_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La nueva sociedad industrial y la empresa

Catedrático de Economía de la Empresa Universidad de Oviedo

La empresa, dentro del denominado sistema de economía de mercado, ha venido actuando conforme a unos valores que corresponden a la denominada «ideología liberal».

Se presenta la economía fundada en el principio según el cual, buscando cada uno su provecho individual, se alcanza un provecho general, sin detrimento del de los demás. Este planteamiento de la sociedad destaca los valores del individualismo en un marco de propiedad privada, mercado libre y acción limitada del Gobierno. La comunidad no es más que la suma de individuos, los derechos de propiedad son sagrada garantía de los derechos del individuo, y sus usos son controlados por la competencia, satisfaciendo los deseos del consumo en un mercado abierto y libre. El Estado aparece como el agente de decisiones colectivas que son la simple agregación de decisiones individuales; su grado de autonomía es nulo. El ámbito de la política parece ser reducido a cero, el mejor Gobierno es el menor.

La crisis de este planteamiento social y económico comienza en los años treinta y se reafirma con la crisis de los setenta. La sociedad liberal, que ha sabido transformar los conceptos en mercancías, haciéndolas desear, para después desvalorizarlas y reemplazarlas, se encuentra ante la realidad de verse desplazada como filosofía de la sociedad occidental.

La sociedad industrial está reproduciendo las normas de una sociedad de soledad y de violencia. Sociedad dominada por la lógica de una búsqueda continua de ahorro de tiempo. ¿Qué es la productividad, sino una economía de tiempo? Existen signos inequívocos del desafío a esta sociedad, a la legitimidad actual del sistema. La mejora del nivel de vida está generando deshumanización, la destrucción del entorno ecológico, la creación de una forma de vida impuesta por la presión marketing. El progreso científico, el avance tecnológico no es indiscriminadamente bueno. La ciencia está dominada por valores de previsiones, controlada por la lógica del industrialismo. El mundo cada vez se bipolariza más económicamente. La sociedad industrial ha perdido sentido ético y ha ignorado la justicia distributiva. La ética del egoísmo ha hecho crisis. La justificación en la sociedad liberal era simple, el egoísmo individual llevaba al bienestar colectivo. Ahora se hace preciso buscar conceptos exotéricos de eficiencia para justificar la bondad de los mecanismos de mercado.

Ante esta realidad está surgiendo una nueva ideología dentro de la cual actúa la empresa. Esta ideología define al individuo como una inseparable parte de la comunidad, en la cual sus derechos y deberes son determinados por las necesidades del objetivo común. El Gobierno juega un papel básico, planificando y haciendo frente a las necesidades de la comunidad. Los hombres, al manifestar sus preferencias, pudieran presentar una contradicción entre una concepción estrictamente individual de la sociedad y unas necesidades sociales manifestadas a través de un proceso democrático (vía votación). Somos parte de una organización que hace uso de nuestras capacidades individuales. Los derechos de propiedad son menos importantes que los derechos derivados de ser miembros de la comunidad: derechos a la educación, a la salud, etcétera. El uso de la propiedad viene mejor regulado de acuerdo a las necesidades de la comunidad, lo cual a menudo difiere de los derechos del consumo individual. El Gobierno debe fijar el conjunto de objetivos de la comunidad y alcanzar el logro de los mismos.

Este modelo de sociedad es considerado por los hombres de empresa americanos como el dominante en 1985 en EEUU, si bien consideran que la ideología liberal es la más eficiente para resolver los problemas del futuro. No obstante, no consideran que va a ser posible mantener dicho sistema. Por el contrario, los hombres de empresa no americanos consideran que este nuevo sistema «comunitario» es más eficiente y será el imperante en 1985 en el mundo occidental.

El cambio en el sistema tiene lugar cuando se produce el paso de una economía en crecimiento continuado, determinado por una coyuntura favorable, a un estancamiento, a una tenaz recesión, que ha acentuado la tendencia a imputar las dificultades económicas y sociales al sistema empresarial de economía de mercado. Se produce una contestación al sistema económico, como hemos presentado, al sistema empresa, a la ética del trabajo.

La pregunta que podríamos hacemos es esta: ¿Sobrevivirá la empresa privada a la crisis de estos años? Vamos, pues, a plantear la necesidad de una empresa que tenga en cuenta el cambio que se está operando en el sistema económico.

Una reconsideración de la empresa

La empresa se presenta como organización, como institución, que pretende desarrollar su actividad con eficiencia de acuerdo con una supuesta racionalidad técnica, organizativa y económica.

La concepción clásica de la empresa venía unida a la búsqueda de una racionalidad técnica, con una organización del trabajo preocupada por la producción. Con los años cuarenta se empieza a replantear la racionalidad organizativa de la empresa. La concepción individualista, mecanicista, del homo economicus del taylorismo es abandonada por la escuela de las relaciones humanas, creadoras de la humanización del trabajo. Se ha pretendido una integración de los hombres en la empresa en base a una supuesta racionalidad organizativa que pretende solucionar las demandas psicosociales de sus miembros. En una tercera fase se ha querido unir a la racionalidad técnica y organizativa la racionalidad económica. Esta racionalidad plantea la búsqueda de la participación en la organización (sistemas de dirección por objetivos, de centros de beneficios, etcétera) y la participación, o mejor, acuerdo en el reparto del valor añadido por la empresa. En el momento actual asistimos al planteamiento y desarrollo de una serie de técnicas, métodos (ampliación y enriquecimiento de tareas, grupos autónomos, rediseño participativo, etcétera que, además de la humanización del trabajo pretende el cambio organizativo, mejoras en las motivaciones e integración de los hombres.

