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Walter Rhol, vencedor absoluto del Rallye de Montecarlo

El alemán Walter Rhol, sobre un Fiat 131 Abart, logró su sueño de proclamarse vencedor absoluto del Rallye de Montecarlo. Su cuarta victoria en una prueba del Mundial, para el rapidísimo piloto germano sirvió para inscribir, por vez primera, el nombre de la marca italiana FIAT en el prestigioso historial del Rallye de Montecarlo. En la última y definitiva etapa, las únicas alteraciones fueron la gran recuperación del francés Darniche, que ascendió hasta el segundo lugar, tras Rhol, y la del sueco Valdegaar, que arrebató por sólo dos segundos, después de siete días de carrera, el tercer puesto a su compatriota Kullang. El español Serviá fue décimo en la general.

FIAT había planteado esta edición número 48 del Rallye de Montecarlo como una necesidad deportiva casi vital para su departamento de competición. Después de rnuchos años de intentar la victoria sin conseguirlo, en esta ocasión contaba a su favor con el hecho de que sus grandes rivales no estarían presentes de forma oficial. Era, pues su gran oportunidad.Sin embargo, para que nada escapase a un posible error, la marca italiana dispuso un equipo potente y numeroso. Fue fichado para esta carrera el sueco Bjor Valdegaar, recientemente proclamado campeón del mundo. Y, junto a él, se alineaban el finlandés Alen, el alemán Rhol y los franceses Darniche, Andruet y La Mouton. A éstos además se añadían algunos pilotos más, con coches seudoprivados, y otros, como el italiano Bettega, con los Ritmo.

A partir de las retiradas de Alen, Mikkola y Vatanen, el alemán Walter Rhol, un piloto tremendamente rápido, tomó el mando de la carrera. Su misión era la de ser el hombre liebre, táctica que cumplió a la perfección, distanciándose rápidamente del resto. El peligro para un hombre tan rápido estriba siempre en las grandes dosis de riesgo que tiene que afrontar, así como por el esfuerzo a que somete la mecánica. Un accidente o una avería, por tanto, son más fáciles en estas condiciones. Pero Rhol supo jugar perfectamente su papel, dominando la carrera sin cometer ningún error, venciendo con bastante holgura al Final de la misma.

En la última noche, la definitiva, se esperaba una recuperación de Darniche y Valdegaar, que ocupaban posiciones no acordes con su categoría y la de sus coches. Darniche, a base de atacar a fondo durante toda la noche, consiguió imponerse en siete de las ocho pruebas especiales de velocidad que pudieron disputarse, lo que le llevó hasta el segundo lugar de la clasificación general al final del rallye, aunque a más de diez minutos del vencedor. Lo mismo hizo Valdegaar, aunque sin tanto acierto, logrando ascender hasta el tercer puesto, pero a casi doce minutos de Rhol, e imponiéndose por sólo dos segundos a su compatriota Kullang.

La anécdota de la última etapa se produjo al tener que suspenderse la celebración de las dos últimas pruebas especiales de velocidad. El numerosísimo público, casi 250.000 personas, impedía materialmente el paso de la carrera.

Por parte española, el catalán Salvador Serviá, sobre un pequeño Ford Fiesta 1600, logró una actuación muy brillante. Pese a la escasa potencia de su vehículo, Serviá logró no sólo terminar la carrera, sino además hacerlo en una muy meritoria décima posición de la clasificación final.

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