El Gobierno conservador británico no intervendrá para frenar la huelga siderúrgica
Gran Bretaña ha iniciado el nuevo año con la primera huelga nacional siderúrgica que se registra en el país desde 1926. Los doce centros productores de acero en el Reino Unido cesaron ayer sus actividades como consecuencia del fracaso de las conversaciones entre los sindicatos y la empresa estatal British Steel Corporation en torno a un nuevo convenio colectivo para el año 1980.
Las posiciones entre las partes eran absolutamente dispares y la declaración de huelga oficial por parte de la Confederación de Trabajadores del Hierro y del Acero y del Sindicato de Obreros de Altos Hornos no ha sorprendido a nadie. Así, mientras que la British Steel ofrecía un aumento del 6%, los representantes sindicales pretendían un mínimo del 17%, de acuerdo con el índice anual de inflación.
La huelga afectará seriamente, caso de prolongarse durante varias semanas, a sectores vitales de la industria británica, tales como la producción naval, la construcción, el sector del automóvil y la industria conservera. En la actualidad, la Corporación Británica del Acero cuenta con stocks suficientes para aprovisionar a la industria durante seis semanas a los actuales niveles de consumo.
El secretario general de la Confederación de Trabajadores del Hierro y el Acero, Bil Sirs, uno de los líderes más moderados del movimiento sindical británico, ha manifestado que la huelga «puede durar fácilmente seis semanas e, incluso, más tiempo, a menos que la Corporación mejore sustancialmente su oferta».
El problema para la British Steel Corporation radica en su difícil situación económica. La empresa cerrará el año fiscal con unas pérdidas de trescientos millones de libras (unos 45.000 millones de pesetas), a pesar de una subvención oficial de setecientos millones (unos 105.000 millones de pesetas).
30% de despedidos
Un plan de modernización de la industria del acero presentado al Gobierno por el presidente de la Corporación, sir Charles Villiers prevé el cierre de varios centros de producción y el despido, mediante indemnización, de 50.000 obreros de los 182.000 trabajadores actualmente empleados por el sector siderúrgico.La huelga no sólo presenta un grave problema para la totalidad de la industria británica, sino que va a constituir asimismo una prueba de fuego para la actual política del Gobierno conservador, basada en la no intervención en la negociación de los convenios salariales. La política de dejar a las fuerzas sociales a su aire ha sido puesta de manifiesto una vez más ayer por el secretario de Industria, sir Keith Joseph, quien manifestó que el Gobierno «no tenía intención de intervenir en una disputa que sólo producirá una industria del acero más pequeña que la actual. Esa es la verdadera tragedia», declaró Joseph. «Los trabajadores del acero se están lesionando a sí mismos».
El pasado lunes, la primera ministra, Margaret Thatcher, contestó con una negativa a la petición del líder de la oposición, James Callaghan, para adelantar la convocatoria del Parlamento, actualmente en vacaciones navideñas hasta el 14 de enero, con el fin de celebrar un debate sobre la huelga del acero.
Cada tonelada de acero británico recibe una subvención estatal de diecisiete libras (unas 2.550 pesetas), en comparación a veintiuna libras en Italia, diecisiete en Francia y quince en la República Federal Alemana.
La huelga cuenta con el apoyo del Sindicato de Ferroviarios británico y de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte, que ha alertado a sus afiliados en todo el mundo para que establezcan un boicot total en las posibles exportaciones de acero al Reino Unido.
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