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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tercer aniversario

CUANDO SE es niño los aniversarios producen siempre una especial satisfacción y encanto. Por eso pensamos que puede permitírsenos hoy la simplista actitud de celebrar con alegría, no exenta de escepticismo, el tercer año de nuestro nacimiento. En efecto, el 4 de mayo de 1976 salía a la calle EL PAÍS por vez primera, y si es verdad que no se debe abusar de esta clase de efemérides, también lo es que la juventud, abrumada de responsabilidades, de nuestro diario bien merece se la perdone por esta expresión de gozo.Estos tres años han resultado cruciales para lavida española. Durante ellos, EL PAÍS ha sido testigo, y activo protagonista también, del cambio democrático. Con errores, tropiezos, equivocaciones, a veces hasta flagrantes, y no pocos sinsabores, incomprensiones, enemistades ficticias y reales, nuestro periódico no se ha visto nunca privado del apoyo primordial de sus lectores, los primeros en derechos y casi nunca oídos, en lo que a medios de comunicación se refiere. Ellos nos han ayudado con cordialidad y confianza. Hemos tenido además el apoyo de un accionariado variopinto, pero unido en la idea de hacer un periódico para la libertad, y el de los anunciantes, las circunstancias y la suerte. Además, y como está ahora de moda decir, hemos trabajado mucho, y aquí estamos. Este periódico sigue siendo,sobre todo un proyecto, una promesa, un entusiasmado empeño de obtener para nuestro país un diario de calidad y dignidad internacionales.

¿Se nos perdona la vanidad de este relato? Se nos perdonará -creemos- si explicamos también nuestro escepticismo. En los últimos meses se aprecia un considerable reflujo de la libertad de expresión en nuestro país. Las presiones no llegan sólo del Gobierno, sino del establecimiento, en su más amplio sentido. La clase política, los líderes sindicales, el poder en su más extensa de las denominaciones, se acomoda mal a la libertad de expresión. Los intentos de manipulación de la prensa por partidos, centrales sindicales, miembros de la Administración, sectores económicos u organizaciones ideológicas son crecientes. EL PAÍS nació con la firme vocación de rechazarlos, y en esa vocación pervive, en medio de una situación preocupante, en la que cierran revistas, mueren diarios, callan voces y se radicalizan militante, agrupada, obedientemente, las posiciones. La prensa independiente, que comenzó en la democracia por ser la amiga de todos, comienza a convertirse ahora en la amistad de nadie. Y por eso es hoy mayor nuestra satisfacción, al comprobar que en un mundo que se resiste al diálogo, abomina de la crítica y es más amante de la apariencia de las cosas que de su significado y contenido reales, en un mundo que niega la realidad de lo que no le gusta, todavía hay más de medio millón de personas que nos leen a diario, para discrepar o para asentir, para dialogar en cualquier caso con nuestras posiciones, no siempre acertadas, pero siempre impregnadas de un deseo de honestidad.

La honestidad ha sido así la fuente de nuestra pujanza y la base de nuestra independencia. No nacimos con vocación de periódico para unos años, sino con deseos de contribuir a la institucionalización de la prensa libre, como condición básica e insustituible de un régimen democrático. Hoy nos sentimos escépticamente satisfechos de nuestra tarea. A la postre, resulta que es nuestro cumpleaños, y estamos contentos.

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Pero no tanto que se nos embriague el cerebro y no podamos expresar, una vez más, el convencimiento de que sólo somos recipiendarios de los deseos y las ilusiones de un amplio sector de la sociedad española. Por todo ello, muchas gracias, lector. Y felicidades, lector, en su tercer aniversario de EL PAÍS.

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