Ciclo Ingmar Bergman
Durante los últimos meses TVE ha emitido unas películas con muy poco o nulo interés y sólo de cuando en cuando, como por equivocación, y por la segunda cadena, estrenaba o volvía a programar una buena. En la presente semana, posiblemente por casualidad, de las seis películas programadas tres tienen un especial interés. Esto no significa la menor variación en los criterios de selección porque al mismo tiempo en el espacio Cine español -donde hace poco se ha podido ver El camino (1963), una interesante y muy poco conocida versión dé la novela homónima de Miguel Delibes hecha por Ana Mariscal- inicia un ciclo dedicado a «La juventud en el cine español» con Botón de ancla (Ramón Torrado, 1947) y que continúa con La casa de la Troya (Rafael Gil, 1959), etcétera.El domingo, a las 20 horas, FilImoteca TV emite -Susana y Dios, dirigida en 1940 por George Cukor, con Joan Crawford y Frederic March. Se trata de una de las películas menos conocidas de Cukor y, aunque no se sitúa entre sus obras maestras, demuestra su gran habilidad para la dirección de actrices. Cuenta una extraña historia donde se mezcla la risa y las lágrimas y la tragedia roza lo absurdo.
La clave, el sábado, a las 20 horas, para ilustrar un coloquio sobre el tema «Retorno al carbón», emite iQué verde era mi valle! (1941), una de las mejores obras de John Ford fuera del terreno del «western», donde era indiscutible maestro. La historia de la desintegración de una familia minera galesa y del valle en que viven consiguió cuatro Oscars: -a la mejor película, al mejor director, al mejor actor secundario, Donald Crips, y a la mejor dirección artística, Richard Day y Nathan Juran.
El acontecimiento de la semana lo constituye el comienzo de un ciclo dedicado al realizador sueco Ingmar Bergman, que comienza con una de sus grandes obras, Persona (1966), y sigue con La vergüenza (1967). Estrenada en España 1968, en una versión subtitulada donde el famoso monólogo con la narración de los sucesos ocurridos en la playa había sido convenientemente desvirtuado, ahora se emite doblada y posiblemente con mayores alteraciones en esa escena de las que tuvo en el momento de su estreno. Aparte de ser una de las obras claves de su autor, significa su encuentro con una de sus actrices favoritas, Liv Ullmann.
«Me acuerdo muy bien dónde la conocí -dice Bergman- Era en la esquina de Almolövsgatan con Nybrogatan. Inmediatamente pensé que tenía que escribir un papel para Liv Ullmann y le pregunté abiertamente si querría actuar en mi próxima película. Escribí un papel para ella en un guión que no llegó a rodarse porque aquel invierno tuvo una bronconeumonía. Un día estaba invitado en casa de mi médico y proyectó unas diapositivas que había hecho durante el rodaje de Corto es el verano (Bjarne Henning-Jensen, 1962) donde se veía a Bibi Andersson y Liv Ullmann que se habían hecho muy amigas. Al ver una foto de ambas delante de una pared me di cuenta de que entre ellas había un parecido extraño. Pensé que sería divertido escribir algo sobre dos personas que pierden sus respectivas identidades a través de sus relaciones. De pronto vi una imagen. Están sentadas, muestran sus manos y tienen un gran sombrero en la cabeza. Sentí que tenía algo que no estaba mal, una idea que podía desarrollar rápidamente. Telefoneé a mi productor, Kenne Fant, y le dije si podía reservar un pequeño equipo técnico y contratar a Liv Ullmann y Bibi Andersson. Me preguntó de qué se trataba y le dije que era la historia de una persona que habla de otra que no dice nada, después comparan sus manos y finalmente se funden entre sí. Kenne me dijo que sí y a mediados de julio empezamos a rodar. Los primeros días fueron espantosos. Sentía que no estaba a la altura, las tomas eran malas. Bibi estaba enfadada; Liv, nerviosa, y yo, petrificado de cansancio. Cuando llegamos a la isla de Faro todo se arregló. Tuvimos que repetir muchas escenas. La mitad de la película está hecha con escenas rehechas y debido a esto costó bastante más de lo previsto.»
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