Pocos deportistas consiguen mantener su máximo rendimiento durante muchos años
El deporte de alta competición tiene en cada modalidad una edad media o unos límites entre los cuales el atleta ejerce su máximo rendimiento, según el esfuerzo a realizar. Sin embargo, existen excepciones que, a veces, rompen todos los esquemas en contra de cualquier lógica, estadística y hasta de la naturaleza. En cuadros aparte se aprecia que si la natación es el deporte en el que se alcanza el máximo nivel a edad más temprana, sería extraño encontrarse con un nadador destacado a los treinta años, por ejemplo. La flexibilidad muscular necesaria se encuentra en el atleta que se empieza casi a formar, algo que se busca también últimamente en la gimnasia femenina. En otras modalidades, en cambio, como las carreras de fondo en atletismo, incluso en el ciclismo, dentro de los deportes que se pueden considerar como «de esfuerzos violentos», es normal alcanzar la cúspide de una carrera hacia la treintena.De cualquier forma, lo que resulta extraordinario en todo caso es la «desviación» de una norma en diez años, o más, de lo habitual, y ejemplos así, aunque aislados, se han dado, o aún se dan, en el deporte de máxima competición. Al margen quedan, naturalmente, otros deportes menos violentos, casos del golf, la equitación o el tiro, en los que el desgaste físico es ya escaso y los límites de máxima eficacia en los atletas -si es que en algunos casos se les puede ya denominar así- son, a veces, enormes.
Al Oerter
Un ejemplo realmente asombroso es el del lanzador de disco norteamericano Alfred Oerter (1,92 metros y 120 kilos de peso), nacido el 19 de septiembre de 1936, en Astoria (Nueva York). Sin duda, el mejor discóbolo de todos los tiempos y uno de los más extraordinarios deportistas de la historia, ha sido el único atleta ganador olímpico en cuatro Juegos y, además, consecutivos: 1956, Melbourne; 1960, Roma; 1964, Tokio, y 1968, México. Oerter, que no fue más que tres veces recordman del mundo -con 62,45 metros en 1962; 62,62 en 1963 y 62,94 en 1964-, parecía poner sus únicas miras en los títulos olímpicos. Tenía la capacidad de interrumpir su actividad en cada plazo de cuatro años (o Olimpiada) para entrenarse justamente antes de las selecciones de Estados Unidos, ganarlas y rubricar este éxito posteriormente en los Juegos: en 1956 venció con 56,36 metros, por 54,81 de su compatriota Fortuné Gordien, a la sazón recordman mundial con 56,97. En 1960 hizo lo propio ante Rink Babka, recordman con 59,91, al lanzar 59,18 contra 58,02 de su oponente. En 1964, con 61 metros justos (y después de permanecer largo tiempo curando su antebrazo lesionado entre hielo), se impuso al checo Ludwig Danek, que sólo lanzó 60,52, cuando poseía el récord (arrebatado por rara vez a los norteamericanos) en 64,55. Finalmente, en 1968, Oerter logró 64,78, mientras que Jay Silvester, superfavorito, quedó quinto con 61,78, muy lejos de sus 68,40, récord mundial.Después de su hazaña, Oerter, agente comercial en Nueva York, decidió retirarse a los 32 años. Tres meses más tarde, con vistas siempre a unos nuevos Juegos, trató de volver, pero se le reprodujo una vieja lesión en las vértebras cervicales -que se le había juntado a la de antebrazo antes de los Juegos de Tokio- y pareció ya su abandono definitivo. Lo increíble es que desde entonces, 1970-1976 -pasó de los Juegos de Montreal- estuvo apartado de las pistas, pero en. el verano de este último año pasó un examen y, al ser positivo, volvió al entrenamiento con más intensidad (en footing y ejercicios de musculación) que nunca. Al final de 1977, con 62,50 metros (30º puesto mundial) se colocó casi en su valor del pasado. Al año siguiente, sólo con 62,62 (33º), pareció estancarse; pero en 1979, en mejoras sucesivas, se fue hasta unos excelentes 67,46. Su meta -frustrada ahora- estaba en Moscú, y el pasado 31 de mayo, con 69,46 metros, sólo es superado ya por los 71,16, récord del mundo del alemán oriental Schmidt; los 70,86 de su compatriota estadounidense Mac Wilkins y los 69,50 del noruego Hjeltnes. Según un médico que le trata, y al margen de su fuerza, aún intacta, la superación de Oerter se debe a su «juventud psicológica», que le permite una tiroides de un joven de veinticinco años.
Otros ejemplos
Casos como el de Oerter, sin embargo, se han dado en otros deportes, aunque de forma también aislada. En fútbol, sir Stanley Matthews -primer futbolista en activo nombrado caballero de la Orden del Imperio Británico- debutó en su club de casi siempre, el Stoke City, en 1931, a los dieciséis anos, y se retiró en 1965 -a los cincuenta años-, tras 34 años de carrera profesional. Jugó siempre como extremo derecho, un puesto delicado para esa edad. Su habilidad en el regate y su experiencia fueron proverbiales y le permitieron ser 54 veces internacional, la última en 1957, ya con 42 años de edad.También en fútbol jugaron hasta más de los cuarenta años los suecos Gren y Namrin, subcampeones mundiales de 1953; el marroquí-galo Ben Barek, el portero mexicano Carbajal y el recientemente sancionado italiano Albertossi.
En boxeo, los más célebres cuadragenarios o más fueron el peso semipesado Archie Moore, que disputó su último combate a los 52 años, y Sugar Ray Robinson, el legendario peso medio, que peleó hasta los 45. Otro peso medio más moderno, también campeón mundial, Emile Griffilth, boxeó todavía pasados los cuarenta, ya sin el título.
En las carreras de fondo atléticas, con ser normales las edades avanzadas -ahí está el caso del español Haro-, el ejemplo de los norteafricanos, algunos de edad indefinida, es proverbial. Alain Mimoun, argelino-francés, nacido en 1921 y eterno «segundo» de Zatopek, salvo en su triunfo olímpico en la maratón de Melbourne (1956) ganó de forma casi asombrosa su último título de campeón de Francia en 1966, a los 45 años de edad. No dejó de correr oficialmente hasta 1971. Había comenzado en 1940.
El ciclismo ha sido otro deporte con gloriosos veteranos en las carreras, y uno, Poulidor, el más conocido y verdadero recordman, al retirarse con 42 años, en magníficas facultades aún. También eterno «segundo» casi siempre, alcanzó una popularidad comparable a las máximas figuras, entre éstas Bartali, puso fin a su carrera a los cuarenta. A los 36 años ganó una Milán-San Remo. Otros ciclistas conocidos, como Van Steenbergen -caído después en las drogas-, o Pino Cerami, también obtuvieron éxitos pasados los cuatro lustros.
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