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Fácil triunfo del Madrid en el Teresa Herrera

ENVIADO ESPECIALEl Real Madrid ganó su séptimo Trofeo Teresa Herrera, tercero consecutivo, con toda justicia. Mandó siempre en la final, repetida del año pasado, frente al Spórting de Gijón, y no necesitó esforzarse demasiado ante un rival disminuido en hombres atacantes y que había tenido, además, veinticuatro horas menos de descanso.

A partir de los quince minutos, el tiempo que tardó el equipo blanco en tomar su sitio en el campo, se vio claramente que el Spórting sólo podría ganar si aprovechaba algún contraataque. La baja definitiva de Quini, a la que se unió el domingo la de Aguilar, expulsado el día anterior, ha dejado al Spórting con la necesidad imperiosa de reforzar su delantera. Si se hace, como parece, con el portugués Gomes, del Oporto, al menos tendrá un hombre de más entidad que el luchador, pero torpe, Abel. Camacho no necesitó mostrarse ni duro para dominarle. Más trabajo tuvo Pérez García con Enzo Ferrero, el único peligro real para el Madrid. Sin embargo, el rubio defensa blanco le fue tomando la medida gracias a su fuerza para marcar encima, y tras una entrada quizá más aparatosa que dura -a la que siguió otra de Camacho- incluso se terminó «ese peligro».

Buena prueba de que el Spórting salió agazapado, con un obligado y prudente 4-4-2, fue que el madridista Gallego no pudo volver a probarse de defensa libre, al sobrar un central en la zaga. Benito se quedó solo, y «la joven promesa» (que, sin hacer grandes cosas, demostró, al menos, en La Coruña ser un hombre adaptado al primer equipo y aprovechable), pasó al centro del campo, emparejado con Ciriaco. Precisamente, un descuido suyo en el marcaje permitió el contraataque de intayor peligro gijonés, en el minuto 39, cuando el Madrid ya dominaba y mandaba. García Remón, en magnífica forma, según demostró siempre, salvó junto al poste el tiro de Ciriaco.

El Madrid, seguro ya endefensa, tuvo mayor peso específico en el centro del campo (aparte de la pareja ya citada, que pudo estar equilibrada), y ello dio al partido un color blanco cada vez más claro. Sólo faltaba ya la efectividad atacante para rematar el triunfo. Stielike superó siempre a Joaquín -Miera lo acabó sustituyendo por Mesa, pero tampoco el gaditano pudo con el alemán, que dio otro curso de fuerza; en el minuto dieciséis estuvo a punto de marcar, con un gran tiro salvado por Castro-; Angel no olvidó su calidad de «perro de presa» y mejoró siempre a un Uría «clásico», que jamás termina algo bien; incluso García Hernández, muy hecho a estas alturas, no tuvo problemas ante un David fuera de forma y fallón.

El primer gol, pues, fue lógico. Aunque Gallego y Santillana mostraron anteriormente el mal. endémico del fútbol español, que no sabe tirar de lejos, Juanito lo iba a desmentir dos veces desde el borde'del área. Lo de menos fue que los dos últimos tantos viniesen por descuidos o errores defensivos gijoneses. El Madrid mereció ambos. El propio Juanito pudo marcar a los dos minutos de conseguir su primero. El Spórting intentó el empate tras el descanso, pero fue incapaz. El juego se endureció algo, y el Madrid no perdió la cara -¿qué hizo entonces en Munich?- Con un gran tiro de Mesa y los últimos escarceos de Enzo Ferrero -al que su hermano Oscar sólo se parece en el apellido-, gastó el Spórting sus últimos cartuchos. El gol de Javi fue casi sorprendente, y lo «compensó» con el fallo que permitió a Juanito practicar bien el disparo en el tercer tanto. Tuvo la eficaz colaboración de Castro, portero muy discreto y al que le dieron el premio al mejor jugador del trofeo, por su afortunada actuación ante el Flamengo, olvidándose del cerebro «portista» Roméu o de Stielike.

El Oporto, tercero

Para el tercer puesto, el Oporto portugués, sin Gomes, que no jugó por la entrada terrorífica de Benito el primer día, no necesitó despeinarse para golear, por 4- 1, al decepcionante, premioso e inoperante Flamengo. Su extremo izquierdo, Costa, fue la gran figura. Marcó un gran gol y dio tres a Sousa -el segundo, al forzar un penalti- Por los brasileños, Nunes casi entró con el balón en la portería. De otra forma, no podían marcar. En plena temporada, sin disculpa posible por la ausencia de Zico -que vendrá para los últimos torneos-, el Flamengo de Coutinho dio la medida de la sorprendente pobreza actual del fútbol brasileño. El Oporto, en cambio, pese a sus problemas internosque no le permitieron entrenarse apenas -fue a ello a La Coruña-, mostró las hechuras de un equipo normal, que crea juego y marca goles. Se verá esta temporada en la Copa de la UEFA.

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