El coste del crédito y los beneficios de la banca
Durante el año transcurrido, el Banco de España ha ido depurando los métodos de análisis y consolidación de las cuentas de resultados de los bancos y, recientemente, ha dado a luz las correspondientes al ejercicio de 1979, comparadas con las de años anteriores, una vez ajustadas a las mejoras introducidas en el tratamiento de la información. Con tal motivo, me ha parecido que sería oportuno repetir el análisis hecho el año anterior, para que la opinión pública disponga, con plena transparencia y fiabilidad, de los elementos de criterio necesarios para juzgar sobre un tema que preocupa a todos y está en boca de muchos.Algunos de los datos utilizados en este artículo han sido ya, por lo menos en resumen, difundidos por la Prensa, citando como fuente de procedencia el Boletín Económico del Banco de España que vio la luz hacia finales de mayo. La presentación que he elegido va destinada a exponer el proceso de cálculo que conduce a los datos significativos. En la mayoría de los casos habrá coincidencia total con los resultados presentados por el citado boletín del Banco de España. Las diferencias que se observen proceden de una mayor depuración de la información manejada, a la que, previo constraste con el Banco de España, se ha llegado posteriormente. Sin embargo, tales diferencias no afectan en lo más mínimo las conclusiones a sacar.
La remuneración del ahorro ha crecido
En el cuadro número uno se presenta, para los años 1977, 1978 y 1979, los recursos totales medios de la totalidad de la banca, con expresión del peso que cada clase de recursos tiene en el total, así como de las cantidades satisfechas a los suministradores de estos recursos. La relación entre ambas cantidades da el tipo añual medio de coste de cada recurso y el total representa el coste anual medio de los recursos totales utilizados por la totalidad de la banca en cada ejercicio.
Los recursos de clientes se han desglosado en depósitos en pesetas, Bonos de Caja y depósitos en moneda extranjera. Y los primeros se han clasificado en depósitos a menos de un año, cuyos tipos de interés están legalmente limitados, y en depósitos a un año o más, cuyos tipos de interés son libres como lo son los de los Bonos de Caja.
Este desglose permite comprobar que la remuneración global del ahorro en pesetas ha aumentado menos de un punto, al pasar de 5,87% en 1978, a 6,80% en 1979, frente al aumento de más de un punto y medio experimentado entre 1977 y 1978. Esta desaceleración se observa también al analizar la evolución de los tipos resultantes tanto por los depósitos a un año y más, como para los Bonos de Caja que, siendo libres en ambos casos, deberían parecerse bastante. En efecto; el interés de las imposiciones ha aumentado 1,21 puntos entre 1978 y 1979, frente a 2,22 puntos entre 1977 y 1978. Por su parte, el interés de los bonos ha aumentado 0,75 puntos entre 1978 y 1979, frente a 0,94 puntos entre 1977 y 1978. Sin embargo, la remuneración de los depósitos liberalizados no sólo ha aumentado más que la de los bonos, sino que sigue siendo superior a la de éstos, manteniendo la tónica iniciada en 1978. Estos hechos confirman el desplazamiento de los Bonos de Caja en provecho de las imposiciones a plazo sobre todo de las materializadas en forma de Certificados de Depósito, como instrumento de captación del ahorro. Pero hay que añadir que el desplazamiento de los depósitos en pesetas a menos de un año, cuya remuneración está regulada a niveles muy bajos, es mucho más fuerte todavía.
Este comportamiento de la remuneración del ahorro interno depositado en los bancos, que constituye el coste de su pasivo de clientes, es congruente con la evolución de la inflación, ya que, si bien parece un contrasentido que mientras la inflación baja la remuneración del ahorro suba, lo cierto es que, en la medida en que persisten las expectativas de mantenimiento de un alto nivel de inflación, la demanda de mayor retribución por parte de los ahorradores se hace más intensa y, sobre todo, más extensa. Sin embargo, el movimiento, en sentido contrario, de las tasas de remuneración del ahorro y de la inflación ha hecho que la diferencia entre ambas tasas se haya acortado. De forma que en 1979 la remuneración del ahorro financiero en términos reales, aun siendo todavía negativa, lo es mucho menos que en 1977. De aquí que, si la inflación continuara reduciéndose, cabría esperar que se detuviera la carrera alcista en el coste del pasivo de la banca, que es la materia prima para la concesión de créditos.
