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El descontrol en los aparcamientos hace peligrosa la salida del Bernabéu

La falta de control en el aparcamiento en los alrededores del Bernabéu estuvo a punto de producir graves consecuencias al término del partido Madrid-Oporto. Al final del mismo se produjeron graves aglomeraciones en las puertas que dan salida a la calle del Padre Damián -absolutamente bloqueada por coches- Gracias a la prudencia de algunos espectadores todo quedó en grandes abolladuras de los coches aparcados en la puerta y en magulladuras de algunos espectadores, pero para el futuro se hace imprescindible tomar medidas.La calle del Padre Damián quedó, en su tramo contiguo al Bernabéu, completamente bloqueada por coches aparcados, convertida en un garaje, sin posibilidad alguna para la circulación, a pesar de que es una vía con tres carriles en un sentido y dos en el otro. Coincide, además, que la acera de ese costado del Bernabéu es más estrecha que las de Concha Espina, Generalísimo o Rafael Salgado. Es además precisamente por ese costado de acera estrecha -unos seis metros a lo sumo y a esa calle bloqueada absolutamente por coches por donde más espectadores tienen que salir, pues el Bernabéu tiene tres anfiteatros en ese lateral, por sólo dos en el resto del campo.

Terminado el partido contra el Oporto, la enorme afluencia de espectadores por las puertas centrales de la lateral este produjo un enorme tapón en las mismas. La estrecha acera, la imposibilidad de un movimiento fluido por una calle absolutamente taponada de coches, sin resquicios a veces ni para pasar una persona entre ellos, dio lugar a peligrosas avalanchas que oprimían los coches más próximos a la puerta. Algunas personas treparon las verjas de las puertas y gritaron a los de atrás para que dieran la vuelta y buscaran otras salidas, y ello evitó lo que ya se presumía como una catástrofe. No obstante, no se pudo evitar que algunos aficionados sufrieran magulladuras, amagos de asfixia y conatos de ataque de histeria. Los coches aparcados frente a las puertas yjunto a la acera -bien aparcados, por cierto, pues no existe prohibición- sufrieron enormes abolladuras, inevitables por la enorme presión de la masa que pugnaba por salir y por el salto por encima de sus capós de los que escapaban así de la avalancha.

La permisividad -o imposibilidad material de control- de las autoridades municipales en el aparcamiento en el Bernabéu ocasiona, desde siempre, importantes trastornos a las personas que habitan o deben transitar por esa zona y que no tienen nada que ver con el fútbol. No hay que olvidar que el fútbol es un espectáculo mayoritariamente aceptado en España, pero que, en definitiva, el Bernabéu, lleno, no reúne más que a uno de cada cuarenta madrileños. Pero los incidentes del pasado miércoles deben mover a reflexión al Ayuntamiento y al propio club. Sería, cuando menos, imprescindible garantizar la salida fluida de las puertas, con prohibición de aparcamiento frente a las mismas y evitar que se tapone una calle hasta el punto de que no se pueda ni caminar fluidamente por ella. Si eso ocurrió sin alarma ninguna, aterra pensar qué hubiera ocurrido en estas puertas caso de que alguna circunstancia anómala hubiera provocado pánicos y prisas.

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