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Sibilio, novedad en la selección de baloncesto

Chicho Sibilio, un dominicano de color nacionalizado español y que juega en el Barcelona, constituye la gran novedad de la selección española de baloncesto que acudirá a los Juegos Olímpicos de Moscú. Por primera vez un hombre de color vestirá la camiseta del equipo español. Lo que años atrás se le negó a Charles Thomas, norteamericano negro que también jugó en el Barcelona, por prejuiciosy porque ya había dos extranjeros en el equipo, ahora se le concede a Sibilio, entre otras cosas, porque en el deporte mundial -olimpismo incluido- se han roto ya todas las reglas.

En el preolímpico disputado recientemente en Ginebra se pudo comprobar cómo la mayoría de los equipos occidentales contaban en sus filas con buen número de jugadores no nacidos en el país que representaban. No es incluso exagerado hablar de cierto desmadre en lo que se refiere al tema. Esto «calentó» la cabeza al seleccionador Antonio Díaz Miguel, que ya volvió de Ginebra con la idea de hacer todo lo posible por incorporar a Sibilio en el equipo.No hay nada contra el hecho de que Sibilio acuda a la selección, pero sí hay que poner algún reparo a la forma en que ha llegado a la misma. El jugador, en cuanto se enteró de la pretensión del seleccionador de llevarlo al equipo nacional, se apresuró a decir que «prefiero que no me llame. Así me evitaría la responsabilidad de decidir y me quitaría los problemas que pueda tener con mi país, que no me perdonarla jamás el que jugase con España». Fue claro, pero por lo que se ve, no muy sincero. Nada de esto preocupó a los responsables, que, pese a estas afirmaciones, se pusieron en contacto con el jugador, que apuntó que, para jugar en la selección, tendría que ver muy asegurado mi futuro en España». Al parecer, la Federación se lo ha asegurado, pero nadie ha explicado cómo.

Como suele ocurrir en estos casos, Sibilio pasó inmediatamente a decir que quiere triunfar en la selección y que todo le parece fenomenal y muy, bonito. Mientras, se sigue hablando de olimpismo, espíritu olímpico, himnos y banderas. No parece procedente, y menos en baloncesto, muy profesionalizado en casi toda Europa.

De ahí que, dadas las circunstancias, haya que admitir, y si se apura, aplaudir estas circunstancias que no hay por qué encubrir ni disfrazar. Nadie cree ya ni en el olimpismo ni en el amateurismo, y todo se traduce, como en tantas otras cosas, en llevar a cabo la ley del mas fuerte. Sería por tanto injusto que unos jugarán con dos comodines y otros sin ninguno. Metidos en el tren, parece hasta lógica la incorporación de Sibilo, e incluso habría que intentar convencer a algún americano casado con española para que se incorporase a la selección. Tampoco se le deben caer a nadie los anillos por el tema de la publicidad en el equipo español. Si los jugadores se pasan meses concentrados fuera de sus casas habrá que compensarlos y el dinero del Consejo Superior de Deportes, y en consecuencia de las federaciones, es mejor que se emplee en la promoción y en el terreno técnico. Lo que debe quedar claro es si se juega con la baraja del olimpismo y el falso romanticismo o se admite que se acude a unos Juegos por la cantidad de intereses creados que existen entre todos los países.

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