Desaceleración en los costes financieros
La remuneración del ahorro en moneda extranjera, cuyo peso en los recursos totales de. la banca es muy reducido, ya que no llega al 3%, ha evolucionado en forma paralela y en consonancia con el comportamiento de los tipos en los mercados internacionales.
A los recursos de clientes hay que añadir los que la banca obtiene del Banco de España, en forma de créditos y redescuentos, y de otras entidades de crédito, por medio de cuentas mutuas Y a través del mercado interbancario. El coste de esta financiación, cuyo peso en el total ronda el 20%, se sitúa en el 10,06% en 1979 y también ha seguido aumentando, pero al igual que sucede con los recursos de clientes, ha crecido menosque el año anterior.
Referida la suma de costes financieros al total de los recursos medios, el coste medío final de los, mismos ha sido de 6,47% en 1979, frente a 5,77% en 1978 y 4,59% en 1977. Estos tipos medios globales son los que hay que retener para compararlos con los rendimientos de los empleos medios totales para deducir el margen financiero obtenido en cada año.
A este nivel global, el crecimiento de los costes financieros entre 1978 y 1979 es muy reducido, ya que representa sólo 0,70 puntos. Y, además, es muy inferior al aumento habido entre 1977 y 1978, que fue de 1, 18 puntos. Estamos, pues, en presencia de una desaceleración en el aumento de los costes financieros para la banca que, sin duda, ha tenido su reflejo en la desaceleración en el coste del crédito, como después tendremos ocasión de comprobar.
Disminuyen los recursos para inversión libre
El cuadro número 2, construido en forma homogénea al cuadro número 1, presenta los saldos medios de las cantidades empleadas en cada uno de los renglones en que -obligatoriamente, por necesidad operativa o voluntariamente- han sido utilizados los recursos de que ha dispuesto la totalidad de la banca en los tres años analizados, con expresión de los productos obtenidos de cada uno de estos empleos.
La primera consideración a hacer sobre este cuadro resulta de la agrupación de los empleos en cuatro clases de activos. En primer lugar, los empleos obligatorios. contituidos por los depósitos en el Banco de España, los fondos públicos y las operaciones correspondientes a los circuitos privilegiados, que en 1979 significan más del 16% de los activos totales. En segundo lugar, los saldos activos que, a consecuencia de la aplicación de op eraciones y de la gestión de tesorería, tienen los bancos en las distintas entidades del sistema crediticio, formado por bancos y cajas de ahorro, incluída la inversión en bonos del Tesoro y certificados de depósito cedidos por el Banco de España. Este renglón significa, aproximadamente, un 12% del activo total. En tercer lugar, la inversión libre en valores privados -acciones y obligaciones-, en créditos y en descuentos. La inversión en valores -limitada por ley, por lo que se refiere a la renta variable, al exceso de fondos propios sobre las inmovilizaciones- ntinca ha representado un gran canal de finanación por parte de la banca. En los años considerados, su peso rebasa escasamente el 4%. La parte importante de la inversión libre -casi el 55% del activo, en 1979- está representada por créditos y descuentos. Finalmente, los empIeos no rentables, constituidos por la tesorería, el inmovilizado y otros activos necesarios para la actividad bancaria, que absorben, en 1979, casi el 13 % de los empleos.
El cuadro número 3 presenta el resumen de estas cuatro clases de inversiónj'unto con sus rendimienlos. En cuanto a la inversión obligatoria, su rendimiento ha ido subiendo, aunque muy lentamente, pasando del 5,80% en 1977 al 6,50% en 1979. Pero, contrariamente a lo que debía haber sucedido, el peso total de la inversión obligatoria también ha ido subiendo. Por lo que respecta a 1979, la explicación del aumento está en la iitieva modalid.ad de inversión obligatoria en forma de depósitos en el Banco de España remunerados al 8%. A consecuencia del mayor peso de la inversión obligatoria, el peso de los fondos empleados en inversiones libres -valores y crédito- ha ido disminuyendo, ya quede. 61 % en 1977 pasa a algo más del 58% en 1979. Como es evidente, esta. evolución no discurre en favor del abaratamiento del crédito, sino todo lo contrario.
