El Rayo, en picado hacia el descenso
El Rayo camina en picado hacia el descenso. El equipo vallecano parece empeñado en una difícil tarea que está convirtiendo en sencilla: hundirse en su crisis de nervios, y ser a un tiempo tabla de salvación para todos los visitantes que acuden a Vallecas. El Salamanca, como antes Zaragoza y Betis, aprovechó su desconcierto absoluto para situarle en un casi insalvable menos siete. Sólo un esfuerzo extraordinario de los jugadores puede evitar que el próximo año el Rayo tenga el mejor palco de Segunda. A Iriondo no le queda más que aferrarse al tópico del «aún queda mucha Liga y hay que intentar la salvación». Encinas, presidente, no va a cesarle como a Héctor Núñez. El problema rayista hace tiempo que sobrepasó el ámbito deportivo.El Rayo, apenas existió como bloque durante veinte minutos, los iniciales del encuentro. En este corto período se intuyó un ligero mejoramiento en su concepción del fútbol. Al menos se intentó coordinar las jugadas, se buscó el desmarque, y existió, en suma, un apoyo estimable y un sentido posicional correcto. Tanco y Rial obligaron a intervenir con acierto a D'Alessandro, pero a medida que fueron pasando los minutos el Rayo se fue desmoronando en su débil moral y dejó ver ya su enorme fragilidad. Juanito, Diarte y Brizzola comenzaron a descontrolar a la defensa, hasta el punto de que Pascual -suplente del lesionado Mora- iba a constituirse en el elemento más importante del equipo. El meta, vendido siempre, retrasó el inevitable desastre con sus intervenciones acertadas a remates de Diarte y Juanito.
Resultó ya un espejismo el excelente pase de Morena sobre Manolo, al filo del descanso, desaprovechado por el joven delantero, que tiró suave, muy suave, al cuerpo del portero salmantino. Lo peor fue que el ariete uruguayo se dejó ver durante todo el partido sólo en esta acción. Hasta Morena -lógico- ha perdido la fe en sí mismo, en sus muchas posibilidades, suficientemente acreditadas. Ahora también es una sombra sobre el campo, con la cabeza hundida, sin fe, casi sin ilusión. La filosofía de un hincha rayista desapasionado sentenció. Deportivamente el equipo no funciona, a Morena, como al resto, no le han pagado en sus plazos previstos, cesaron al entrenador que le prestaba dinero, y el domingo tampoco jugó su compatriota Custodio, otro fiador económico. La frase tristemente jocosa y exagera da viene a ser la nota elocuente de la crisis de nervios que asola al club.
La esperanza, pese a todo, llegó pronto, tras el descanso. El luchador Clares, refuerzo de Iriondo en este tiempo, acertó a marcar cuan do el Salamanca hubiese podido hacerlo antes. Pascual -otra vez- había vuelto a retrasar el tanto visitante, jugándose el tipo a pies -otra vez- de Juanito y Diarte. Ni el gol de Clares sirvió para nada. Este Rayo ya no cesa, no fulmina. Al contrario, se dejó comer en un minuto lo que tanto trabajo le costó conseguir. El primer aullido de un sorprendente, luchador y exquisito «Lobo» Diarte le asustó del todo. A partir de ahí fue ya un equipo roto, sumido en una mediocridad insultante. No extrañó a la sufrida parroquia vallecana que llegara también la segunda dentellada de Diarte, ya mortal, la puntilla. Alvarito había desperdiciado una ocasión infantil, y D'Alessandro evitó ya muy al final un testarazo de Clares. Fueron las últimas bocanadas de aire de un Rayo necesitado de varias -siete- bombonas de oxígeno.
Todo se ha puesto en contra del Rayo. Hasta los tópicos futbolísticos.
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