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Carolina de Mónaco

dijo una vez que tiraba la toalla, que dejaba la noche y se concentraba en la vida matrimonial con Phillippe Junot, su esposo. Pero Nueva York tiene demasiados atractivos nocturnos como para mantener a una mujer como la princesa monegasca haciendo una vida tan morigerada como la que ella anhelaba. Con este aspecto terminaron ambos, bien entrada la madrugada, después de aceptar la invitación del propietario de un club neoyorquino para baillar allí sin descanso.

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