Desaceleración del coste del crédito
A pesar de ello, el coste del crédito libre en 1979 ha experimentado sólo un aumento de 1,24 puntos, pasando, como se ve en el cuadro número 4, del 14,48% en 1978 al 15,72% en 1979. En cambio, el aumento entre 1977 y 1978 fue de 2,33 puntos. Parece, Ipor tanto, que también en el lado del coste del crédito tiene lugar la desaceleración observada en el coste del pasivo, Desglosando los créditos y los d.escuentos, puede verse que el coste de los primeros, entre 1978 y 1979, ha aumentado 1,37 puntos y que, en cambio, el coste de los descuentos ha aumentado sólo 1, 13 puntos.
Por otra parte, es evidente que, frente a la inflación actual, incluso al tipo promedio del 15,72 % alcanzado en 1979, el coste del crédito en términos reales sigue siendo negativo, aunque no tanto como lo ha sido durante los años anteriores, de mayor inflación y menor coste nominal del crédito.
Sin embargo, donde el coste del crédito resulta espectacularmente negativo es en las operaciones especiales. Según nuestras estimaciones, el coste de este crédito privilegiado, tal como se refleja en el cuadro número 2, oscila desde el 7,30% en 1977 al 7,95% en 1979. Comparando estos costes con la evolución del índice del coste de la vida, resulta que si en 1978 el coste real del crédito privilegiado era de menos 14%, en 1979 es todavía de menos 7%. Es difícil aceptar que un trato preferencial a determinados sectores, adjudicándoles recursos a un coste tan por debajo de la inflación, pueda redundar en un eficiente comportamiento económico de las actividades desarrolladas por tales sectores.
La subvención del crédito libre al privilegiado
El aumento del coste del crédito, que, como acabamos de ver, ha sido pequeño en 1979, podía haber sido menor si no hubiera existido inversión obligatoria, o se hubiera verdaderamente reducido, o se hubieran ajustado a precios de mercado los distirtos coeficientes. A título ilustrativo, en el mismo cuadro número 4 se demuestra que sin inversión obligatoria -que en 1979 representa ya más del 23% de los fondos disponibles para créditoel coste del crédito podía haber sido inferior en 2,15 puntos en 1979, en 1,80 puntos en 1978 y en 1,38 puntos en 1977. Estas cantidades representan lo que pagan de más los usuarios del crédito libre por culpa de la existencia del crédito privilegiado.
Esto significa, en primer lugar, que el rendimiento promedio entre la inversión obligatoria y el crédito libre ha aumentado sólo 0,89 puntos entre 1978 y 1979, frente a 1,91 puntos entre 1977 y 1978. Pero significa, además y sobre todo, que al ser los tipos privilegiados cada vez más distantes de los tipos de mercado, la subvención encubierta que los usuarios de crédito normal se ven obligados a otorgar a los sectores preferenciales es cada vez mayor.
El margen de explotación
El margen de explot ación de la banca procede de la diferencia entre el rendimiento del activo y el coste del pasivo, lo que constituye el margen financiero, más los productos de servicios. En el cuadro número 5 puede observarse cómo han evolucionado estos dos componentes del margen a lo largo de los tres años; analizados. El primer renglón de este cuadro -productos de empleos- corresponde al último del cuadro número 2. Idénticamente, el segundo renglón -costes financieros- es el último renglón del cuadro número 1. La diferencia entre ambos, tanto en cifras absolutas como en porcentaje de los activos medios, es el margen financiero que, después de haber subido del 4,13 % en 1977 al 4,3 5 % en 1978, baja al 4,30% en 1979. Más adelante volveremos a este eventual cambio de tendencia para analizar su probable significado.
El cuarto renglón del cuadro número 5 corresponde a los productos de servicios distintos de la actividad crediticia. Como se ve, después de permanecer porcentualmente estancados entre 1977 y 1978, estos productos experimentan un aumento muy sensible en 1979, pasando a representar el 0,66% de los activos medios totales.
De esta forma, el margen de explotación se sítúa en 1979 en el 4,96% de los activos medios, con un aumento de 0,20 puntos respecto a 1978, prácticamente igual al experimentado entre 1977 y 1978.
