden situar entre un cuarto y un quinto grado de dificultad, sin tener en cuenta la roca descompuesta que se desmoronaba cuando intentaban agarrarse, todo lo cual da una idea sobre la importancia y dificultad real de estas montañas.Por otra parte, los principales problemas que han encontrado, según han relatado ellos mismos, fueron la niebla (muy baja y espesa durante los primeros días) y el hecho de que jamás se hizo de noche, por lo que, a pesar de que al principio intentaron seguir un control horario, después dejaron que «mandara el cuerpo». Sin embargo, no encontraron osos. Esos osos blancos que tanto les preocupaban y que les hizo ir armados con rifles, por si acaso. En contrapartida, encontraron por todas partes esas grandes y blancas golondrinas árticas que se tornan muy peligrosas cuando alguien intenta acercarse a ellas.

En cuanto a la cuestión económica, los gastos han sido cuantiosos, y los problemas vienen ahora. A pesar de las 100.000 pesetas que aportó cada miembro del grupo, todavía tienen que devolver cerca de 500.000 de unos créditos, por lo que se han concienciado a tener que apretarse el cinturón. En cualquier caso, esto no les desanima y ya están pensando en que volverán algún día. Sin embargo, y en esa próxima vez, con barcas, como mínimo.

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