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Cunningham, nuevo ídolo del Bernabeú

Según las últimas encuestas, la gente más principal del país ha perdido popularidad. De acuerdo con los resultados de, la primera jornada de Liga en Primera División no hay razones para sentirse preocupados; ha aumentado la popularidad de Cunningham -nuevo ídolo madridista-, Simonssen y demás compañeros de viaje. Quietos, paraos, que aquí no pasa nada. El Madrid le ganó al Valencia, como ocurría casi siempre. Y, además, el árbitro del encuentro, el señor Burgos Núñez se tragó un penalti contra el Madrid, cosa no menos tradicional. En el Bernabéu reapareció Di Stéfano y dejó en su tarjeta de visita una victoria táctica sobre el señor Boskov.

Los madridistas de pro estaban acongojados con la posibilidad de que el negrito Cunningham resultase, tal y como temían hace unos días ciertos directivos de la casa, una mosca en un vaso de leche. Pero el negrito dio el domingo su primer toque de atención. Los dos goles significan simplemente que sabe estar en «la olla» en el momento oportuno. Lo importante, sin embargo, fue que mostró ideas poco comunes en el fútbol de hoy.Cunningham podría ocurrir que no se adaptase al fútbol español, pero así, al pronto, da la impresión de que es tan rápido como el viejo Gento y tiene más clara la cabeza que «la Galerna» de los primeros tiempos. Al negrito británico, probablemente, le hace falta un hombre que sepa lanzarlo. Y con toda seguridad necesita un entrenador que sepa atenerse a las condiciones de los tres hombres punta del equipo. El domingo se entorpecieron mutuamente más que otra cosa. Los dineros que ha costado Cunningham son una barbaridad. Difícilmente podrá justificarlos, porque cifras que sobrepasan los cien millones de pesetas están fuera de lugar. No obstante, es muy probable que resulte más.rentable que otros jugadores cuyo traspaso ha costado muchísimo menos.

El Atlético de Madrid lo hizo bien difícil en Alicante. Ganó en el último minuto Y de penalti, que es como desean los entrenadores que aspiran a comerse el turrón en el club. No es este el caso de Luis, pero después de lo mucho que tuvo que sufrir, a buen seguro que lo dio todo por bien empleado, La primera jornada fue pródiga en sustos -o alegrías- de última hora. El Rayo también se anotó su primer triunfo fuera de su terreno, en los sesenta segundos finales. El Barca, para no ser menos, logró un positivo en Zaragoza a tres minutos del pitido final.

Desde la primera jornada podemos asegurar que ha surgido el problema arbitral. En Alicante, el señor Condón Uriz la armó parda. Con todo, quien se cubrió de gloria fue el señor Burgos Núñez, en el Bernabéu. A los tres minutos se tragó un penalti a Kempes. El hombre estaba allí encima, con lo cual no puede excusarse. No soy partidario de las recusaciones, pero sí de los toques de atención desde el Comité Nacional de Arbitros. El señor Plaza debería darle un descanso al señor Burgos Núñez.

El Rayo recuperó a Héctor Núñez, que es una especie de talismán para el equipo. El reforzado Betis pifió en su presentación ante un Rayo que, presumiblemente, iba a tener su casillero en cero tras las tres primeras jornadas. Ante la visita del Madrid, el próximo domingo, ya ha llenado sus alforjas.

Los seguidores culés suspiran ya por Simonssen. Neeskens será un recuerdo vago en cuanto el danés meta la bolita con frecuencia en las redes. Los barcelonistas siempre han puesto su corazón en algún ídolo extranjero. A los de casa siempre les han tenido para el abrazo en la fuente de Canaletas, y pare usted de contar. En el Madrid también se han apuntado a ver triunfar al foráneo. Cuando llegó Netzer miles de madridistas pusieron su corazón a correr para tratar de animar a aquel nibelungo que se ponía brazos en jarras a verlas ve nir. Ahora, con lo que ha costado Cunningham, están deseando que resulte un auténtico number one.

Los dos goles de Cunningham bastaron para que el personal saliera satisfecho. Algunos se quitaron un peso de encima al verle apuntar detalles de gran calidad. Los madridistas ya tienen líder. De ahora en adelante bastará con que haga el quite del perdón para que le toquen las palmas.

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