Contención del gasto y aumento de los saneamientos
Los gastos ordinarios -suma de los gastos de personal, generales, saneamiento y amortizacionesascienden en 1979 al 3,99% de los activos medios totales y absorben el 80,4% del margen de explotación. La evolución de los gastos totales ha contínuado la tendencia al alza experimentada en los últimos años, aunque, también aquí, puede hablarse de una cierta desaceleración del gasto, ya que la diferencia entre el 3,99% de 1979 y el 3,80% de 1978 es 0, 19 puntos, frente a la diferencia de 0,43 puntos entre 1978 y 1977, año en que los gastos representaron el 3,37% de los activos medíos totales.
Por tanto, parece que cabe pensar que la racionalización de los procesos, en busca de una mayor eficiencia, está dando resultados que, sin ser espectaculares, podrían ser prometedores. Un análisis de los componentes del gasto puede ayudar a profundizar en esta hipótesis.
En primer lugar, la cantidad destinada a saneamiento en 1979 es superior en un 58% a la dotad.a en 1978, pasando a representir el 0,51 % de los activos medios, frente al 0,38% de 1978. Esta mayor elotación viene justificada, a todas luces, por la situación real de la economía y está impuesta por las normas del Banco de España en defensa de la bondad de las instituciones bajo su tutela. Haciendo abstracción de esta partida, los restantes gastos de explotación se han mantenido prácticamente estables, en porcentaje de los activos medios, pasando del 3,42% en 1978 al 3,48% en 1979.
Naturalmente que cualquiera puede decir que esta detracción de resultados para atender a saneamiento de activos es superior a la necesaria y que, por tanto, equivale a una ocultación de beneficios para hacerlos menos ostentosos. Pienso que la opinión contriria, que es la mía, resulta, desgraciadamente, más cierta y que sl algo hay que temer es que la dotación para saneamiento de activos de la totalidad de la banca sea, hasta el momento, más bien insuficiente. Abona mi opinión, en primer lugar, que entre 1978 y 1979, frente a un crecimiento del crédíto del 17 %, el importe de los deudores contabilizados como morosos ha aumentado más de un 26%, lo cual es una clara muestra del deterioro de la calidad del activo bancario. En segundo lugar, que si bien el iticremento, entre 1978 y 1979, de la cantidad destinada a saneamiento es muy superior, como acaba dé señalarse, al incremento de detidores morosos, el saldo no cubierto debe ser todavía de consideración porque el Banco de España ha consentido a la banca un calendario de aplicación, que no acaba hasta 1981, para alcanzar las coberturas que ya estimaba necesarias en 1978. En mi opinión, en estos momentos, la cobertura específica para insolvencias no alcanza, en la media de la banca, la mitad de lo que debería ser. Esto signífica que en los años próximos la banca tendrá que seguir detrayendo resultados para previsión de insolvencia, en porcentajes no menores de los aplicables en 1979.
En segundo lugar, los gastos de personal -que en todos los a.ños considerados representan algo más del 70% del total de gastos, exceptuados los de saneamiento-, entre 1978 y 1979, han prácticamente mantenido su porcentaje en relación con los activos medios, pasando del 2,42 % en 1978 al 2,45 % en 1979, frente a un aumento de 19,13 puntos entre 1977 y 1978. Esta contención del peso de los gastos de personal no es tanto debida a la desaceleración del aumento de los salarios como a la contención de las plantillas.
En efecto, como puede verse en el cuadro número 6, entre 1978 y 1979, frente a un aumento de los activos medios de más del 17%, las plantillas medias han aumentado sólo un 2,35%. Entre 1977 y 1978,a un aumento de los activos medios inferior -16,33%- correspondió un aumento mayor -3,13 %- de las plantillas. Así se explica que los activos por empleado, que pasaron de 40,18 millones de pesetas en 1977 a 45,32, en 1978, con aumento del 11,79%, alcanzarán 51,83 millones de pesetas en 1979, con un aumento del 14,36% sobre 1978. Esta evolución parecería corroborar la hipótesis de. una reciente mejora en la eficiencia operativa de la banca.
El cuadro número 6 sirve también para explicar que el aumento de los gastos totales de personal en cada ejercicio es el resultado combinado del aumento del coste por empleado y del aumento de la plantilla. Así, en 1979, el aumento del 18,68 % en gastos de personal se explica por el aumento del 15,96% en el coste por empleado y el aumentó del 2,35 % en el número medio de empleados.
