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MOSCU 80

Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional en la primera votación

Juan Antonio Samaranch es, desde las dos y cinco de la tarde de ayer, nuevo presidente M Comité Olímpico Internacional. Lord Killanin, desde un balconcillo de la escalera principal de la casa de los sindicatos soviéticos, lugar en el que fue velado el cadáver de Lenin y en donde se celebran los grandes velatorios de las personalidades soviéticas, anunció el nombre de su sucesor. Lord Killanin, como había prometido, hizo el anuncio oficial. Juan Antonio Samaranch fue elegido en la primera votación por mayoría absoluta. De los 77 votos emitidos por miembros de 48 países, 44 fueron para él. Juan Antonio Samaranch, que ayer estaba profundamente preocupado por el giro de los acontecimientos, por los cuatro rivales a los que tenía que derrotar y por la ausencia de algunos amigos suyos, logró, en la primera vuelta, el éxito apetecido. Su elección es, sin suda, el más grande éxito alcanzado jamás por el deporte español.

Ayer, por la tarde, en el momento en que los miembros del COI se dirigían hacia el salón en el que se celebra la 831 sesión, pude conversar brevemente con el brasileño Havelange, presidente de la FIFA. Le pregunté si mantenía su teoría de que Samaranch contaba con 48 votos, y su respuesta escueta, pero rotunda, fue esta: «Samaranch ya es presidente».En la tarde del martes, en la puerta del hotel Moscú, donde residen los miembros del COI, me acerqué a Monique Berlioux, directora del Comité, y le hice esta pregunta: ¿Cree usted que puedo decir en mi periódico que Samaranch será elegido presidente? La respuesta de la señora Berlioux, pieza clave en el organigrama olímpico, me contestó lo siguiente: «No; pueden suceder todavía muchas cosas».

Había, efectivamente, ciertos temores a última hora. Las maniobras de los miembros anglosajones para seguir teniendo en el COI a un hombre suyo ponían en peligro la ventaja que hasta entonces tenía Samaranch.

Lord Killanin, cuando hizo el anuncio del nuevo presidente, ante un buen número de periodistas expectantes, le dio cierto suspense a la declaración. Primero explicó que la elección se había efectuado en la primera vuelta y, posteriormente, tras una breve pausa, pronunció el nombre del embajador de España en Moscú.

Aunque el resultado auténtico de la votación no suele hacerse público, oficiosamente se supo que 44 miembros del COI se habían inclinado por el español, y los otros 34 se repartieron entre los otros cuatro candidatos. La mayoría necesaria para ser elegido era, por tanto, de 39 votos; dos menos de los que se estimó en principio, puesto que se contaba con más asistentes.

La alianza de los países de habla hispana con los de habla francesa dio resultados positivos, y así, además de Samaranch como presidente, fue elegido para la vicepresidencia el representante de Costa de Marfil, Louis Girardou-Ndiane. El neozelandés Cross, el suizo Hodler y el canadiense Worral, que aspiraban a la presidencia o a la vicepresidencia, fueron derrotados en ambas elecciones.

El suizo Hodler obtuvo 21 votos; el canadiense Worrall, pese a que le cedió los suyos el neozelandés Cross, al retirarse, sólo consiguió seis, y Daume, cinco. Worrall, que cedió, a su vez, los votos a Cross para la elección de vicepresidente, sin resultados, perderá incluso su puesto en la comisión ejecutiva.

Girardou, nacido el 4 de febrero de 1923, en Dakar, fue licenciado en Derecho en París, ha ocupado diversos cargos políticos de gran relieve en su país, entre ellos delegado en la Asamblea General de las Naciones Unidas en cinco ocasiones; ha sido embajador en Etiopía, Uganda, Kenia, Tanzania, Egipto, y actualmente lo es en Canadá. Girardou, que ha practicado yudo y karate, es el primer negro que accede a la vicepresidencia del COI.

Juan Antonio Samaranch, que hoy cumple sesenta años, el martes, veinticuatro horas antes de su elección, seguía sin el optimismo del hombre que se sabe vencedor. Conocía sus posibilidades, pero no se atrevía a pronosticar su victoria

Doble carrera político-deportiva

Juan Antonio Samaranch, nuevo presidente del Comité Olímpico Internacional, celebrará hoy su sesenta efemérides habiendo hecho realidad el sueño que había perseguido desde hace ya mucho tiempo. Samaranch ha llevado parejas sus ambiciones en la política y en el deporte hasta culminar ahora una de sus carreras con la consecución del máximo cargo del deporte mundial, precisamente en Moscú, donde aún es embajador de España.

El nuevo presidente del COI, que empezará a ejercer como tal al término de los actuales Juegos Olímpicos, como ya comentó poco después de su elección, nació en Barcelona el 17 de julio de 1920. Está casado y tiene dos hijos. Su familia, perteneciente a la alta burguesía catalana, había obtenido una fortuna considerable en la industria textil. El hizo estudios superiores de comercio y empresa y es actualmente consejero de diversas entidades.

Poco dotado físicamente, sólo gracias a su decisión y autoritarismo consiguió ser capitán de su equipo en el único deporte que practicó: el hockey sobre patines. Sin embargo, su capacidad como dirigente deportivo iba a superar ampliamente la de practicante y él mismo se dio cuenta bien pronto.

Presidente de la Federación de Hockey en un primer paso, representante en Cataluña de la extinta Delegación Nacional de Deportes, en 1956 su elección como delegado nacional de Deportes, cargo eminentemente político en la etapa franquista, le llevó ya a simultanear el deporte y la política, en una ambivalencia realmente curiosa. Como el máximo cargo en la extinta Delegación Nacional de Deportes -entre 1962 y 1970- llevaba aparejado -y aún lo mantiene en el CSD actual- la presidencia del Comité Olímpico Español, allí comenzó fundamentalmente su proyección en el deportiva internacional. En 1966 fue ya elegido miembro del Comité Olímpico Internacional, y en 1974, vicepresidente del maximo organismo olímpico, cargo que ocupó cuatro años en exclusiva, pues en 1979, siempre en ascenso, entró también en la comisión ejecutiva, como jefe del protocolo.

Su carrera política, mientras tanto, continuó al ser nombrado en 1973 presidente de la Diputación de Barcelona. Su imagen en el régimen franquista como hombre idóneo político-deportivo continuaba su camino. El mismo ha declarado, con el paso del tiempo, que no se arrepiente de sus distintos pasos. Se comenta que quedó marcado desde que logró para España, en 1951, con la selección de hockey sobre patines, el primero de los muchos títulos mundiales que el deporte del stick iba a dar a nuestro país. El valor propagandístico político de los éxitos deportivos se ha explotado siempre en todas partes.

Ello no quitó, sin embargo, para que en 1977 fuese nombrado por el Rey embajador en Moscú, en la nueva etapa democrática. A tres años vista de los Juegos Olímpicos en la capital soviética, su posición de diplomático, unida a sus valores personales con amistades y contactos, especialmente en América Latina y Africa, le permitió preparar su candidatura.

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