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Reportaje:

El proceso civil por el escándalo de las quinielas clandestinas, en su punto álgido

Juan Arias

El proceso a 35 jugadores de fútbol acusados de haber falsificado partidos en el feo asunto de las quinielas clandestinas y de haberse llenado los bolsillos con una serie de millones o, en el mejor de los casos, de haber sido cómplices silenciosos de toda una serie de acciones penales, está en su momento álgido. Ha pasado a los tribunales civiles, pues ya la justicia deportiva había sancionado a toda una serie de jugadores, condenado a algunos de ellos a dejar el fútbol para siempre y a otros por varios años, como al famosísimo Paolo Rossi.

A pesar de que los observadores aseguran que la justicia deportiva fue más bien blanda con los jugadores, las penas concedidas fueron lo suficientemente importantes como para estropear a Italia la reciente Eurocopa, ya que todos aseguran que con Rossi Italia hubiese llegado a la final y hasta a ganarla. Pero ahora ha empezado el calvario más duro para los jugadores. Ahora son los jueces quienes entran en función. Ahora les amenaza la cárcel. El proceso está en las manos del presidente de la quinta sección del tribunal de Roma, el magistrado Mario Battaglini. Desde el primer momento había asegurado que antes del 20 de julio el proceso estaría acabado. Pero el lunes tenía que haberse celebrado la sexta audiencia y todo ha sido retrasado por una huelga de jueces a causa del asesinato del magistrado Mario Amati.Y aquí nace el primer problema. Si el presidente del tribunal no cambia el calendario de las audiencias y abre las puertas del tribunal, incluso el viernes y el sábado, el proceso no podrá concluirse antes de septiembre, cuando ya la Copa italiana estará en pleno desarrollo y el campeonato de Liga a las puertas.

En el banquillo de los acusados se sientan 32 jugadores y tres personajes que son al mismo tiempo acusadores y acusados. Dos de ellos: Massimo Cruciani, vendedor de fruta al. por mayor, y Alvaro Trinca, propietario del famoso restaurante romano La Lámpara, son los personajes claves de este proceso que tantos sinsabores está causando a los aficionados al fútbol italianos. Los jugadores acusados son: Albertosi y G. Morini, del Milán, así como el presidente, Colombo; Della Martira, Casarsa, Zecchini y Paolo Rossi, del Peruggia; C. Pellegrini, Cattaneo y Cordova, del Avellino; Perani, Colomba, Dossena, Paris, Petrini, Savoldi y Zinetti, del Bolonia; Cacciatori, Giordano, Manfredonia, Wilson, Garlaschelli y Viola, del Lazio; Girardi, del Génova; Magherini, Ammoniaci y Brignani, del Palermo; Merlo, del Lecco; Borgo, del Pistoiese, y Massimeli, Petrovic, Quadri y R. Rossi, del Taranto.

De estos 35 implicados, catorce fueron llevados a la cárcel de Roma Regina Coeli, en una operación espectacular, ya que los jugadores fueron detenidos el domingo 23 de marzo en diversos campos de fútbol de Italia ante el clamor, la vergüenza y los desmayos de familiares y aficionados. Ahora están todos én libertad provisional y castigados a nojugar por la federación nacional.

Aún no es posible saber cómo va a terminar este sensacional proceso. De lo que no cabe duda es que, como escribía estos días Corriere della Sera, «ha quedado para siempre liquidado el mito del fútbol considerado como la única isla cristalina en un pais lleno de escándalos». De hecho ya en los interrogatorios en la cárcel, junto a cientos de declaraciones de inocencia, hubo no pocas confesiones, como la del presidente del Milán, Colombo, y de los jugadores Cacciatori y Della Martira. Las acusaciones son muy diversas: van desde. la estafa al cohecho; de partidos falsificados a fuertes cantidades de dinero en juego. Y hay quien asegura que aún van a saltar sobre el tapete cosas inéditas durante el proceso. En realidad mucho dependerá de los dos personajes claves: Cruciani y Trinca, acusadores y acusados. Ambos hablan sido siempre grandes amigos de los jugadores. Por el restaurante romano de Trinca hablan, pasado los mayores ases de fútbol nacional. Pero a estos hombres les dolió el haber sido estafados por los jugadores, los cuales, según sus acusaciones, después de haberse metido los millones en el bolsillo con la promesa de maniobrar los resultados de algunos partidos para favorecer las quinielas clandestinas, acabaron engañando a los amigos cómplices. Incluso a costa de ir también ellos a la cárcel, un día hicieron «saltar la liebre» y contaron todo; se habían considerado «estafados» y exigieron que se les resarciera de los daños ocasionados.

Mentiras piadosas

En las primeras declaraciones, evidentemente, debieron ser muy explícitos y ofrecieron pruebas importantes cuando la justicia acabó poniendo las esposas a los ídolos de¡ fúibol y a procesar nada menos que á 32 jugadores de Primera División. Más tarde, sobre todo Cruciani, en las primeras audiencias del proceso pena¡, hizo una mañana saltar de sorpresa a los jueces y de esperanza a los acusados. Prácticamente empezó a retractarse de todo. Los diarios salieron con grandes titulares: «Quizás, todos iriocentes», Pero extrañamente, quien se levantó en pie, muy quro, fue el abogado defensor de Cruciani, recordándole que si su marcha atrás resultaba verdadera lo ponía en una posición gravísima ante el tribunal, ya que sería acusado de calumnia y le lloverían las peticiones de resarcimiento moral y material de daños. El vendedor de frutas, que quizás se había olvidado ya de que no estaba ante el tribunal de la federación de fútbol, sino ante la justicia penal, se salvó como pudo diciendo que había intentado salvar a los jugadores «porque me dan pena, ya que son todos amigos míos». ¿Qué había pasado en realidad? Las hipótesis son muchas. Hay quien piensa que hubo una tentativa desde arriba de comprar al testigo más importante ofreciéndole más dinero del que, según él, perdió con la estafa de algunos jugadores.Otros lo achacan a la inestabilidad psicológica del personaje. Ahora, todos esperan con impaciencia y miedo las próximas audiencias. Quien está dispuesto a seguir «cantando», sin tentaciones de volverse atrás, es Trinca, ante el cual es difícil que puedan defenderse los mayores acusados, ya que en su restaurante de Roma se cocieron, al parecer, demasiadas cosas de las que Trinca fue confidente, cómplice y testigo.

En el proceso ha intervenido indirectamente hasta el papa Juan Pablo II con un discurso a doscientos representantes de las federaciones nacionales de fútbol, a quiénes recibió con el presidente de la FIFA, Havelange, y con el de la UEFA, Franchi. El Papa, refiriéndose explícitamente a los escándalos por los que son acusados los jugadores italianos, afirmó: «Hoy son, a veces, fuertes las tentaciones de desarraigar el fútbol de su finalidad... Se puede llegar hasta turbar el leal desarrollo de las competiciones deportivas».

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