Saludo al Partido Radical
Por fin parece que alguien se va a decidir a crear el Partido Radical. Ya era hora. Hace tiempo que lo estábamos necesitando. Lo malo es que una idea de puro sentido común se esté empezando a extraviar por causa de meras especulaciones teoréticas cuando en realidad la cosa no es tan complicada. El partido viable que nuestro país necesita es el siguiente:En cuanto al nombre da lo mismo que se llame radical socialdemócrata o liberal, pues va a hacer lo mismo. Los nombres no hacen a las cosas. Se es lo que se hace. De entre esos nombres u otros al uso, elegirán los fundadores según el matiz predominante. No tiene mayor importancia ese asunto.
Ahora bien, lo que importa es precisar bien su espacio político. Hace seis o siete años yo no podía imaginar lo importante que es eso del espacio político. Hasta que llegó la democracia formal, y empezaron las elecciones, los militantes clandestinos definíamos con sano idealismo nuestras preferencias y compromisos en función de programas, de estrategias, de una trayectoria histórica, etcétera. Luego, con esto de las campañas electorales, en las que no se puede hacer asimilar la densidad de un programa, ni menos explicar la ideología de un partido, resulta que lo más importante es la imagen, palabra importantísima. «Dar imagen de ... » ha pasado a ser un argumento decisivo. De ahí la importancia suprema de los-líderes estrella, en los que se condensa por antonomasia la imagen del partido. Hoy día basta para defenestrar políticamente a una persona decir que no da la imagen conveniente. ¡Cuántos deben hoy su puesto en una alcaldía, y hasta su escaño, a la buena imagen que tenían! A veces me consuelo pensando que todo esto es cosa de las prisas con que hubo que improvisar la democracia, apenas sin partidos bien fraguados. Lo malo es que en casi todas las formaciones del espectro político los señores de imagen ad hoc han adquirido demasiada influencia como para que el entramado cambie.
Pues bien, el espacio político del partido que nos falta se encuentra obviamente entre el PSOE y la UCD.
La definición ideológica parece ser algo relativamente secundario, aunque nadie lo confiese así abiertamente. Quienes damos mucha importancia a la definición ideológica somos tachados de antiguos. Pero, no obstante, sigue,siendo de rigor que todo partido político sea fundado en base a unas ideas. Al partido radical no le será difícil hallar sitio entre UCD que se define por la ética cristiana, y el PSOE, que mantiene el marxismo al menos como método de análisis y transformación de la realidad (1).
En cuanto a la macroestrategia en el nivel doctrinal, baste con decir que UCD se reclama del camelo llamado interclasista mientras que la declaración política del congreso extraordinario del PSOE sigue hablando de la lucha de clases.
Así pues el nuevo partido, con definirse laico, evolutivo. partidario de la economía mixta. afirmando en parte la conveniencia de socializar lo necesario y con renuncia expresa a otro modelo que no sea capitalista, puede perfilar un simpático cuadro moderno y europeísta. Lo suficientemente estético como para que sus gentes a la página de la última revista recién recibida del exterior se ilusionen con un supuesto alineamiento en la izquierda del Mercado Común; de la Europa forjada por los Adenauer, De Gasperi, De Gaulle, Churchill, etcétera, de la Europa administrada por Spaak, Guy Mollet, Brandt, etcétera.
Ese nuevo partido que España necesita contará con el voto numeroso de los funcionarios jóvenes bien pensantes, para quienes Suárez es un histrión y Felipe resulta majo, pero el PSOE rezuma todavía olor de partido obrero, anticuado (?).
También hay muchos-profesionales y señoritas leidas que,estudiaron una licenciatura, -a quienes no les produce fervor la política de clase, y no les va el clericalismo larvado de los ucedistas. Ellos se sentirían realizados votando al partido que va a modernizar el país. Su innato terror a cambios profundos que pudieran alterar su status de pequeño privilegio relativo se vería -compensadocon lagranaventura de tina buena ley de divorcio, de unas costumbres liberales, de la defensa enérgica de la naturaleza, de un par de gestos nobles en política exterior
Yo me temo que la mayor parte del voto que tuvo Tierno en 1977 iría a este nuevo. partido. con perdón para don Enrique. El no tenla la culpa de que tantos miles y miles de personas le votasen a pesar de ser marxista, por su encanto de hombre puro, intelectual, incontaminado de la mugre política cotidiana. Eso que Tierno llamó un día de desacierto el voto de calidad, y que es voto sofisticado. Además, el nuevo partido no se restaría adhesiones al ,carecer de las ideas demasiado izquierdosas del viejo profesor, ni de su proclividad a la unión de las izquierdas.