Disminuye el porcentaje de beneficio
Volviendo a la cascada del cuadro número 5, y deduciendo del margen de explotación los costes totales, se llega a los resultados ordinarios que equivalen al 0,97 % de los activos medios y se sostienen, por tanto, prácticamente al mismo nivel que en 1978, manteniendo la caída experimentada en relación con 1977, año en que representaron el 1, 18% de los activos medios.
Paralelo comportamiento se observa en el beneficio antes de impuestos, una vez aplicadas las operaciones de valores y otros beneficios y quebrantos que, en todos los años considerados, tienen signo neto negativo. De esta forma, el beneficio antes de impuestos en 1979 equivale al 0,85% de los activos medios totales, cifra idéntica a la obtenida en 1978 y 0, 16 puntos por debajo de la correspondiente a 1977, que fue del 1,01 %.
Deducidas las previsiones para el pago de impuestos sobre el beneficio, se llega al beneficio neto disponible que en 1979 resulta ser igual al 0,63 % de los activos medios totales. La comparación con el beneficio neto de los dos años anteriores permite hacer similares consideraciones a las sugeridas por la evolución del beneficio antes de impuestos, salvo que la reducción del tipo impositivo aparente, sobre todo entre 1977 y 1978, hace que la caída del porcentaje de beneficio neto entre estos dos años sea menor que la habida a nivel del beneficio antes de impuestos, y que el beneficio neto en 1979 se recupere una centésima de punto en relación con 1978.
El espejismo del beneficio en cifras absolutas
Las consideraciones anteriores permiten concluir que la banca en 1979 no ha ganado más que en 1978. Simplemente se ha mantenido al nivel de 1971 que a su vez era inferior al de 1977 y años anteriores. Esta afirmación, que se apoya en la información manejada hasta aquí, contrasta con las manifestaciones de los que, por lo general, sin ninguna apoyatura numérica, dicen que 1979 ha sido un ejercicio espectacular para la banca y, en cualquier caso, el mejor de su historia.
Es evidente que si se atiende a las cifras absolutas, los beneficios de la banca aumentan, por lo general, de un año al otro. Pero esto no significa absolutamente nada en orden a juzgar sobre la calidad de los resultados obtenidos, porque también de un año al otro aumentan los recursos propios y ajenos utilizados para obtener estos resultados. Por tanto, para, interpretar correctamente la cifra de beneficios hay que ponerla en relación con los recursos. Si el aumento del beneficio es proporcionalmente igual al aumento de los recursos, la situación de rentabilidad no ha cambiado; si es mayor, la rentabilidad ha mejorado; si es menor, la rentabilidad se ha deteriorado. Por lo que se refiere al ejercicio de 1979, el beneficio antes de impuestos de la totalidad de la banca fue, en cifras absolutas, un 16,50% superior al de 1978, pero los recursos totales medios empleados en 1979 fueron un 17,05 % superiores a los empleados en 1978. Por tanto, el beneficio en relación con los empleos medios se ha deteriorado, aunque ligeramente, pasando del 0,852% en 1978 al 0,848 % en, 1979. Lo más que se puede decir, redondeando al segundo decimal, es que la rentabilidad se ha mantenido, pero nunca que el ejercicio de 1979 ha sido mejor que el de 1978, que a su vez, como se ve en el cuadro número 5, ya fue muy inferior -esta vez, incluso, en cifras absolutas- al de 1977.
Las precedentes consideraciones son independientes de los efectos derivados de la inflación y no se refieren al ajuste del beneficio a pesetas constantes. Este les otro tema distinto, cuya importancia es obvia; pero no es apoyándome en él que afirmo que los beneficios de la banca decrecen. Se trata de que, incluso, en pesetas corrientes, es decir, en pesetas de cada año, los beneficios de la banca, como porcentaje de los activos medios, han venido reduciéndose, por lo menos, desde 1975 y que, desgraciadamente, no están en lo cierto los que dicen que los resultados de la banca son cada año mejores.
