Ali MacGraw ya no tiene miedo
Ali MacGraw pone cara de pensadora de Rodin cuando un fotógrafo le pide que pose junto al ramo de flores que refresca su habitación de un hotel de Madrid, donde ha pasado un día y una noche. Con sus uñas largas, blancas, afiladas, perfectas, acaricia los pétalos y comenta, con júbilo, que de su cabeza nacen flores. Luego se sienta, mira a los lados, posa, sonríe o se entristece. Nadie dice nada alrededor. La actriz, cuarenta años, norteamericana, realzada por unos tacones altos, rompe por fin: «Este silencio. ¿Es que no vamos a hablar nunca?» La sesión fotográfica termina, y Ali MacGraw se ajusta sus siete pulseras, todas en una mano, y ya adopta la pose general, su manera de estar. A partir de entonces cuenta quién es.Ali MacGraw lloró cuando leyó el guión de Love Story, su película más famosa, realizada hace ocho años. De aquella historia de amor queda hoy ironía y distanciamiento: «Podía decir ahora que era un filme bello, pero, desde luego, no creo que fuera importante. Por supuesto, no volví a llorar cuando lo vi en el cine.» No le ofrecieron hacer el papel femenino de la continuación de aquel melodrama: «Recuerde que en Love Story yo moría de leucemia. Mi presencia viva en La historia de Oliver hubiera hecho de la película una especie de filme gótico de terror, donde una persona resucita.»
La protagonista de Love Story ha venido a Madrid para promocionar una nueva película suya, de la que tampoco se muestra entusiasmada. «Pasiones en juego», dice sobre su nuevo filme,«es una película divertida, entretenida. Desde luego, que nadie vaya a verla esperando encontrarse con un mensaje.» Donde puede haber mensaje es en su última película, la que acaba de rodar en Nueva York. Su título, Tell me just wat you want, (Dime qué quieres), es la mejor pregunta que se le puede hacer a esta mujer, frecuentemente asaeteada por la curiosidad mundana acerca de su vida personal. «La verdad es que en la vida estoy obteniendo ahora prácticamente todo lo que he querido. Soy independiente, tengo tiempo libre, que puedo dedicar a mi hijo Joshua, mi carrera cinematográfica funciona y ya no tengo miedo.» ¿Miedo de qué? «Siempre tuve miedo de lo que pensara la gente de mí. Ahora ya no me preocupa, porque trato de ser quien soy, honesta conmigo misma.»
En un mundo como el del cine es difícil llegar a conseguir la independencia de la que ahora se vanagloria Ali MacGraw. «Es una cuestión de plantearte tus propias prioridades. Si aceptas ser una estrella, como Farrah Fawcett Majors o como John Travolta, y permites que a tu alrededor se fabrique un mundo de histeria, entonces es imposible que preserves tu independencia. Pero yo tengo la fortuna de poder ir a la farmacia sin que a mi lado se arme ningún revuelo, porque habito en una comunidad, en Malabú (California), donde nadie se interesa por la vida privada de nadie, ni nadie tuerce la cabeza para ver que pasan Barbra Streisand o Steve McQueen; a los niños se les permite crecer como tales, y nadie traumatiza a nadie por razones de la exacerbación de la fama. Además, desde ese lugar tengo la oportunidad de desplazarme de cuando en cuando a saciar mis necesidades culturales a ciudades en las que tampoco mi presencia despierta ninguna curiosidad, en parte, como ocurre en Nueva York.
El silencio que procede de esos mundos en los que Ali MacGraw habita no le atemoriza. La encoleriza el cotilleo acerca de su vida privada. «Lo que he decidido es no leer nada de lo que se publica en ese sentido. Jamás he dicho nada privado acerca de mi relación con Steve McQueen, por eso cuando me entero de que alguien ha manipulado mis palabras para revelar algo que es incierto me siendo con ganas de romperlo todo.»
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