Al Madrid le sobró el segundo tiempo
Le bastó al Real Madrid el primer tiempo para desembarazarse del duro Levski Spartak. Le bastó al equipo visitante el segundo tiempo, para dejar constancia de unos modales poco habituales en el fútbol internacional. Bastó el primer tiempo para adivinar que el árbitro del encuentro no iba a responder a las exigencias de un encuentro de Copa de Europa. En la segunda mitad se convirtió en el principal protagonista del partido y no precisamente por sus intervenciones, sino más bien por su laissez faire.
El Real Madrid del primer período puso afán y calidad incuestionable en los tres hombres del centro del campo, que fueron quienes llevaron al equipo a la victoria. Del Bosque jugó como en sus mejores momentos. Supo cortar juego y supo entregar siempre la pelota en magníficas condiciones a sus compañeros. Fue un ciclón Angel, que corrió desde el inicio hasta el Final con gran acierto. Este muchacho que ha corrido media España para encontrar la fortuna en el fútbol, fortuna que no le era conocida desde su nacimiento, porque tuvo que recurrir a los oficios más modestos para ayudar a su familia, se ha convertido en el fichaje más acertado de la presente temporada. Angel justificará a buen seguro su inversión en sólo una temporada. No parece que vaya a ocurrir así con Cunningham, al que la fortuna acompaña frente al marco, pero de sus actuaciones bien poco puede decirse a su favor. El tercer hombre decisivo fue Stielike, que empujó, que subió al remate y defendió en los momentos de agobio.
El Madrid resolvió el encuentro a base de imprimir gran velocidad a sus acciones. El equipo parece encontrarse en magnífica forma física. Quizá este es el mejor elogio que puede hacerse de su nuevo entrenador. De Boskov también podría decirse que tiene unas reacciones sorprendentes. Cuando el Madrid había superado netamente al Levski y tenía la eliminatoria prácticamente, decidida, al entrenador madridista no se le ocurrió mejor cosa que sustituir a Roberto Martínez, un delantero, para sacar a Sabido, con la misión de marcar a Panov, el hombre de mayor clase. Cuando llegaron los palos, el Madrid se encontraba jugando a un ritmo casi desesperante. Encarrilada la victoria, los jugadores madridistas no tenían prisas de ningún tipo. Los búlgaros se exasperaron y comenzaron a dar sin contemplaciones. El Madrid reaccionó por medio de Benito de manera también violenta, pero afortunadamente variaron las circunstancias y los madridistas se dieron perfecta cuenta de que a nada conducía cargarse de tarjetas de cara a las próximas eliminatorias.
El partido, en cuanto a espectáculo, se consumió en el primer tiempo. Las acciones madridistas tuvieron esta vez mayor cohesión que las presentadas en los partidos ligueros. Desde el comienzo hubo claridad en la concepción de las jugadas. Aunque a Cunningham siguieron abandonándole sus compañeros (y el que más, Stielike, que no es capaz de pasarle el balón, ni aunque esté solo), Roberto, voluntarioso siempre y hábil para desplazar a su marcador, logró abrir brecha en la fornida defensa búlgara, que cayó en la trampa de empujarle dentro del área en una jugada en la que él ya había cometido falta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.