Finaliza la visita de los Reyes a Granada y Jaén
Los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, finalizaron ayer en Huéscar, a 160 kilómetros de la ciudad de Granada, la visita de tres días de duración a esta provincia y a la de Jaén. La última jornada, al igual que las dos anteriores, discurrió dentro de un clima de gran expectación y afecto hacia los Reyes, y se caracterizó por manifestaciones de espontaneidad, apenas apuntadas en los dos primeros días de la visita.
Si en Linares fue un grupo de gitanos y en Baza un rapsoda espontáneo los que pusieron unas pinceladas de color, ayer fueron los ancianos de la residencia Rodríguez Peñalva y una niña que se pegó a don Juan Carlos y doña Sofía, con quienes almorzó y de quienes no se separó hasta el momento en que éstos se dirigían a tomar el helicóptero para regresar a Madrid, los que pusieron una nota de calor humano en torno a la visita real.A su paso por las ciudades y pueblos de Jaén y Granada, don Juan Carlos y doña Sofía sólo recibieron muestras de afecto. Las últimas palabras pronunciadas por el Rey antes de emprender viaje a Madrid fueron precisamente para agradecer a los habitantes de estas dos provincias la acogida que les tributaron. Igualmente agradeció la labor de las autoridades que les han acompañado durante la visita y, muy especialmente, al presidente de la Junta de Andalucía. «El sabe por qué se lo digo», afirmó. Rafael Escuredo diría después a los informadores que entendía que con esas palabras el Rey quería agradecer, a través de él, a todo el pueblo granadino y jiennense, el afecto y la cordialidad que les han dispensado.
El presidente de la Junta hizo, por otra parte, una valoración muy positiva de la visita, por dos razones: «Por una parte, porque los Reyes se han llevado de calle a la gente de estas dos provincias, y por otra, porque he podido constatar que don Juan Carlos tiene un perfecto conocimiento de los problemas andaluces, empezando por el paro y siguiendo por la autonomía. Está al corriente de los avatares del proceso autonómico y desea fervientemente una solución satisfactoria. Creo que es importante», añadió, «que haya gritado "¡Viva Andalucía!", sin limitarse a dar vivas a Jaén y a Granada, porque ello indica que tenemos un Rey andalucista.»
Indudablemente, la visita arroja un balance enormemente positivo para los Reyes, a pesar de que, por el momento elegido, Andalucía no constituye en principio un paseo para nadie. Son muchas las opiniones recogidas en contra de la oportunidad de esta visita, que se produce en un momento de tensiones sociales y políticas.
En varios discursos, fundamentalmente los pronunciados por alcaldes socialistas, éstos lamentaron tener que exponerle al Rey problemas concretos, que son cuestiones de Gobierno y que caen fuera del ámbito de las competencias del jefe del Estado. Sin embargo, estas autoridades no renunciaron a plantearle estas cuestiones al Rey, ante la falta de oportunidad para exponérselas a otras autoridades. Sobresale, en este sentido, el discurso pronunciado por el alcalde de Granada, recogido ayer jueves por este periódico.
Es verdad que en Jaén no había en el momento de la visita de los Reyes tensiones de ningún tipo Días antes se había. logrado un acuerdo entre jornaleros y propietarios para la recolección de la aceituna. Por otra parte, al estarse ahora en plena zafra, no existe prácticamente paro alguno, pese a que en la provincia se registra un paro estacional de unas 15.000 personas. Sin embargo, la emigración, la escasa industrialización, la propia condición del cultivo del olivo -base de la economía provincial-, así como la permanencia en áreas de poder económico de los viejos caciques políticos, han hecho de Jaén una provincia sin pulso. Pocos laureles pueden adornar las sienes de quienes lleguen aquí procedentes de Madrid. Sin embargo, tanto en la ciudad de Jaén, como en Linarés y Baeza, la población se volcó con los Reyes.
Muy otra es la situación de Granada, donde existen, según datos oficiales, más de 30.000 parados, que se reparten prioritariamente el sector agrícola y el subsector de la construcción. El martes por la noche, sólo unas horas antes de la llegada de los Reyes, se lograba un acuerdo que ponía fin a la huelga del campo, iniciada el pasado día 27 de diciembre y que provocó enfrentamientos de agricultores con la Guardia Civil, como consecuencia de frecuentes cortes de carreteras. Al parecer, el gobernador civil, Luis Sánchez-Harguindey, forzó a los patronos paara que se lograra ese acuerdo.
A estos problemas se sumaba la ausencia de banderas andaluzas en las calles de una ciudad donde la autonomía se vive de una manera conflictiva como en ninguna otra. El delegado de Cultura, responsable de la ornamentación, no había colocado ninguna bandera verdiblanca. Fuentes responsables informaron a EL PAIS que el Rey se había sorprendido por este hecho. Las escasas banderas andaluzas que veinticuatro horas antes de la visita se colgaron corrieron por cuenta del Ayuntamiento.
Estando el Rey en el balcón de la Casa Consistorial, desde el que pronunciará su «¡Viva Andalucía!», miembros de la policía obligaron a retirar una pancarta verdiblanca que decía «¡Viva Andalucía libre!» y tomaron la filiación de uno de sus portadores, que era un dirigente del PSA. Cuando momentos después el secretario provincial de este partido fue a recoger la pancarta a comisaría, se le respondió que había sido destruida.
Por otra parte, sigue encendida la polémica de Hipergranada, construido ilegalmente y sobre cuyo futuro chocan la autoridad municipal y la gubernativa, a la vez que es fuente de confrontación entre los partidos.
Y, sin embargo, pese a todo, el pueblo granadino sólo tuvo expresiones de afecto y cariño para los Reyes.
Por si esto fuera poco, los Reyes llegaron a Andalucía en plena efervescencia de la cuestión autonómica. Por qué han elegido para su visita las provincias de Jaén y Granada, que son, según las encuestas, las que arrojarán un menor índice de participación en el referéndum del 28 de febrero, es una cuestión a considerar. Bajar a la arena en estas circunstancias también supone cierta dosis de riesgo, que en opinión de algunos observadores no es lógico que la tenga que asumir el Rey. Aunque, a lo mejor, este hecho, contribuye a desvelar el enigmático «enhorabuena» con que don Juan Carlos saludó a Rafael Escuredo en Jaén cuando iniciaba su visita.
Por lo que respecta a la jornada de ayer, se inició con una visita de don Juan Carlos a una presa en construcción en el río Genil, en las proximidades de Granada. Posteriormente, el Rey se trasladó al regimiento de infantería Córdoba 10, cuartel de Cervantes, tercio en el que sirvió el ilustre autor de El Quijote. Mientras tanto, la reina visitaba una guardería infantil que lleva a cabo un programa experimental financiado por la Fundación Mediterránea y por la fundación holandesa B. van Leer. Alrededor del mediodía, los Reyes se trasladaron a Huéscar, población situada al este de la provincia y que es cabeza de comarca de una de las zonas más deprimidas de Granada. A las cinco y media de la tarde regresaron a Madrid en helicóptero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.