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El Estatuto de la Redacción de EL PAIS

Mientras prosigue in crescendo la ofensiva institucional contra la libertad de expresión, el Estatuto de la Redacción, aprobado por la junta de accionistas de EL PAIS, supone un confortable dato, una importante conquista para los profesionales de la información en este áspero reducto de Europa que sigue siendo el Estado español (...)Sucede que aquí estamos aún -después de un tiempo de aparente bonanza- en la fase más salvaje dentro del difícil, proceso hacia la libertad de expresión. Pero la libertad de expresión, genéricamente, puede sufrir asaltos desde dos frentes. Uno, desde los poderes políticos. Dos, desde la estructura de los propios medios informativos. El primer caso cabe calificarlo, como queda apuntado, de salvaje. El segundo es mucho más sutil, más imperceptible, no menos pernicioso y, en principio, menos concitador de respuestas colectivas. El primer supuesto empalma directamente con el franquismo: con la censura, las consignas, los expedientes, las multas y los cierres

La permanencia de ciertas personas en el aparato judicial han trasladado ahora a éste la tarea antes ejercida por el Ministerio de Información. (...)

Sin embargo, si algún días llega a liquidarse la vía salvaje, persistirá la segunda. La segunda es consustancial al sistema económico: los detentadores de los medios de producción pueden hacer y deshacer de acuerdo con sus ideologías o con sus intereses. Frente a este derecho absoluto -y sin que se ponga en cuestión el principio de la denominada libertad de iniciativa privada-, se alza un rearme jurídico desde el interior de las redacciones, por fin plasmado, y por primera vez dentro del Estado español, en EL PAIS. (...)

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Para la mentalidad salvaje, un estatuto como el aprobado significa abrir las puertas al castrismo, y así se ha indicado estos días desde trincheras reaccionarias. Como el reaccionarismo y la ignorancia acostumbran a ser defectos inseparables, quienes tales aseveraciones sostienen desconocen que lo de EL PAIS es normal en muchos países europeos. (...)

Encontrar un cierto equilibrio entre la llamada libertad de empresa y la libertad de los profesionales: este es el alcance de un instrumento como el conseguido por los compañeros de EL PAIS. Para algunos maximalistas, quizá sea poco. Para un país sometido aún a la afrenta de la carga infatigable contra la libertad de expresión, el estatuto ha de considerarse como un paso de gigante. Y un motivo de satisfacción para todos los que rechazan que mano alguna escriba en lugar de la mano propia.

23 de junio

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