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Roban a un periodista documentos molestos para la familia real holandesa

Soledad Gallego-Díaz

Un desconocido entró la semana pasada en una casa y robó dos carteras llenas de papeles. El hecho sucedió en La Haya (Holanda), y hubiera pasado inadvertido si no fuera por tres circunstancias: el propietario de las carteras es un periodista, Win Klinkenberg, famoso en los Países Bajos por sus investigaciones sobre la familia real; los papeles robados son, al parecer, documentos comprometedores para la abuela, la madre y el padre de la reina Juliana, y el autor del robo es, según la denuncia presentada por el interesado, un agente de los servicios secretos holandeses. El escándalo ha saltado a la primera página de todos los diarios del Benelux, y el affaire amenaza con convertirse en el Watergate holandés cuando falta poco más de un mes para que la reina Juliana abdique oficialmente en su hija, la princesa Beatriz. El Sindicato Nacional de Periodistas ha pedido una investigación profunda «y hasta donde haga falta».

El ladrón, sea quien fuere, sabía muy bien qué iba buscando. Eligió con todo cuidado los papeles que tenían auténtico valor como prueba, y se llevó también la correspondencia de Klinkenberg con alguna de sus fuentes informantes. «¿Cómo sabía, entre todas las cartas que guardo; cuáles estaban relacionadas con la investigación en marcha?», se pregunta el periodista. La respuesta la sugiere él mismo: «Mi teléfono ha estado intervenido.»Para su desgracia, el ladrón se retrasó en «su trabajo» más de lo previsto y dio tiempo a que llegara a la casa la mujer de la limpieza. Sin pronunciar una palabra, el «fontanero» -como ya le llama la prensa holandesa- le dio un fuerte empujón y ganó la puerta a todo correr, pero no pudo evitar que su cara descubierta quedara grabada en la memoria de la asustada mujer. «Su descripción corresponde a la de un miembro de los servicios nacionales de contraespionaje que yo conozco », afirma Klinkenberg. La verdad es que Win Klinkenberg, de 57 años, es un personaje molesto para la familia real holandesa desde hace ya varios años. Militante del pequeño Partido Comunista de su país, no mantiene, sin embargo, buenas relaciones con la dirección del mismo desde que le despidieron del cargo que ocupaba en el diario oficial del PC «por divergencia de opiniones». En un país como Holanda, en el que la reina Juliana goza de mayor popularidad que cualquier artista de cine o que los jefes de sus sucesivos Gobiernos, el trabajo de Klinkenberg se ha desarrollado normalmente sin ningún apoyo. Pese a todo, el tenaz periodista se ha dedicado aplicadamente a investigar cuantos posibles escándalos relacionados con la familia real llegaban a sus oídos.

El primer «tanto» se lo apuntó en 1965, al revelar en una revista que el prometido de la princesa heredera, el príncipe Klaus von Amsberg, había sido miembro de las Juventudes Hitierianas.

El escándalo fue mayúsculo y sólo la rápida declaración del interesado demostrando que en aquella época todos los jóvenes alemanes estaban prácticamente obligados a inscribirse en organizaciones nacional-socialistas, y el prestigio personal de la propia reina Juliana como antifascista, permitieron que los holandeses disiparan poco a poco sus recelos hacia el que, a partir del próximo día 30 de abril, será el rey consorte.

No polemizar con un periodista

En 1975, Win Minkenberg olfateó otro affaire espectacular: el marido de la reina, el príncipe Bernardo, estaba implicado en los sobornos de la Lockheed. En pocos meses preparó un librito que le hizo famoso en Holanda: «El príncipe Bernardo, de la IG Farben al affaire Lockheed». No contento con demostrar que el príncipe había recibido dinero de la multinacional norteamericana, el periodista se remontó a épocas pasadas y aseguró que el marido de la reina Juliana había mantenido contacto con los nazis. a través de la empresa IG Farben, de la que era alto ejecutivo. Esta vez el palacio real, sin desmentir nada, se limitó a afirmar que «no polemizaría con un periodista».Como un mastín que una vez que ha agarrado una presa no la suelta por nada del mundo, Win Klinkenberg prosiguió sus investigaciones, esta vez en dirección a los padres de Juliana. Asegura haber logrado reunir documentos comprometedores tanto sobre la reina Guillermina, como sobre su madre, la reina Emma, y su marido, el príncipe Hendrik. Estos son los documentos que han sido robados, según cree, por los servicios de contraespionaje.

Los holandeses han demostrado en muchas ocasiones su cariño hacia la reina Juliana, pero ese mismo interés hacia su soberana les lleva a seguir con enorme atención todo lo que se relaciona con su familia. La personalidad del príncipe Hendrik, muerto en 1934, ha dado ya muchas ocasiones para hacer correr la tinta. Hasta el propio historiador oficial, el profesor Lou de Jong, insinuó el pasado mes de octubre que la reina Juliana tiene un hermanastro belga, fruto de una de las correrías de su padre por Bruselas.

Nada de extraño tendría, opinan algunos diarios, que un servicio «extremadamente celoso» hubiera querido hacer un regalo de despedida a la reina. Y, desde luego, ninguno le resultaría más agradable que esas dos carteras llenas de papeles.

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