El Museo del Pueblo Español, cerrado desde hace siete años
En cuarenta años de existencia, el Museo del Pueblo Español sólo ha permanecido abierto durante poco más de 24 meses. Sus fondos, todos relativos al folklore y etnología españoles, entre los que se encuentra la mejor colección de trajes regionales de Europa, siguen almacenados en salas inaccesibles al público. Museo este fantasma sin esperanzas inmediatas, dados los extravagantes proyectos de reapertura.
En libros y catálogos sobre artes populares, así como en la guía oficial de museos, se cita como de especial interés el Museo del Pueblo Español, que, como tantos otros, está cerrado al público, amontonado en salas que no reúnen las mínimas condiciones y, lo que es peor, con escasas posibilidades de apertura. El caso más típico de nuestros museos fantasmas.Museo imaginario y maltrecho desde el principio, el del Pueblo Español se inauguró en 1940 para cerrarlo sólo unos meses más tarde por motivos de reparación. El Palacio de Godoy, junto al Senado, fue el escenario de esta importante colección que, gracias a las subvenciones estatales, y a pesar de su inmediato cierre, aumentaba considerablemente cada año. Treinta años después, en 1971, se efectuó su reapertura, pero, reveses del destino, dos años más tarde se ordenaba su traslado con vistas a utilizar el palacio para la ampliación del Consejo Nacional del Movimiento. «Nos lo dijeron un viernes», comenta una empleada del museo, «para que dejáramos el edificio libre el lunes siguiente, así que con las prisas yo creo que se estropearon y perdieron algunas piezas.»
El museo se amontonó precipitadamente en los sótanos del Teatro Real hasta su posterior traslado al hospital de San Carlos. Allí se montaría definitivamente el museo, dijeron las autoridades. Y allí sigue la colección, desde hace siete años, almacenada en cajones y armarios con olor a naftalina, flotando en el polvo del tiempo. Porque, desde el principio, era evidente la imposibilidad de montar un museo de tal envergadura en un edificio que pertenece al Colegio de Médicos de Madrid.
El Museo del Pueblo Español, que no cumple sus principales finalidades docentes y culturales pese a estar cerrado, paradójicamente funciona. Detrás de la endeble puerta del museo, a la que se llega por laberínticos pasillos y escaleras del Colegio de Médicos, están en su puesto todos los empleados del mismo, dedicados a conservar las piezas que se distribuyen en tres enormes salas de unos mil metros cuadrados cada una. Se sigue recibiendo una subvención estatal que se eleva a un millón de pesetas anuales para la búsqueda de nuevas piezas, se hacen catálogos y se mantiene abierta una pequeña biblioteca de libros relacionados con el arte popular.
Pero la necesidad del traslado es urgente. Las salas están aisladas del patio interior del edificio por simples cristaleras. «Aquí es muy fácil robar», dicen los empleados del museo. «Máxime cuando no hay vigilancia nocturna.» Para la directora, la urgencia está en exponer los fondos. «Es lo único que nos falta, y lo más importante de un museo. Después de tanto tiempo, me conformo con cualquier sitio, pero esta situación es insostenible. Si las autoridades se dieran cuenta de lo que tenemos aquí... El problema es que no lo saben. Claro, no han venido nunca. »
Lo que hay en el museo actualmente son unas extensas y antigua colecciones de aperos de labranzas, ropa, cerámica, amuletos, orfebrería, joyas, instrumentos musicales y, entre otros muchos utensilios populares, más de doscientos trajes regionales. Colección esta última considerada como la mejor de Europa.
La solución de este museo, como de tantos otros, está en acondicionar algunos de los edificios madrileños del Patrimonio que no se utilizan. En Adelpha (Asociación para la defensa del Patrimonio Artístico) aseguran que son muchos los que actualmente están vacíos y apuntan los que pudieran ser ocupados por el Museo del Pueblo Español: «Se podría haber aprovechado el Palacio de Linares, pero parece que ahora la Confederación de las Cajas de Ahorros lo va a utilizar. Se podría adquirir el de Gaviria, donde está ahora el Centro Asturiano. Pero una de las mejores posibilidades sería el palacio de Bornos, que lo venden, y creemos que se podría comprar por una módica cantidad que oscila entre los veinticinco y los cuarenta millones de pesetas.»
Sin embargo, parece que en la Dirección General del Patrimonio Artístico ya lo tienen decidido. Su director, Javier Tussell, lo confirma: «Ya están comprometidos 150 millones de pesetas del año pasado para acondicionar el Hospital General de San Carlos. El proyecto que en este momento están haciendo los arquitectos Fernández Alba y Fernández Cuenca se llevará a cabo en cuatro años, con un crédito especial que se elevará a novecientos millones de pesetas. El hospital tiene cinco plantas y un sótano de 4.000 metros cuadrados por planta. En él se albergarán el Museo del Teatro, el de Trajes, el del Cine y el del Pueblo Español, que será el primero, que abra sus puertas.»
A Tussell le va a resultar dificil, si no imposible, llevar adelante un proyecto que cuenta con opiniones adversas dentro del propio Ministerio de Cultura. Por supuesto, Adelpha es la primera en rechazarlo: «Ya hemos insistido otras muchas veces», dice el vicepresidente José Luis Souto, «en que la única posibilidad de ampliar el Museo del Prado, aunque se quedasen libres las instalaciones del Museo del Ejército, está en el Hospital. Es el desahogo natural del Prado. Además, en el hospital no se puede meter ese Centro Pompidou a la antigua, con museos inconexos, que nada tienen que ver entre sí.»
Por otra parte, no parece necesario ocupar un edificio tan grande con museos como el del Cine, que cabe en quinientos metros cuadrados, y el del Teatro, cuyos fondos menguaron considerablemente durante la guerra civil. Pero lo más sorprendente es que el propio asesor del ministro de Cultura Santiago Amón declare que la obra del Hospital General o Provincial es «ilegal y clandestina». «Esas obras, continúa Amón, no tienen la autorización del Patrimonio Artístico, aunque las haya encargado el propio Ministerio de Cultura. Se ha destruido una parte del edificio para hacer un aparcamiento, los ascensores y los aseos. Pero ahora las obras están paradas por orden del arquitecto jefe, Dionisio Hernández Gil, porque el proyecto de Fernández Cuenca es además impresentable.»
Con tales perspectivas es de adivinar que los encajes, ropas y trajes del museo seguirán luchando por mucho tiempo contra la polilla. Que la apertura se hará esperar. Que este museo, como el del Teatro, el del Aire y el del Observatorio Astronómico Nacional, cuyo edificio ha sido restaurado y se pretende ahora utilizar para oficinas, continuarán sin exhibirse, y que colecciones importantes del Jardín Botánico, del Museo Arqueológico y del de Ciencias Naturales seguirán amontonadas en sótanos. Tras tanta espera, la directora del Museo del Pueblo Español sigue creyendo en una futura reapertura, pero «yo ya no lo veré».
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