La rentabilidad de los fondos propios
Partiendo de una determinada rentabilidad sobre los activos totales, la rentabilidad sobre los fondos propios dependerá de la relación que exista entre los fondos propios y los activos totales. Cuanto más. alta sea esta relación, menor será la rentabilidad sobre los recursos propios. La relación entre recursos propios y activos totales -que son evidentemente iguales a los recursos totales- viene en España derivada, principalmente, de la existencia de un coeficiente legal de garantía -relación entre recursos propios y acreedores-,que es muy elevado en comparación con las prácticas de otros países. En los tres años analizados en este artículo, la relación entre recursos propios y activos totales no descendió nunca del 6%, porcentaje notablemente superior al de casi todos los países del mundo y que explica que, en algunos de ellos, con una rentabilidad inferior sobre los recursos totales, la rentabilidad sobre los fondos propios sea notablemente superior a la rentabilidad lograda en los últimos años por la media de la banca española. De hecho, tal como se ve en el cuadro 5, esta rentabilidad -medida por la relación entre el beneficio neto y los recursos propios de la totalidad de la banca- fue del 10,50% en 1977 bajó al 9,70% en 1978 y se recuperó ligeramente, hasta el 9,94 %, en 1979.
La rentabilidad contable media y el dividendo legal
Como es sabido, el dividendo a repartir por los bancos está legalmente limitado al 6% sobre recursos propios. Partiendo de la rentabilidad del 9,94% sobre recursos propios, lograda en 1979, como media de todos los bancos, es evidente que, para alcanzar el techo legal del dividendo, la banca debería distribuir el 60% de los beneficios logrados, destinando el 40% restante a reservas.
Al llegar aquí parece oportuno subrayar que todos los datos utilizados en este trabajo y las consideraciones hechas sobre los mismos se refieren a la totalidad de la banca privada española y, por tanto, las relaciones y los porcentajes que las expresan tienen el carácter de valores medios, y, que las desviaciones respecto a la media pueden tener una cierta entidad. Para hacer un análisis de la dispersión de datos sería necesario disponer de información por instituciones, homogénea con la empleada hasta aquí para el conjunto del sector, cosa que por ahora no es posible. Sin embargo, creo que hasta el nivel de beneficios antes de impuestos los porcentajes medios hallados son lo suficientemente significativos y permiten sacar conclusiones válidas de carácter general.
Bancos con beneficios y bancos con pérdidas
No ocurre lo mismo cuando descendemos al nivel del beneficio neto o después de impuestos, porque, como es lógico, el impuesto solamente gira sobre los resultados de las entidades que han obtenido beneficio. De la información facilitada por el Banco de España resulta que en 1978 el resultado global neto antes de impuestos, que fue de 67.021 millones de pesetas, incluía la deducción de 4.480 millones de pérdidas correspondiente a los bancos que tuvieron resultados negativos y que, por tanto, no pagaron impuestos sobre el beneficio: Estos impuestos que, como se ve en el cuadro número 5, ascendieron a 18.547 millones, fueron soportados por los bancos con beneficios, que, a tenor de lo que antecede, deben de haber ascendido a 71.501 millones de pesetas. Por tanto, el beneficio después de impuestos sería de 52.954. Esta cantidad es la que habría que dividir por los activos totales y por los recursos propios del conjunto de bancos que han obtenido beneficios; es decir, excluyendo de los totales manejados en este artículo los activos totales y recursos propios de los bancos con pérdidas, cosa que por ahora desconocemos.
En 1979, la información del Banco de España señala que las pérdidas globales de los bancos que han declarado resultados negativos han ascendido solamente a 2.500 millones de pesetas. Esta información contrasta con las intuiciones que tenemos sobre la marcha del sector y con las cifras de pérdidas de algunas entidades del mismo, posteriormente dadas a conocer. Hay que pensar, sin embargo, que las situaciones afloradas recientemente no son imputables a resultados directos de explotación del último ejercicio, sino más bien a una incorrecta valoración, a lo largo de varios años, de activos dudosos, dañados o fallidos y de los productos relativos a los mismos. Por tanto, teniendo en cuenta lo que acaba de decirse y el reducido peso que estas situaciones críticas tienen sobre los recursos totales del sector, el conocimiento actual de determinados casos -resueltos o en vías de resolución gracias al Fondo de Garantía de Depósitos- no desvirtúa sustancialmente los datos de este estudio, que por lo menos hasta el nivel de resultados antes de impuestos, son válidos como media del sector. Análogamente a lo dicho un poco más arriba, la cifra de pérdidas facilitada por el Banco de España para 1979 sirve para señalar que los beneficios de los bancos con resultados positivos habrán sido de 80.579 millones antes de impuestos y de 60.938 millones después de impuestos. Esta última cifra es la que. habría que tomar en consideración para calcular la rentabilidad neta sobre activos totales y sobre fondos propios de los bancos con resultados positivos en 1979, cosa que, como ya queda señalado, no es posible hacer.
