La moda, desde Fortuny a Saint Laurent
La moda nace este año en Italia, Francia y la República Federal de Alemania. Los tres lugares -sus capitales, más bien- se disputan la primacía. Julio Sierra, desde Francfort, Juan Arias, desde Roma, y la agencia Efe, desde París, señalan cuáles son las directrices de los distintos árbitros de la elegancia en el vestido.
Un día invernal de 1964 se tiñeron de rojo las aguas del gran canal de Venecia y el municipio impuso una multa al contaminador: el heredero de Henriette Fortuny había hecho liquidación de los últimos enseres de su tía y testadora y al final optó por lanzar al agua el contenido de aquellos botes de colores, de naturaleza desconocida. Con ello desaparecía un secreto del que fuera precursor del impresionismo, gran aguafuertista y creador de modelos de vestido en seda, el reusense Mariano Fortuny. Noventa y cinco años después de su muerte, acaecida en Roma, se abre un nuevo capítulo en la historia de la alta moda para las elegantes de la más alta sociedad. Uno de los libros más atrayentes de cuantos se presentan en la feria del libro de Francfort, recién inaugurada, dentro del sector de la nostalgia y del bienvestir, es precisamente uno que lleva el título Mariano Fortuny, el mago de Venecia. En él se ofrece al curioso una amplia selección de fotografias con vestidos diseñados y coloreados, con una fórmula secreta, por el polifacético y trotamundos pintor de Reus.El pintor de La vicaría y de La dama vestida de negro creó modelos para las mujeres más inquietantes y atrevidas de la confluencia entre el siglo pasado y el actual. Setenta años después, los coleccionistas se disputan las túnicas de seda plisada creadas por Fortuny, coloreadas por él de tal manera y por tal procedimiento secreto, que las tonalidades no han perdido frescura, túnicas lucidas por Sarah Bernhardt, Eleonora Duse e Isadora Duncan.
Durante las guerras marroquíes, a las órdenes del general Prim, Mariano Fortuny, ignoto soldado, aprendió en Africa a captar el atractivo mundo oriental en una época en la que el romanticismo dejaba adivinar tules incluso en un campo de batalla. Fortuny aprovechaba las pausas en el combate para observar vestidos orientales y para interesarse por las fórmulas secretas de los tintoreros marroquíes. Instalado más tarde en el Palazzo Orfei, de Venecia, mantendría contacto con las tertulias de artistas de París, Roma y Madrid, pero, sobre todo, Fortuny se concentró particularmente en su creación, que iba de la pintura y de la sedería hasta la fotografía y la creación de muebles. El estreno de la ópera Tristán e Isolda, en la Scala de Milán, tuvo de fondo un decorado suyo. Al decidir su heredero liquidar las existencias poco valiosas, a su juicio, se vendieron los últimos modelos de Fortuny, a un precio equivalente a las 3.000 pesetas. Quince años después, el pasado mes de mayo, la galería Christie's East, de Nueva York, logró subastar una túnica de seda de Fortuny en 4.000 dólares (320.000 pesetas), uri récord que, según la propia casa de pujas, se elevará sin duda en la nueva subasta que se celebre el próximo 28 de noviembre.
Milán y Florencia, como siempre
En Milán y Florencia acaban de presentar los modelos de vestidos «primavera-verano 1980» más de ochocientas firmas. Hacía años que no se veía un desfile de modas semejante. Los críticos afirman que ha sido un despliegue de eficiencia y genialidad como pocas veces se había visto en este país. Un auténtico boom de la moda italiana, que ha robado la primacía a Francia, pero que se encuentra al mismo tiempo ante un problema muy grave: cómo vender tantas ideas y tanta genialidad. Los franceses, a pesar de haber perdido la carrera mantienen una gran ventaja: el prestigio de la confección. Hoy basta la etiqueta Hecho en Francia, dicen aquí en Italia, para que el público se sienta seguro.El problema de Italia en el campo de la moda es que son más de 200.000 industrias las interesadas en este sector. Han vuelto a resucitar grandes artistas que se interesan en la alta moda, pero se teme que el gran mercado mundial se asuste de los precios y sobre todo de que el producto no esté a la altura de la actual crisis económica. Nadie duda de la calidad de los tejidos italianos, considerados como los más bellos del mundo, ni del genio de sus artistas. Se teme la anarquía de tantas firmas, la poca seriedad en la confección y que esta gran moda pueda quedarse, por motivo de sus precios, relegada al público selecto de los millonarios, mientras hoy la moda se ha industrializado y popularizado.
Saint-Laurent reincide en temas hispanos, después del éxito logrado en su anterior colección de alta costura, diversificando en estilo más popular y coloreado y añadiendo inspiraciones cariocas.
Con llamativas mezclas de colores e insistiendo en los efectos bicolores, repite conjuntos de corpiño ajustado y falda de vuelo, adornados a veces de golillas de tul en el escote y acompañados de bolsitos redondos, como panderetas, que llevan madroños en vez de sonajas.
Versiones nuevas del «traje de luces», con profusos bordados y borlas, así como lo que denominó el costurero Tailleur Torero en trozos de dos tejidos contrastados, cobran un aire más festivo con faldas voleadas de colores vivos y alegres tricomios sobre la frente: modelos que se dirían para un ballet o una zarzuela.
Bicolores también son numerosos tailleurs y trajes pantalón de hechura más clásica, que sorprenden con una pernera blanca y otra negra.
Los tejidos arlequín y algunos otros dibujos picassianos reaparecen muy entonados en punto de lana y de lurex, y alternan también con motivos de rayas onduladas, líneas en zig zag y tiesas fayas tornasoladas de color intenso.
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