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Tanco culpa a Héctor Nuñez de la derrota rayista

El Rayo Vallecano, que había mostrado orden y compostura durante el primer período, y que pudo marcharse al descanso con el marcador igualado, estuvo durante el segundo tiempo desarbolado y descompuesto, a merced de un rival más sólido e incisivo. Para el rayista Tanco, sin pelos en la lengua, al terminar el encuentro, la culpa del desbarajuste final le correspondía al técnico Héctor Núñez y a sus «funestos» cambios posicionales.El uruguayo había planteado el encuentro con marcajes severos. Anero perseguía a Diarte; Nieto, a Corchado, y Tanco se emparejaba en el centro del terreno con Teixidó. Aunque durante la primera media hora las oportunidades tuvieron color salmantino, el Rayo actuó con mucho orden y buenas maneras a la hora de intentar el contragolpe. No obstante, Diarte dispuso de cuatro buenas oportunidades y Tanco malogró una clara ocasión tras el defectuoso despeje de D'Alessandro.

Con el gol adverso, los vallecanos se crecieron, bien conducidos por Robles, y por dos veces consecutivas la parte superior del larguero de la meta salmantina evitó la igualada. Fueron sendos remates de Robles y Alvarito, el primero con D'Alessandro haciendo la estatua, y el segundo al empalmar de volea un centro de Morena. Por último, Robles, tras driblar a Bustillo y D'Alessandro, no supo encontrar el ángulo idóneo para transformar el tanto.

Todo, cambió en el segundo período. Héctor Núñez dio entrada a Rial en lugar de Nieto. Anero se ocupó entonces de Corchado y Tanco de Diarte. El Rayo olvidó sus buenas hechuras, descuidó los marcajes en el centro del campo, se descompensó en sus primeros afanes ofensivos y, al verse sorprendido por el entramado salmantino, con tres puntas muy móviles, se descompuso de tal manera que estuvo al borde de una goleada mayor.

Juanito, Pepe, Diarte y Corchado dispusieron de claras ocasiones para incrementar el tanteo. La del paraguayo, en un cabezazo que rebasó a Mora, la repelió el larguero. El Rayo demostraba una inocencia impropia de su categoría, y el Salamanca se aprovechaba para ofrecer un espectáculo entretenido a sus seguidores, antes de que, a falta de un cuarto de hora, unos y otros se dieran por conformes con el marcador.

Pudo entonces el Rayo salvar al menos el honor, pero el remate de cabeza de Morena, que superó a un D'Alessandro impreciso y fallón, lo salvó Corominas debajo de los palos. Allí se terminaba un encuentro jugado con exquisita deportividad, en el que no hubo una sola entrada: violenta y en el que las advertencias de Guruceta se dirigieron a quienes pretendieron utilizar picardías no reglamentarias. Así, a Diarte le dijo que no volviera a empujar de tapadillo a Mora, y a Morena que no se tirara al suelo en las inmediaciones del área.

La lección que se había aprendido el Rayo durante la semana estuvo cerca de darle resultado, pero la precipitación a la hora de buscar la igualada y su inocencia en el intento permitieron el claro tanteo favorable a los salmantinos, mucho más incisivos y hasta brillantes que en anteriores temporadas. Para Tanco, toda la culpa la había tenido el míster.

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