En resumen, lo que en la República era una capa delgadísima que votaba a un hombre dignísimo, como Azaña, espera ahora a su hombre. Con el desarrollo industrial y la masificación de las universidades esa capa otrora frágil se ha multiplicado. No faltan incluso cuadros medios de inferior cultura, pero bien estantes, que se hallarían ennoblecidos por autoidentificación con el nuevo apóstol de la regeneración nacional.
Tal partido es viable. El coco terrible de la vigente ley electoral no lo iba a devorar. La vigente ley electotal. denostada tiempo ha por el PSOE, está concebida con dos objetivos; primar descaradamente a los mayoritarios, quitar puestos a los minoritarios y barrer a los pequeños partidos de militancia dispersa.
Pero, resulta que el partido del que venimos- hablando, como es obvio, tiene la inmensa mayoría de su electorado centrado en las grandes urbes. Le bastaría presentar candidatos en un puñado de provincias (las imprescindibles para tener cuota de televisión) sin hacer propaganda apenas más que en las capitales, todo lo cual no es económicamente inaccesible, y obtendría su bloquecitb de escaños. Es claro que cosecharía más fruto si se presentara como federación de partidos nacionalistas, pues de ese modo captarla otro venero de conciencias intranquilas, mordiendo mejor en el electorado ucedista.
España necesita ese partido por higiene pública. Conviene clarificar las cosas y evitar el enrarecimiento de la naciente demopracia. Sin unas cuantas operaciones que nos laven de las impurezas dejadas por el difícil parto constitucional, el abstencionismo acabará lisiando el sistema seriamente.
Para que un partido sea hoy mayoría absoluta, tiene que conseguir tantos millones de votos que no puede por menos de emitir un mensaje vago e impreciso al electorado. En ausencia de esa mayoría absoluta, se corre el riesgo. con el actual margen político de condiciones contra natura. En este país no existen siete Millones de personas que tengan¡ unos intereses, una idiología unos sentimientos suficientemente homogéneos. El que va a por los siete millones de votos tiene que sacrificar mucho de su propia identidad, lo que es muy grave si es que se tiene identidad y si se cree que lleva en sí un mensaje de cambio efectivo de esta sociedad.
En la actualidad, el PSOE y UCD luchan denodadamente por ese electorado natural del nuevo partido. Resultado: cuando el-pyincipal partido de la derecha y la mayor fuerza de la izquierda se disputan ambos una tan importante franja del electorado, ambos tienden hacia el centro del espectro. Gran invento que encanta a los conservadores de toda laya que en nuestra sociedad hay. Por eso los conservadores inteligentes están encantados con el juego actual de partidos. Mientras se mantenga esta situación, ni UCD puede irse demasiado a la derecha, ni el PSOE puede radicalizarse, dicen.
Justamente para aguar la fiesta a esos señores, que no creen más que en su personal bienestar, y para volver a esperanzas razonables, es preciso el nuevo partido.
Ese partido que quitará un voto al PSOE por cada dos o tres que quite a UCD y que puede recabar mucho más de ese baldío inmenso peligro llamado abstención.
Ese partido que puede ser partenaire de Gobierno con UCD o con el PSOE, con quien sea minoría mayoritaria, pero concertando un pacto de gobierno claro y a la luz del día. El PSOE podría recorrer con ese partido un trecho importante de su singladura histórica, sin empañar un ápice sus ideales. sin menoscabar la conciencia de que renuncie prácticamente a ser el instrumento para conseguir otra sociedad.
El partido radical liberal, socialdemócrata o como se llame, liberaría eo ipso al PSOE y a UCD de muchas tensiones internas, e incluso algunos emigrarían al nuevo ente político. No olvidemos que Suárez frustro con «el desembarco de los hombres de la Moncloa» la existencia de lo que pudo haber sido una bella aventura política librada por caballeros honestos e inteligentes, junto con al guna dama ilustrada. Al final les dio miedo la aventura en solitario y otorgaron un barniz de credibilidad democrática a Suárez, a cambio del apoyo del poder. Esa etapa ya está agotada.
Dicho partido radical, socialdemócrata o liberal, evitaría las tentaciones populistas del PSOE y permitiría ser a UCD un partido de derecha serio y coherente. Los pactos serían congruentes, claros y por cada legislatura. Incluso la vida parlamentaria entraría, en unas coordinadas de poder oposición, inteligibles por el pueblo.
De la Agrupación al Servicio de la República, se dijo en su día que carecía de experiencia política. Este ahora no es el caso. Algunos de los posibles protagonistas del nuevo partido incluso han hecho o hacen un buen papel como ministros, dentro de lo que cabe, con los patrones que dirigen el Gobierno.
Un sector del país les espera, señores. Bastantes gentes valiosas que en 1977 no se atrevían a zambullirse en la piscina política hoy se comprometerían en las filas distinguidas de tal proyecto nuevo. Atrévanse, por favor, que vale la pena correr el riesgo.
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