Un cerdo en la sala de estar no es peligroso
Edna Lytin, de la localidad de Cuncan, en el estado norteamericano de Oklahoma, tenía un perro que le acompañaba en la tranquilidad de las sobremesas. El perro murió y la señora decidió sustituirlo por un cerdo. El perro se llamaba Lucky y el cerdo, que también se siente como en casa sobre la alfombra de la sala de estar, también se llama Lucky. La señora Lynn sólo encuentra un inconveniente en este nuevo amigo: sus esporádicos gruñidos, que le ponen nerviosa. Por eso ha pensado más de una vez en devolver el puerco a la pocilga.
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