No obstante, se puede afirmar que la empresa está regida por la ideología dominante que impregna la supuesta racionalidad técnica; organizativa y económica. Por ello se tiende a introducir más y más la consideración política en la empresa, dado que las decisiones en la empresa tienden a tener racionalidad conforme a la lógica del sistema. Es por ello que existen una racionalidad del empresario y una racionalidad del trabajador. Muchas veces se vincula la racionalidad del trabajo al logro de la eficiencia de la empresa, unidos a la racionalidad del empresario. Se pretende confundir racionalidades, es más, hablar de racionalidad objetiva. Se presenta una unicidad de finalidades en la empresa, cuando en la realidad no podemos olvidar las contradicciones de sus miembros. Por ello, la empresa siempre aparece como una institución de mediación institucional y social. La acción de los trabajadores en la empresa se presenta en función de sus «intereses» de su rol en la organización y de la dinámica del conflicto de poder en la empresa y en la sociedad.

No pueden presentarse los problemas de la empresa únicamente en términos de mercado, de sistema social (equilibrio de grupos, Herbert Simon), de lucha de clases; cada vez más, el futuro de la empresa depende de la eficiencia del sistema económico en su conjunto, de las acciones políticas que definen los modelos de desarrollo, que de la propia capacidad de generar recursos por sí o por la acción de sus directivos. «La eficiencia de la empresa depende cada vez más de determinantes sociales y políticos, del funcionamiento general del sistema económico, que se extiende al conjunto de los aspectos de la vida social: ordenación territorial, inversiones para investigación, formación profesional, etcétera.» La empresa no puede venir definida por su componente organizativo y económico sin considerar el político.

En la empresa, unido a los poderes clásicos: capital, dirección, trabajadores-sindicato, aparece el poder político. Existe una unión der acción sindical y acción política. Las decisiones empresariales superan el nivel de la propia organización para vincularse al político. En este entorno, el poder sindical acentúa su función política, destacando los desequilibrios, la falta de coherencia del sistema empresarial, actuando los partidos en su función de lograr cambios estructurales para conseguir un nuevo equilibrio. Esta dinámica se enfrenta a las tendencias tecnocráticas, con unas exigencias de racionalidad técnica, organizativa y económica que limitan la acción política de la empresa. Ello puede ser un intento de disolver los fines en medios. La tecnocracia empresarial surge como una independencia de la racionalidad técnico-organizativa contra el poder del capital, de las finanzas. El poder de la inteligencia organizada -tecnoestructura- es en parte un poder delegado del poder político de la empresa. La separación entre propiedad y control de la empresa y la superación de la clase capitalista clásica es algo no contrastado suficientemente.

Las tecnoestructuras privadas y públicas pueden identificar el interés del ciudadano con el de las empresas, considerar la lógica de un desarrollo de una sociedad en función de las necesidades de producción, muchas veces unidas a una investigación o innovación vinculada a lo útil, no a lo importante. La tecnoestructura, muchas veces pretende definir un modelo de desarrollo y de sociedad, lo que corresponde inspirar a la sociedad entera. La acción económica del Estado es la principal variable política de la empresa. El Estado viene concebido como una estructura limitada por la lógica de la sociedad, dentro de la cual funcionan, y por una organización manipulada en parte por la clase dominante o la fracción hegemónica del bloque del poder. Se presenta a la empresa un entorno económico que se caracteriza por una intervención creciente del Estado en el proceso de acumulación, lo que conlleva a que cada vez más las decisiones de acumulación vengan vinculadas a las decisiones políticas. El componente político desplaza, en sectores fundamenta les de la producción, al criterio de mercado. La politización de las decisiones económicas se contra pone a la politización de las relaciones sociales. En contextos de tipo turbulento las organizaciones absorben valores sociales y se institucionalizan, dejan de cumplir estrictas funciones económicas, adquieren una cuota de responsabilidad en el cumplimiento de funciones colectivas, como la íntegración social y el mantenimiento de pautas culturales.

En este contexto, la empresa es más que una organización, es una institución, pues se plantea como centro de negociación de consenso del proyecto o modelo de desarrollo de la sociedad, de las condiciones de trabajo, del reparto de los frutos del progreso. La empresa es un elemento del sistema de poder que define el proyecto de hombre y sociedad de los grupos dominantes, pero, al mismo tiempo, la empresa es un centro de decisiones a las que se les pide una racionalidad técnica, organizativa y económica. Los problemas de poder desbordan a la empresa, por ello el conflicto escapa al campo puramente empresarial. Cada vez más las remuneraciones, las condiciones de trabajo escapan a la empresa para vincularse a decisiones de política económica. El futuro de la empresa vendrá unido a una redistribución del poder, a un condicionamiento de su actividad por la sociedad y una consideración de componentes no económicos en sus fines, una ampliación del concepto, mismo de empresa.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_