Las mismas y aun mayores cautelas hay que tomar cuando del beneficio neto quiera pasarse al análisis de la parte del mismo destinada a dividendo, porque no todos los bancos pagan el máximo legal, y algunos, por razones de mayor sanidad -voluntariamente adoptadas o impuestas por el Banco de España-, no pagan dividendo. Por tanto, las medias globales relativas al dividendo en relación con los fondos propios y en relación con el propio beneficio pueden resultar claramente distorsionadas.
La dispersión de resultados
Consecuentemente con las reservas que acaban de hacerse, conviene señalar que la rentabilidad sobre recursos propios, que en 1979 se ha situado en el 9,94%, si bien puede tomarse como un indicador de la eficiencia del sector en comparación con otros -incluyendo en el conjunto tanto las instituciones con beneficios como las instituciones con pérdidas-, no debe aceptarse como la media de la rentabilidad obtenida por las entidades que han presentado beneficios.
Con el propósito de abrir vías de mayor aproximación a la rentabilidad media de los bancos con beneficios y a la dispersión de los resultados individuales, puede añadirse que en 1979 la rentabilidad declarada sobre los fondos propios inedios de los siete primeros bancos del país ha sido en media del 112,09 %, con un máximo del 15,01 % y un mínimo del 10,30%. Ello quiere decir que para. pagar el dividendo máximo legal -como, efectivamente, lo han hecho todos los primeros siete bancos- el que tia obtenido mayor rentabilidad sobre beneficios propios ha distribuido escasamente el 40% del beneficio logrado y el banco que ha obtenido menor rentabilidad ha tenido que repartir más del 58 % del inismo.
Idéntico análisis podría hacerse con los restantes bancos, a partir de sus respectivas memorias, agrupándolos por tamaños en estratos más o menos homogéneos. Sin duda que el resulitado del misino ofrecería dispersiones en tomo a la media no ínferiores a la observada en el grupo de los mayores.
La reducción del margen de íntermediación
A pesar de que el coste del crédito no ha aumentado notablemente en 1979, los usuarios del mismo, sobre todo los que no pertenecen a sectores privilegiados, consideran que, al nivel actual, el crédito bancario es demasiado caro. Este sentimiento no sólo ha sido recogido por determinados grupos de opinión, sino que, por lo general, se ha incorporado a los planes oficiales de reforma del sistema financiero, para convertirse en la principal razón para propugnar una mayor competencia dentro del sistema. En efecto, dejando de lado que la principal causa del nivel alto o bajo del coste promedio del crédito bancario es el coste alto, o bajo de los recursos captados de los depositantes -lo cual, a su vez, es función de las expectativas inflacionistas, así como del comportamiento de los intereses en el exterior-, se piensa que una mayor competencia obligará a los bancos a reducir el margen de intermediación y, en consecuencia, para un nivel dado de coste de los depósitos el crédito podrá ser más barato.
El razonamiento es cierto en términos generales, pero para deducir las posibilidades reales de obtener por este camino resultados sustanciales es necesario profundizar un poco más en el tema, analizando lo que ha sucedido desde que, en 1974, se inició el proceso de liberalización del sistema.
