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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Irán, entre lo posible y lo absoluto

EL PANDEMÓNIUM iraní pretende clarificarse con unas elecciones generales de lenta votación y lento escrutinio, sobre las que pesan todas las colusiones, lag ambigüedades que califican la vida del país desde la revolución de Jomeini. Como en tantos otros casos, y no solamente en las revoluciones, era más fácil la unidad frente al dictador y al régimen insoportable que la busca de opciones constructivas. Estas opciones van desde el absoluto de la instauración de una nueva era, y no sólo para el país, sino para el gran contexto islámico, hasta la moderación que se conforma con lo posible: con la mejor administración de un país que tiene riquezas suficientes para el bienestar de sus habitantes.El falseamiento de las elecciones y de sus posibilidades es el mismo que alcanza ya a la figura del presidente de la República, a la Constitución que fue tan abundantemente votada y a la existencia de un Gobierno. El poder de lo posible, el poder de la política, está sujeto al poder de lo sublime, que es el del imán Jomeini y la alucinación religiosa, y por esos ejecutores que pretenden ser el instituido Consejo de la Revolución y el improvisado poder de los estudiantes, que tienen en sus manos una de las claves de la política interior y exterior de Irán: los rehenes de la embajada de Estados Unidos, que han pasado ya su cuarto mes de detención y que son ahora filmados, para las televisiones del mundo, realizando el papel de prisioneros felices, en lo que parece una maniobra para detener cualquier acción osada, política o militar, para liberarles. Se pone ahora como fecha importante para su liberación la de la formación de la nueva Asamblea; antes había sido la de la elección del presidente de la República, Banisadr, del que se esperaba una amnistía general en la que estuviesen incluidos estos inventados delincuentes.

La torpeza de Carter y Waldheim al nombrar una comisión internacional para examinar la culpabilidad del sha, su posible configuración de genocida de su propio pueblo, no podía durar. Cualquiera podía ver que se trataba de un engaño; y la suposición de que los iraníes están tan infantilizados como para suponer que de verdad se iba a producir un juicio, internacional contra el sha, al final del cual sería entregado a la justicia -tan dudosa, por otra parte- de su país, partía de la ingenuidad propia de sus creadores, y no de los que debían ser sus engañados. No ha podido durar. La ambigüedad original se ha disuelto en cuanto se ha visto que el único interés real de la comisión era el de que fueran rápidamente liberados los rehenes.

Pero el juego ha tomado de lleno al propio Banisadr, que intentó participar en la farsa. El tema se ha convertido en base de las campañas electorales: los partidarios de la liberación de los rehenes y de la reanudación de las relaciones con Estados Unidos bajo ciertas condiciones, lo que supondría al mismo tiempo un antisovietismo -postura de Banisadr- y los que mantienen que la pureza de la revolución requiere previamente la humillación de Estados Unidos, la sentencia contra el sha y el reconocimiento de que los crímenes del Estado anterior estuvieron realizados con el apoyo de Estados Unidos y gran parte del mundo occidental, lo cual tampoco supondría un apoyo a la Unión Soviética, reiteradamente denunciada como culpable por su invasión de Afganistán y como enemiga del islamismo.

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Las posiciones de cada grupo político son difíciles de identificar; a partir de la del propio Jomeini, que al mismo tiempo apoya a Banisadr, a los estudiantes que retienen a los rehenes por encima de todas las órdenes y al Consejo de la Revolución a quien debían haber sido entregados, pero que, a su vez, parece profundamente dividido por esta cuestión. Una parte es favorable de su devolución inmediata, otra requiere que previamente se cumplan las condiciones de castigo del sha, que, mientras tanto, parece de nuevo agonizante en un hospital de Panamá, fuera de la zona de Estados Unidos, que se niega ,a verse de nuevo comprometido.

Parece que en este caso de los desventurados rehenes Irán se está llevando el castigo de sus presuntos actos contra todos los derechos y toda la moral internacional establecida desde antiguo en las relaciones internacionales. Pero en sí esta detención arbitraria no es más que un escaparate de la dificultad creciente de hacer compatibles las muy diversas esperanzas que cada iraní puso en el acto revolucionario, entre el progreso y el fanatismo religioso, entre el nacionalismo y el internacionalismo islámico, entre la medida de lo posible y la ilusión de lo absoluto. No es fácil imaginar que el resultado electoral, aun esperando que fortalezca el partido de Banisadr -el dirigente de lo relativamente posible- aclare definitivamente las convulsiones de esta primera etapa revolucionaria.

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