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MOSCU 80

José Marín, quinto en veinte kilómetros marcha

El himno y la bandera olímpica han saludado la presencia en lo más alto del podio del primer atleta campeón en Moscú. El italiano Mauricio Damilano no ha podido oír la Marccetta nacional. Como tampoco hubiera oído el himno español Marín si en lugar de ser quinto, lo que supone el tercer diploma olímpico para el atletismo español en toda su historia, hubiera logrado el triunfo. Como tampoco oirán el God Save the Queen Ovett y Coe, que ganaron sus respectivas series de ochocientos metros, en las que los españoles Paz y Trabado alcanzaron la clasificación para la semifinales. Sí verá su bandera y oirá su himno la germana Slupianek, que batió el récord olímpico de lanzamiento de peso y se quedó a cuatro centímetros de la mejor marca mundial.

La primera jornada de atletismo nos trajo toda la grandeza de este deporte y hasta sus flaquezas. Varios marchadores tras pasar la meta cayeron al suelo y tuvieron que ser atendidos por una aguerrida enfermera, que les daba la vuelta con gran facilidad, y les aplicaba rápidamente una diminuta mascarilla de oxígeno. Siete atletas y entre ellos los grandes favoritos, el mexicano Daniel Bautista y el soviético Solomin, que dominaron la mayor parte de la prueba, fueron descalificados por los jueces. Había habido previamente serias advertencias. Algunos marchadores se han convertido en corredores. La prueba quedó descabezada con las forzadas retiradas de los mejores. Quince kilómetros de sufrimiento -aunque con ventajas- no sirvieron de nada. Maurizio Damilano, que salió a competir en compañía de su hermano, que fue undécimo, se encontró con el triunfo final cuando no aspiraba más que al bronce. La actitud de los jueces al descalificar a un soviético resultó casi inaudita. Los árbitros no suelen ser tan severos con los de casa.José Marín, que anduvo en el grupo de los distinguidos siempre, se encontró con un quinto puesto muy meritorio. Se quedó a menos de un minuto del bronce. Marín es el tercer español que en atletismo ha conseguido el diploma olímpico que se concede a los seis mejores. Con anterioridad únicamente lo obtuvieron Luis Felipe Areta, en Tokio, en 1964, y Mariano Haro, en Munich y Montreal, en 1972 y 1976.

Las series eliminatorias de la mañana calificaron a Lloveras para las semifinales de 400 metros vallas. Casabona no estuvo tan feliz y quedó eliminado. Lloveras ha anunciado que se retirará del atletismo tras los Juegos. Por la tarde, el primero en alcanzar la final fue Antonio Prieto, que en la segunda serie de los 10.000 metros obtuvo una quinta plaza que, por tiempo, le da derecho a disputar la gran final. El finlandés Viren, doble campeón de 5.000 y 10.000 metros en Munich y Montreal, ocupó la cuarta plaza de la primera serie aunque logró clasificarse lo hizo a duras penas. No se le vio bien. En las series de ochocientos metros, en las que para lograr el paso a las semifinales había que conseguir una de las tres primeras plazas o una de las tres mejores marcas de los no clasificados directamente, Páez y Colomán Trabado estuvieron entre los elegidos. Páez corrió con Ovett y se pegó a él desde el comienzo. Tras el británico entró en la meta sin esforzarse al máximo. Trabado se conformó con el cuarto puesto, pero hizo un tiempo mejor que Ovett y Páez, y superior al de los otros adversarios de las siguientes series. Trabado, por tanto, también sigue en competición.

La mejor ovación de la tarde no fue para el etíope Yifter, el hombre que le arrebató a Haro el bronce en Munich -por la forma tan contundente que tuvo de ganar los 10.000 metros-, sino para el laosiano Chanthaphone, que fue el último clasificado en la marcha. Llegó en el puesto vigesimoquinto, con cerca de una hora de retraso. Se paró en la salida de los cien metros en la creencia de que- había finalizado. Los gritos del público le invitaron a continuar. Cuando acabó fue tratado como un héroe. El otro atleta anécdota fue el fondista de Bostwana Mosweu, que corrió descalzo, como el viejo mito Abebe Bikila, pero sin la fuerza de éste. Mosweu se perdió en los últimos puestos de la prueba.

El calor apareció sobre el estadio casi como una plaga. Del frío de días anteriores hemos pasado a los treinta grados bochornosos. Era para marearse como le sucedió a Prieto, que casi se paró a dos metros de la meta. Tras cruzarla se tendió en el cesped. Ramón Cid, el atleta que completó la participación española en la primera jornada, no alcanzó la clasificación directa en el triple salto. Hizo un salto nulo, se quedó con 16.20. Por encima de los 16.55 exigidos sólo hubo tres participantes, entre los cuales se encontró el veterano Saneev. Cid, probablemente, será repescado.

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