En el gráfico que acompaña este artículo puede verse que, en porcentaje de los activos medios, los gastos ordinarios han pasado del 3,67% en 1975 al 4,30% en 1979. A pesar de que, como ya se ha dicho antes, se observa una cierta desaceleración del gasto entre 1978 y 1979, el peso de los costes opera tivos ha aumentado en 1,15 puntos porcentuales, lo que representa un incremento del 40,5% en los cinco años considerados. Si las condiciones de competencia hubieran permitido a la banca trasladar este aumento de costes a su clientela, el margen operativo total hubiera debido aumentar, por lo menos, en los 1,15 puntos porcentuales en que han aumentado los gastos. Es decir, en el gráfico la línea de trazo grueso y la línea de puntos deberían ser paralelas. No ha sucedido así, sino que, en el período considerado, el margen total, en vez de aumentar 1,15 puntos, ha aumentado 0,76 puntos, pasando del 4,08 % al 4,84 % de los activos medios totales, lo cual equivale a un incremento del 18,6 %, frente al aumento del 40,5 % experimentado por los costes. La explicación de este hecho aparece de manera clara en el gráfico. El margen total es igual a la suma de los gastos ordinarios más el beneficio. La competencia, por tanto, puede provocar la reducción del margen actuando sobre los gastos o actuando sobre el beneficio. Por lo que respecta a la banca española, la competencia ha servido principalmente para reducir el beneficio. En efecto, todo el aumento del coste que no ha sido trasladado al margen ha sido absorbido por el beneficio, que, como se ve, ha bajado 0,39 puntos, pasando del 1,24 % en 1975 al 0,85 % en 1979. Es decir, en cuatro años la rentabilidad de la banca se ha deteriorado en cerca de un 31,5%. Llegados a esta exigua rentabilidad media -y no se olvide que para que esta cifra sea media debe de haber cifras individuales mucho más bajas- no parece razonable esperar -y mucho menos desearque pueda disminuirse el margen de intermediación avanzado por la vía de la reducción del beneficio.
El margen financiero se ha reducido
El margen total de la banca se compone, como antes se señaló, del margen financiero más los productos de servicios y otros resultados. El gráfico muestra que el margen financiero, que desde 1975 hasta 1978 había venido subiendo, en 1979 ha descendido, aunque sólo sea cinco centésimas de punto, invirtiendo la tendencia. La explicación es obvia: la participación de los productos de servicios y otros resultados ha aumentado, pasando del 0,30 % en 1978 al 0,54 % en 1979.
Este hecho es particularmente importante porque, si la tendencia iniciada en 1979 en el aumento del peso de los productos de servicios continúa en el futuro, puede pensarse en una reducción del margen financiero o arbitraje entre productos y costes financieros. Pero para que ello sea posible es necesario que la banca se decida -y pueda- avanzar en la línea de la asignación de costes a sus verdaderos beneficiarios; es decir, en el cobro de los servicios prestados a su precio de coste por lo menos.
Los caminos del abaratamiento del crédito
Las últimas consideraciones sobre el cobro de los servicios y las que anteriormente se hicieron sobre el impacto de las inversiones obligatorias en el coste del crédito libre señalan los dos únicos caminos por los que, con sentido realista, puede alcanzarse un rrienor coste de este crédito libre para una situación dada de coste de los recursos. Estos caminos son: la supresión o rentabilización a precio de mercado de los coeficientes de inversión obligatoria y el cobro de los servicios a los usuarios de los mismos.
En el cuadro número 7 se demuestra el efecto acumulativo de uno y otro camino. Partiendo del margen de explotación del 4,96% correspondiente a 1979, en la columna de la hipótesis A se supone que se suprimen los coeficientes de inversión obligatoria o, lo que es lo mismo a estos efectos, que se rentabilizan a tipos de mercado, quedando todo lo demás igual que en el cuadro número 3. Al aumentar el peso de la inversión a tipos de mercado, el margen financiero se mantiene en el 4,30%, pero el coste del crédito libre, o a tipo de mercado, se rebaja 2,15 puntos, pasando del 15,72 % al 13,57 %.
En la hipótesis B, además de la supresión de la inversión obligatoria, se supone que se aumenta en 0,5 puntos el peso de los productos de servicios, pasando del 0,66% al 1,16%. En este supuesto, para mantener el margen de explotación en el 4,96% el margen financiero puede reducirse al 3,80%, con lo cual -a igualdad de costes financieros- los productos financieros pueden bajar al 10,27% y, por tanto, el crédito libre puede bajar al 12,86%, con rebaja de 2,86 puntos sobre el 15,72% realmente resultante para 1979.
En resumen: que si se suprimen o se liberan los tipos de la inversión obligatoria y además la banca puede aumentar sus productos por prestación de servicios en una cantidad razonable, que no su.pone cobrar más por estos servicios, sino simplemente cobrar los que no se cobran -si todo lo demás, y especialmente el coste del pasivo, sigue igual-, podría esperarse una reducción de cerca de tres puntos en el coste del crédito libre. Cualquier otro camino que no sea estos que aquí quedan señalados, en mi opinión, carece de futuro real.
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