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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ultraderechista y liberal

La crónica de su corresponsal en Francia (EL PAIS, 14 de febrero) acumula, en lo que a mí se refiere, los errores y las apreciaciones maliciosas.(Pasa a página 10)

Ultraderechista y liberal

(Viene de página 9.)

Su corresponsal, inquieto por la suerte de las emisiones en español de Radio París, escribe en una larga frase, que, para mayor claridad de mi respuesta, citaré in extenso: «En esta ocasión, el segundo intento de la supresión de Radio París "es de temer se lleve a cabo a través de una retorcida operación, consistente en nombrar director de la emisora a Ricardo Paseyro, periodista suramericano ultradereschista, residente en París, y responsable, en el diario ultraconservador L'Aurore, de las informaciones sobre España, tendentes generalmente a acreditar el fatalismo bélico que ha tramado y que tramará la historia de España", le declaró a EL PAIS un portavoz de Radio París.»

Agrega su corresponsal: «Por unanimidad, la plantilla periodística de Radio París rechaza al señor Paseyro como sustituto del actual director. ( ...) De confirmarse este nombramiento, los periodistas han previsto una huelga general», etcétera.

Conozco nuestro oficio y sé que al entrecomillar las palabras atribuidas a un mítico portavoz de Radio París su corresponsal descarta, en apariencia, su propia responsabilidad respecto al origen de la «noticia» y a losjuicios que la acompañan. Sin embargo, el deber del periodista es verificar la información. En el caso presente nada le costaba a su corresponsal ese gesto de cortesía para con un colega. Hemos almorzado juntos en la embajada de España y soy fácilmente accesible.

Me corresponde, pues, ya que él no lo ha hecho, poner los puntos sobre las íes.

1. La carta de la «plantilla periodística de Radio París» no cita, ni directa ni indirectamente, mi nombre.

2. Es en absoluto falso que haya «unanimidad» o amenaza de «huelga» contra mi eventual nombramiento.

3. ¿En qué y por qué sería esta una «retorcida operación»?

4. No soy un «periodista suramericano residente en París». Soy un escritor de lengua española -y francesa- de origen suramericano, pero ciudadano francés (condición requerida para ocupar el cargo) desde 1974, fecha en que el Gobierno ultraderechista de Uruguay me destituyó de la carrera diplomática.

5. No soy «responsable en L'Aurore de las informaciones sobre España». Soy editorialista de política extranjera de ese periódico, que nada tiene, por cierto, de «ultraconservador».

6. No existe portavoz alguno de Radio París. Su corresponsal inventa el título, pour les besoins de la cause...

La crónica abunda en otros errores. Pero lo peor no es esa mezcla astuta de omisiones, semiverdades y falsías: ella sirve como sostén al «delito de opinión» que se me achaca, a fin de justificar un veto que, por lo visto, no puede apoyarse en razones profesionales de incompetencia, únicas válidas, en la materia. ¿No estábamos contra la «caza de brujas» y contra las discriminaciones por motivos ideológicos? Tal me parece ser la doctrina de EL PAIS, donde he publicado más de una colaboración.

Me deja impávido el que me llamen ultraderechista. Cuando era militante comunista -durante seis años- se me acusaba de ultraizquierdista. El haber comprepdido, sin aguantar el «informe Krustchev», ni el genocidio camboyano, ni la invasión de Afganistán, la esencia «concentracionaria» del Estado marxista, y el haber combatido el terrorismo pedante de los intelectuales de izquierda, me vale seguramente, por parte de algunos fanáticos, el remoquete que su corresponsal se apresura a propagar. Lo rechazo no ya por infamante -después de todo, jugando con el vocablo, podría decir que mi «ultraderechismo» consiste en estar más allá de las derechas-, sino porque no corresponde a la realidad y se le emplea como arma alevosa.

Doblemente, porque yo no arrastro ninguna cacerola, según le sucede a ciertos neoliberales, que para blanquear su pasado exageran su celo «antiderechista». Debo de ser el único -digo bien, el único- poeta de origen suramericano de mi generación que no pidió, buscó ni recibió premios, honores, alabanzas o ventajas de las múltiples sucursales del régimen franquista. Desde hace veinticinco años viajo regularmente a España, país en que cuento muchos amigos y enemigos. Nunca he dictado ahí una conferencia en organismos oficiales. Nunca he escrito en la prensa franquista. ¡Curioso ultraderechista, vive Dios!

Curioso ultraderechista cuyo libro sobre España -traducido en 1978 por la ultraderechista casa editora Plaza y Janés, con el título España, en la cuerda floja- fue elogiado por los notorios ultraderechistas Raymond Aron, Jean François Revel y otros lonescos. ¡Curioso ultraderechista, redactor en jefe de Contrepoint, la mayor revista del liberalismo europeo!

El uso de la amalgama y de los calificativos arbitrarios es una forma de la tentación totalitaria. No le conviene a la prensa liberal caer en ella.

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