Los moribundos, enfermos de segunda clase en los hospitales alemanes
La medicina y los centros sanitarios alemanes se niegan a entender las especiales circunstancias que rodean a los moribundos o a los enfermos incurables, quienes con mucha frecuencia son tratados de forma indigna por sus cuidadores, según se desprende de una investigación realizada por médicos, sociólogos y teólogos acerca del funcionamiento de las clínicas y hospitales de la República Federal de AlemaniaLa doctora Monika Begeman-Deppe grabó conversaciones de médicos con sus enfermos incurables a punto de morir. En todas ellas, los médicos se negaron a entender las preguntas que sus pacientes les hacían.
Los moribundos se ven abandonados a sus especulaciones, sumidos en la ignorancia sobre el estado de su enfermedad y, generalmente, mueren solos en un lecho de hospital, sin que se permita la presencia de sus familiares.
Peor que la incapacidad de los médicos para afrontar el problema de la muerte es el tratamiento indigno que se da a los moribundos por parte del personal hospitalario. Los ancianos que ya no pueden valerse por sí mismos, que se hallan al borde de la muerte, son casi invariablemente tratados de tú, cuando en Alemania el tuteo es una fórmula de tratamiento que se reserva para personas de la misma edad unidas por una buena amistad. Es ofensivo para un anciano que un joven le hable de tú.
En el estudio se recogen escenas dantescas, como la de una anciana que pidió su dentadura y escuchó como respuesta: «Ya no tienes tiempo para usarla.» O la de un hombre que fue obligado a retornar a su lecho con las palabras de «a la cama, es donde toca morir».
Las clínicas alemanas se rigen por un inflexible sistema de horario de visitas, comidas, aseo de los pacientes y limpieza de las habitaciones. Las enfermeras y asistentes sanitarios respetan, ante todo, el plan de trabajo, al que deben someterse los enfermos, tanto si ello les perjudica su equilibrio mental o les perturba su sueño.
Por otra parte, estos centros hospitalarios siguen con la misma terquedad que su horario su finalidad inicial: curar a los enfermos, incluso cuando esta curación es imposible.
De forma que las reacciones del moribundo no son tenidas en cuenta y se convierten en un mero estorbo para los empleados del centro, que no toleran la resignación del paciente que ve acercarse su última hora.
A muchos moribundos se les impide incluso dormir, para mantenerles conscientes y en vida el máximo de horas posibles. Una mujer anciana fue despertada con irritación por la enfermera: «Ya vuelves a dormir, ahora no toca.»
Ni siquiera el consuelo de verse rodeados por sus familiares se concede a estos moribundos, pues las visitas fuera de las dos o tres horas diarias previstas entorpecen el trabajo de las enfermeras.
Incluso el ministro federal de Sanidad se niega a oír hablar de la muerte. Una comisión de Munich pidió la creación de una clínica piloto para moribundos.
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